Emigrar a Occidente, sue?o cumplido por miles de ciudadanos de la RDA
Desde las primeras semanas del a?o, una aut¨¦ntica oleada de ciudadanos de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA) pudieron abandonar legalmente el pa¨ªs camino de la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA), donde la primera estaci¨®n, casi obligada, es el centro de acogida de la ciudad de Giessen. Entre mediados de febrero y el 27 de marzo se registraron en Giessen 8.350 personas procedentes de la RDA, y esto es s¨®lo una parte, porque muchos no pasan por el centro de acogida y otros van directamente a Berl¨ªn Oeste. Esta ola de emigraci¨®n del Este al Oeste s¨®lo es comparable a las cifras de los a?os cincuenta, antes de cerrarse definitivamente el muro de Berl¨ªn. El corresponsal de EL PA?S en Bonn visit¨® el centro de acogida de Giessen y se entrevist¨® con varios de los reci¨¦n llegados a Occidente.
El reciente incidente de la familia de la sobrina del primer ministro de la Rep¨²blica Democr¨¢tica de Alemania (RDA), Willi Stoph, que se refugi¨® en la Embajada de la Rep¨²blica Federal de Alemania (RFA) en Praga con su familia, no fren¨® la emigraci¨®n autorizada de -y esto es lo ins¨®lito- muchas familias j¨®venes en edad productiva, hombres y mujeres nacidos y educados bajo un r¨¦gimen de socialismo real, el llamado Estado obrero y campesino, la RDA.Se les reconoce en la mirada, unos ojos entre deslumbrados y asustados, el gesto indeciso. En la estaci¨®n de Giessen llegan y se van, cargados con todo lo que pueden llevar al hombro y en las manos, los objetos m¨¢s indispensables para iniciar una nueva vida. Detr¨¢s qued¨®, para siempre, el pa¨ªs de origen, la RDA, los amigos, el trabajo y la nacionalidad. Ahora llevan un documento provisional de identidad para andar por Giessen, una ciudad universitaria del Estado federado de Hesse, donde a veces se quedan at¨®nitos ante los escaparates y comentan: "Yo no cre¨ªa que esto fuese verdad. Mi hijo, el d¨ªa que llegamos, al ver los embutidos en una tienda cre¨ªa que eran de pl¨¢stico".
La televisi¨®n mostr¨® hace unos d¨ªas a un joven que devoraba una hamburguesa en un local de una multinacional de la carne picada. El chico coment¨®: "Sabe bien, ?c¨®mo se llama esto?". Los primeros interlocutores de EL PA?S en la puerta del centro de Giessen son una pareja de veintitantos a?os con un ni?o de tres. Ya pasaron dos d¨ªas en Giessen y el procedimiento de acogida qued¨® atr¨¢s. Ahora, con un billete de segunda, pagado por el centro, se dirigen a otra residencia colectiva en Westfalia, en espera de un destino definitivo.
"Nosotros no somos representativos", se apresura a decir Andreas, que es pintor. "Somos artistas. Adem¨¢s, no somos un caso interesante de maltratados o torturados". En su voz hay sarcasmo. D¨ªas antes lleg¨® al mismo centro de acogida de Giessen la sobrina de Willy Stoph, Ingrid Berg, con su marido y dos hijos.
La acogida fue entre fr¨ªa y violenta. Los otros refugiados mostraron su indignaci¨®n: "Son unos sinverg¨¹enzas. Muchos tienen que esperar a?os por un permiso de salida y ellos tuvieron que hacerlo as¨ª, violentamente, de una forma que pone en peligro todo. Son como los bonzos de all¨¢; no hab¨ªa m¨¢s que ver el transistor que tra¨ªan y el abrigo de pieles de ella". Andreas, el pintor, explica que los Berg "son privilegiados, porque no se explica que ¨¦l, con antecedentes penales, haya podido tener un negocio privado en la RDA". La sobrina Stoph, su marido y los ni?os abandonaron r¨¢pidamente Giessen con destino desconocido. El ambiente era insoportable para ellos. "Ni siquiera se pusieron a la cola como los dem¨¢s; hasta aqu¨ª siguen sus privilegios", comenta indignada una mujer.
Hasta la entrada del centro de Giessen llega un olor a rancho, a cocina colectiva alemana, cuando Andreas, el pintor, y su mujer, directora musical de ¨®pera, se disponen a marchar hacia la estaci¨®n. Ella trabajaba en el teatro de la ciudad de Halle y ganaba 700 marcos (40.000 pesetas), y ¨¦l 365 (21.000 pesetas). Viv¨ªan en Berl¨ªn Este y estaban perfectamente informados, porque recib¨ªan las tres cadenas de televisi¨®n occidental; saben que en la RFA hay m¨¢s de dos millones de parados y no se hacen excesivas ilusiones.
Ella dice que la decisi¨®n de abandonar la RDA se concret¨® "el d¨ªa que no dejaron volver a Biermann", el cantautor que en noviembre de 1976 fue privado de la nacionalidad y no pudo regresa¨ªa la RDA. Hace poco m¨¢s de un a?o presentaron la solicitud de emigraci¨®n legal y d¨ªas atr¨¢s les avisaron que pod¨ªan abandonar el pa¨ªs "S¨®lo trajimos lo indispensable. El resto vendr¨¢ m¨¢s tarde en un cami¨®n de mudanza: el piano, quejo necesito profesionalmente, y pocas cosas m¨¢s, porque hab¨ªa que pagar los gastos en marcos occidentales y no los ten¨ªamos% explica la joven directora, que piensa encontrar trabajo "porque hay muy pocas escuelas que formen en el campo de la ¨®pera".
En Occidente piensan intervenir activamente en la vida pol¨ªtica "Seguro que no en el partido co munista, pero algo cr¨ªtico de izquierda, los verdes por ejemplo. No venimos dispuestos a callarnos". El ni?o de tres a?os, tres d¨ªas en el Oeste, pregunta a veces: .?Cu¨¢ndo vamos a casa?". Echa de menos su entorno y todav¨ªa no se deslumbra por con los escaparates.
Desenmascarar esp¨ªas
En el campo de Giessen, la jefa de Prensa, Inge Wegricht, exphca que "los periodistas pueden moverse libremente por todas partes, menos en el edificio gris, declarado tab¨² para la Prensa, pues acoge a las autoridades federales, de las que se dice que algunos "son tan secretos que por la noche duermen en la caja fuerte". All¨ª est¨¢n los servicios de contraespionaje de la RFA y tambi¨¦n los aliados, es decir, miembros de la CIA, que se ocupan de interrogar a los refugiados, con la intenci¨®n de obtener informaci¨®n y desenmascarar potenciales esp¨ªas.La jefa de Prensa se revuelve inc¨®moda cuando se le pregunta por los servicios secretos: "Son las autoridades federales, y no tenemos nada que ver con ellos. Los refugiados reciben una invitaci¨®n para una entrevista y acuden voluntariamente; no est¨¢n obligados". Andreas, el pintor, dice que se libr¨® del interrogatorio "porque llegu¨¦ tarde y se hab¨ªan ido a comer. Supongo que como hay tanta gente no pueden interrogar a todos. Preguntan si se conoce a gente del Stasi (servicio de seguridad de la RDA) y si se ha visto a'alguno por aqu¨ª, y cosas as¨ª".
Los servicios de contraespionaje occidental est¨¢n seguros de que entre la ola de emigrados se colar¨¢n tambi¨¦n agentes de la RDA. El esp¨ªa Gunter Guillaume, que lleg¨® hasta el Gabinete del canciller Willy Brandt y precipit¨® su ca¨ªda, entr¨® en la RFA en los a?os cin cuenta entre los refugiados. La mayor¨ªa de los emigrados de la RDA vienen por motivos econ¨®micos, con la esperanza de conseguir un bienestar material que no ten¨ªan all¨ª, donde est¨¢n satisfechas las necesidades b¨¢sicas pero el nivel de consumo est¨¢ muy por debalo. No les asusta el paro en la RFA, y la respuesta-tipo es el exponente de la ideolog¨ªa peque?oburguesa alemana: "El que quiere trabajo, lo encuentra".
No est¨¢n dispuestos a vivir de la ayuda:Tocial, pero los primeros pasos en la RFA est¨¢n marcados por la beneficencia: reciben 150 mar cos (casi 9.000 pesetas) de dinero de bienvenida, y luego 15 marcos diarios (unas 900 pesetas) durante su estancia en el centro de acogida. Los emigrados pueden escoger libremente su destino en la RFA, y se ponen en contacto con familiares o amigos, pero de momento se inscriben en las listas del paro y cobran el seguro de desempleo".
Gerd y Brigitte llegaron a las puertas del centro de Giessen cuando estaba all¨ª el enviado especial de EL PA?S. Gerd es tornero y trabajaba en una fundici¨®n; ganaba 800 marcos mensuale (46.000 pesetas). Brigitte es peluquera, trabajaba tres d¨ªas a la semana y ganaba 300 marcos (17.000 pesetas). Viv¨ªan en Prina, cerca de Dresde, una zona de la RDA donde no llega la televisi¨®n occidental. Explican que "vinimos por motivos familiares, para reunirnos con nuestros padres, que est¨¢n jubilados y viven aqu¨ª".
En noviembre pasado presentaron la solicitud de emigraci¨®n legal y en cuatro meses pudieron salir. Entre los entrevistados por EL PA?S en Giessen, nadie se lament¨® de haber sufrido discriminaciones por pedir abandonar la RDA. La joven directora musical dice que "s¨®lo me llam¨® el comit¨¦ directivo del teatro y me pidieron que recapacitara. Supongo que lo hac¨ªan por encargo del partido, y lo, hacen en todos los casos".
El tornero y la peluquera,
El tornero Gerd y la pelu quera Brigitte estuvieron con sus familiares en Ludwisburg (RFA) antes de llegar a Giessen. Llevan dos d¨ªas en Occidente. "Nos dijeron muchas cosas. Comprendo que la gente sea retra¨ªda con nosotros y tenga miedo por el paro, pero tengo que verlo yo mismo", dice Gerd.Al lado de Brigitte est¨¢n sus hijos, de 14 y 12 a?os. Gerd est¨¢ divorciado y dej¨® a dos hijos con su primera mujer en la RDA. El chico de 14 a?os dice que lo que m¨¢s le impresiona "son las tiendas. Todo lo que hay, el lujo". Momentos despu¨¦s toda la familia est¨¢ sentada en la cantina y come el almuerzo colectivo, en medio del tremendo guirigay de un comedor repleto de gente y ni?os que juegan.
En el patio del centro de acogida de Giessen hay una especie de monumento con la fecha 17 de junio de 1953 y las palabras "Unidad, paz, libertad". Ese d¨ªa se produjo la rebeli¨®n de la poblaci¨®n de Berl¨ªn Este y otras ciudades de la RDA contra el empeoramiento de la situaci¨®n laboral y la dureza del estalinismo. Algunos piensan que con la ola de emigraci¨®n la RDA quiere dar salida a los descontentos y dejar escapar presi¨®n social.
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