Los modales del perro
La cuesti¨®n es adiestrarlo para que sea ¨²til, sin darle a conocer nuestras debilidades
Educar a un perro es acostumbrarlo a aceptar las normas de convivencia por las que los humanos nos regimos, teniendo en cuenta l¨®gicamente sus limitaciones. En definitiva, convertir al irracional en un ser que no pueda considerarse molesto para los dem¨¢s.Adiestrarlo es aprovechar todas o parte de sus cualidades para, mediante los correspondientes ejercicios, poder utilizarlas como ayuda de nuestro trabajo o nuestro ocio.
Antes de acometer cualquiera de las dos tareas ser¨ªa aconsejable que la persona que vaya a ocuparse del asunto est¨¦ segura de varias cosas:
1. Que sepa perfectamente qu¨¦ es lo que espera de su animal.
2. Que en realidad quiera a su perro y, por consecuencia, que sepa respetarlo.
3. Que est¨¦ dispuesto a sacrificar muchas horas para lograrlo.
4. Que sea paciente, tranquilo y contumaz.
5. Que conozca que s¨®lo puede ense?ar modales quien los tiene.
Si las respuestas a todo lo anterior son afirmativas, pasaremos al punto siguiente. Ante todo, preste al perro toda la atenci¨®n que merece. De nada vale ser un excelente conductor si el estado del autom¨®vil no es ¨®ptimo. Hay que vigilar la salud del animal, su comportamiento y si la puesta a punto de sus sentidos es la mejor. Pero t¨¦ngase en cuenta que siendo los humanos diligentes o perezosos, distra¨ªdos o atentos, juguetones o, serios, y tantas cosas m¨¢s, en los perros ocurre exactamente lo mismo.
No hay dos que sean iguales, ni siquiera de la misma raza o camada. Los compradores avisados lo saben, y tambi¨¦n los criadores. Usted debe, por tanto, hacer coincidir el tipo de ense?anza y el sistema con el temperamento del can. Un ejemplo: no se puede tratar con igual rudeza a un animal agresivo que a otro que no lo sea.
Tras realizar lo tratado hay que gastar mucho tiempo en conseguir un acomplamiento imprescindible y lo m¨¢s completo que se pueda entre perro y amo. De esta afinidad depender¨¢ el resultado del trabajo.
Se ha cuestionado muchas veces si el perro es un ser inteligente. Desde luego no lo es si utilizamos como patr¨®n para medirlo nuestra propia capacidad, pero no cabe duda de que un animal que convive con nosotros est¨¢ muy cerca de saber cu¨¢les son nuestras debilidades y que intentar¨¢ por todos los medios a su alcance lograr sus prop¨®sitos. Esto, que parece cuesti¨®n nimia, no lo es tanto si consideramos la posibilidad de que tras unas cuantas sesiones de ense?anza podemos encontrarnos convertidos en servidores de nuestro alumno, y ¨¦l, con muchas menos trabas mentales, s¨ª ser¨¢ inmisericorde en su trato.
Desconf¨ªe sistem¨¢ticamente de quienes intentan darle recetas magistrales para ense?ar a los perros lo que debe ser". No es por otra cosa por lo que debe considerarlas con recelo, sino porque no las hay. Cada caso es una particularidad bien diferente y depende de todo -hasta del entorno- el que una lecci¨®n sea agradable, que pueda ser recordada como un juego del que participan usted y el animal y al que dedican parte de su tiempo libre con pleno consentimiento y alegr¨ªa.
No se irrite; no valdr¨ªa de nada. Intente razonar hasta encontrar las causas por las que una determinada ense?anza no va todo lo bien que sena deseable y aplique las consecuencias de su reflexi¨®n a la actuaci¨®n futura. No discursee; las largas parrafadas el perro no las entiende y, en consecuencia, no saca de ellas conclusiones.
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