Juan Benet, un estilo a la conquista del mundo
A la vig¨¦sima va la vencida. La carrera literaria de Juan Benet se presenta a estas alturas como una especie de carrera de obst¨¢culos que s¨®lo la tenacidad del escritor ha podido hacer prevalecer, por encima de la opacidad que su exigencia art¨ªstica le ha impuesto desde los or¨ªgenes mismos de su obra. Benet ha vencido sus propios obst¨¢culos interiores, pero no luchando contra ellos, sino profundizando en sus propios caracteres.El nombre de Juan Benet empezaba a sonar en las reuniones del premio de la cr¨ªtica desde la aparici¨®n de su primera novela, Volver¨¢s a Regi¨®n, en el a?o 1968. En la reuni¨®n del jurado del a?o siguiente su nombre fue propuesto en la lista de candidatos: no tuvo suerte. El libro llevaba pie de imprenta de 1967, aunque hab¨ªa sido distribuido -y mal- varios meses despu¨¦s y la editorial que lo hab¨ªa publicado no lo hab¨ªa hecho llegar a la cr¨ªtica. Entre el desconocimiento y el detalle administrativo de que su publicaci¨®n no entraba dentro de las bases del certamen, Volver¨¢s a Regi¨®n fue eliminada.
Volver¨¢s a Regi¨®n no era su primera obra, pero s¨ª fue su primera novela, y el libro que atrajo sobre el escritor la atenci¨®n, entre inquieta, perturbada y deslumbrada, de la cr¨ªtica y de algunos escasos lectores que empezaron a labrar, lentamente y paso a paso, su leyenda y su prestigio. En 1970 Benet obten¨ªa el Premio Biblioteca Breve con su segunda novela, Una meditaci¨®n, el ¨²nico galard¨®n que hasta hoy hab¨ªa obtenido. Despu¨¦s, una ya larga serie de obras de todo tipo -novelas, relatos, piezas teatrales, ensayos y hasta art¨ªculos period¨ªsticos en los ¨²ltimos tiempos- ha esmaltado una trayectoria de una fulgurante densidad. En realidad, desde sus primeros libros la obra de Juan Benet se ha presentado ante el p¨²blico totalmente pertrechada, madura, provista de todas sus armas. Lo dem¨¢s ha sido, partiendo de esa obra altiva e irreductible, de un estilo ya logrado -que fue su primera y esencial obsesi¨®n-, lograr un espacio propio en el seno del espacio literario general del pa¨ªs, e irlo incrementado lenta e implacablemente.
Juan Benet parece regodearse en la fama de oscuro e impenetrable que le ha sido asignada. Pero, en realidad, s¨®lo ¨¦l pod¨ªa, profundizando en sus caracteres propios de estilo y espacio -su prosa y Regi¨®n-, hacerla transparente, aclararla sin hacer concesiones, acercarla definitivamente a esa peque?a aunque creciente comunidad de sus lectores. Esa ha sido la empresa iniciada con El aire de un crimen y que por ahora culmina en Herrumbrosas lanzas. La prosa de Benet a ¨¦l solo pertenece, aspira al mito, a la leyenda, a la invenci¨®n del mundo, y desde su implacable rigor formal, propugna la conquista de lectores sin perder un ¨¢pice de su exigencia.
Esta obra irreductible y misteriosa parti¨® de la conquista de ese estilo y de un espacio: el ¨¢mbito de Regi¨®n, el esp¨ªritu de una guerra civil y de la ruina posterior, el reflejo de una comunidad destruida, aniquilada, que es al mismo tiempo una met¨¢fora espa?ola y una concepci¨®n del mundo. La herencia de Faulkner est¨¢ presente en ese espacio, y la de Proust, tambi¨¦n en esa prosa. Con esos elementos, Benet parti¨® a la conquista del mundo, y con tanta lentitud como rigor est¨¢ ganando la batalla.
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