Los ordenadores
A Mario Bunge se le ha ocurrido comunicarnos la existencia de una "nueva religi¨®n", en la que los ordenadores constituyen el objeto del culto (v¨¦ase EL PA?S, 24 de marzo de 1984). Cita entre los adictos a la nueva religi¨®n a cient¨ªficos, ingenieros y administradores, entre otros. Arguye Bunge que los art¨ªculos de fe de la susodicha religi¨®n son: a) los ordenadores pueden hacer cuanto hacemos los humanos, y mucho mejor; b) el cerebro no es sino un ordenador; c) los ordenadores terminar¨¢n por dominar al hombre.Nada m¨¢s fant¨¢stico. Los lectores pueden dormir tranquilos. Ninguno de nuestros colegas, ninguno de nuestros alumnos de escuelas o facultades t¨¦cnicas o cient¨ªficas, ninguno de los profesionales de la inform¨¢tica, ninguno de los cada d¨ªa m¨¢s abundantes ciudadanos de cualquier edad y condici¨®n que maneje un ordenador personal, profesa los citados art¨ªculos de fe, as¨ª que dif¨ªcilmente pueden creer en esa religi¨®n, y menos propagarla. Las argumentaciones de Bunge contra estos art¨ªculos, aunque correctas, son incompletas, pero sobre todo obvias y, por consiguiente, gratuitas.
Evidente es, sin embargo, que el ordenador -en nada semejante al cerebro humano- posee capacidad para realizar sobre la informaci¨®n determinadas operaciones elementales con mayor velocidad, seguridad e infatigabilidad que el cerebro, por lo que, debidamente dirigido por instrucciones que ¨¦ste idea, lo potencia extraordinariamente en ciertas posibilidades operativas. Adem¨¢s, el ordenador puede ser conectado con toda clase de sensores, m¨¢quinas y medios de comunicaci¨®n f¨ªsica de la informaci¨®n. Para resumir, los ordenadores, programados por los hombres, son capaces de realizar bastantes tareas mucho mejor que la mayor¨ªa o que la totalidad de los hombres, pero, al tiempo, son incapaces de otras que est¨¢n al alcance del m¨¢s torpe de los hombres.
M¨¢s que una religi¨®n, lo que s¨ª hay que reconocer que crece es un sentimiento de confusi¨®n en cuanto a las mejores formas de aplicar los ordenadores, y tambi¨¦n una sensaci¨®n de perplejidad en lo tocante a sus consecuencias sociales. Problema nada trivial.
En todo caso, con respecto a los ordenadores se podr¨¢ hablar de man¨ªa, de moda, de presi¨®n tecnol¨®gica: de todo, menos de religi¨®n. Al menos, no en las t¨¦rminos en que la describe Bunge. / Catedr¨¢tico de Cibern¨¦tica y Ordenadores.
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