La tortura en la familia
ES IMPOSIBLE determinar si el n¨²mero de agresiones a mujeres y ni?os dentro del hogar conyugal es ahora superior o inferior al de otros tiempos. No obstante ahora hay m¨¢s denuncias de mujeres agredidas por sus compa?eros, unas 1.300 al mes, seg¨²n datos oficiales, que representar¨ªan un 10% de la realidad total. Dentro de esa ignorancia estad¨ªstica se supone que este tipo de agresi¨®n ha descendido por tres razones: una mayor sensibilidad, una mejor respuesta de la autoridad a las denuncias y una nueva capacidad de la mujer, por s¨ª sola o por la ayuda de asociaciones y organizaciones, para reaccionar con alg¨²n tipo de acci¨®n, en lo cual influye mucho la independencia econ¨®mica por el trabajo. En este sentido, cabe felicitarse una vez m¨¢s de las nuevas facilidades de separaci¨®n judicial y divorcio que deben resolver estos casos definitivamente y permitir la construcci¨®n nueva de viejas vidas con otras esperanzas.La bondad o la maldad no son exclusivas de ning¨²n sexo. Pero hist¨®ricamente se ha desarrollado la noci¨®n de un sexo fuerte y otro d¨¦bil. El primero abusa de su fuerza f¨ªsica, y de su capacidad de poder econ¨®mico y de todo g¨¦nero en la sociedad. No es s¨®lo un problema ¨¦tico este con el que nos encontramos: es un problema cultural y pol¨ªtico de muy grandes dimensiones. No es demagogia decir que la mujer ha sido tradicionalmente explotada por el hombre, aunque haya habido mujeres que pudieron escapar de este esclavaje, y aunque existan hombres en la historia que se han distinguido por su defensa de los derechos de la mujer. La cuesti¨®n se agrava sin embargo s¨ª contemplamos el problema de las agresiones f¨ªsicas, que se suceden con frecuencia en clases sociales presumiblemente cultas, y no solo en zonas deprimidas de la sociedad, y que atemorizan a miles de mujeres ante la pasividad frecuente de los polic¨ªas que reciben las denuncias y de los jueces que entienden de los casos. La tortura a veces no solo est¨¢ en c¨¢rceles o comisar¨ªas, tambi¨¦n en el lecho conyugal. O, como decimos, en el cuarto de los ni?os.
Los numeros¨ªsimos casos de malos tratos contra estos ¨²ltimos son todav¨ªa m¨¢s graves por cuanto se perpe.tran sobre seres absolutamente indefensos, por razones de fuerza fisica y de situaci¨®n jur¨ªdica. Son casos que se descubren casi siempre por intervenci¨®n de terceros. Las residencias del Consejo Superior de Menores est¨¢n llenas de estos casos dolorosos, con mil an¨¦cdotas diferentes, que se suelep resumir en el alcoholismo, la drogadicci¨®n, o en una monstruosa idea del sentido de la autoridad y hasta de la obligaci¨®n de educar por parte de los padres. Si se ahonda m¨¢s, se encuentra casi siempre una consciente o inconsciente forma de venganza de algunos fracasados en la vida contra el ser, mujer o ni?o, al que atribuyen con su carga o con su aparici¨®n repentina o indeseada ese fracaso y esa penuria. Nuevamente, en estos casos de agresi¨®n a ni?os son m¨¢s las v¨ªctimas del sexo femenino, incluso con agresiones de tipo sexual.
La sensibilidad social ante estos problemas es a¨²n muy baja. La tendencia a suponer una provocaci¨®n en la mujer agredida o un derecho por parte del agresor, sea el marido, o el padre o la madre seg¨²n los casos; la conciencia de un d¨¦bito por parte de las mujeres hacia el macho, de los hijos a sus progenitores, de una especie de propiedad de los maridos respecto a las esposas, de los padres respecto a la prole, son cosas demasiado extendidas. Las mujeres violadas, maltratadas y a¨²n torturadas por sus maridos encuentran demasiadas veces problemas en las comisar¨ªas a la hora de ejercer sus derechos: se les trata de hacer ver que en esas cuestiones es malo que intervenga la autoridad. Justo es reconocer no obstante que con el gobierno socialista la receptividad policial es mayor en estos casos; pero un vistazo a la Espa?a rural, y una constataci¨®n de la mentalidad de muchos guardias civiles, nos abrir¨ªa los ojos sobre lo retrasado y tercermundista qu¨¦ es nuestro pa¨ªs en este aspecto. Es preciso que la intervenci¨®n de la autoridad a petici¨®n de parte se haga m¨¢s tajante y m¨¢s r¨¢pida, y mucho m¨¢s disuasoria de lo que es ahora, aunque haya que repetir que hay m¨¢s se?sibilidad que antes, y que los procedimientos judiciales tengan una virtualidad inmediata. Hay toda una ordenaci¨®n jur¨ªdica, una concienzaci¨®n y una tarea pol¨ªtica, por hacer en este campo de la violencia familiar.
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