Muerte el la carretera
COMO VIENE siendo habitual en los puentes primaverales y en los comienzos y finales de los per¨ªodos veraniegos, las vacaciones de Semana Santa tambi¨¦n han quedado ensombrecidas este a?o por la lista de muertos y heridos producidos en las carreteras espa?olas. La aceptaci¨®n por la Administraci¨®n de esa carnicer¨ªa vacacional como algo irremediable pertenece m¨¢s bien al terreno de la resignaci¨®n. Un aparato tan costoso como el Estado se justifica en buena medida por su eficacia para amparar la vida de los ciudadanos.Una vez m¨¢s hay que levantar acta del lamentable estado de nuestro sistema de comunicaciones y las escandalosas carencias de los servicios p¨²blicos de transporte. Los ciudadanos se ven casi obligados a lanzarse a las carreteras en sus propios veh¨ªculos por la deficient¨ªsima oferta de los ferrocarriles y las l¨ªneas a¨¦reas, empresas situadas, para colmo, en el sector estatal. A medida que Espa?a avanza hacia el siglo XXI, la Renfe parece firmemente dispuesta a retroceder hacia el mundo decirnon¨®nico. Salvo algunas l¨ªneas privilegiadas, la cochambre de trenes y estaciones, la lentitud de los desplazamientos, el regular incumplimiento de los horarios, el lamentable estado de las v¨ªas f¨¦rreas y la falta de atenci¨®n a los usuarios convierten en un sacn*ficio casi penitencial el recurso a los servicios de la Renfe. El dise?o de la red, que toma a Madrid como centro inexcusable, hace, por lo dem¨¢s, casi inviable la comunicaci¨®n entre las zonas perif¨¦ricas.
De esta forma, los espa?oles, qui¨¦ranlo o no, tienen que abrocharse los cinturones de seguridad y emprender azarosos recorridos, empedrados de atascos, retenciones, caravanas y accidentes, para llegar a su punto de destino. El deficiente estado de la red de carreteras espa?olas se encarga de incrementar los riesgos y de entorpecer la circulaci¨®n en los tramos te¨®ricamente exentos de aglomeraciones ciudadanas. Todav¨ªa existen en algunas carreteras nacionales cuellos de botella -como Burgos, Aranjuez, Alcal¨¢ de Henares o Talavera-, producidos por traves¨ªas urbanas. Y, salvo las autopistas ya en funcionamiento, no existe en nuestro pa¨ªs una red viaria digna que permita circular con rapidez, comodidad y seguridad razonable. Resulta, por ejemplo, dif¨ªcil de entender que la capital del Estado no est¨¦ comunicada por autopistas o por autov¨ªas con las fronteras y que el viaje desde Madrid a Burgos y Zaragoza, donde se puede entroncar con autopistas, o a Valencia, Sevilla y Badajoz constituya una arriesgada aventura. Pero la comunicaci¨®n dentro de la Pen¨ªnsula -por ejemplo, entre Andaluc¨ªa oriental y Andaluc¨ªa occidental, o a lo largo de la costa atl¨¢ntico-cant¨¢brica, desde Vigo a Santander- es todav¨ªa mas inc¨®moda y azarosa.
Los a?os de gobierno del centrismo fueron un espacio en blanco para la modernizaci¨®n de nuestro sistema de transportes por carretera. Pero tampoco el cambio se ha hecho sentir en este terreno. El programa del PSOE sent¨® la doctrina de que "las obras p¨²blicas inciden de modo importante en la modernizaci¨®n de la econom¨ªa y en la creaci¨®n de empleo" y "proporcionan al ciudadano servicios indispensables para alcanzar una aceptable calidad de vida". Tambi¨¦n anunci¨® que la pol¨ªtica de carre,teras de los socialistas se dirigir¨ªa "preferentemente hacia la mejora de la calidad de la infraestructura existente", a la culminaci¨®n de las autopistas iniciadas y a la racionalizaci¨®n de la explotaci¨®n de las existentes. No se aprecia, hasta el momento, se?al alguna de que esos prop¨®sitos superen su fase de enunciaci¨®n ret¨®rica. El fetiche de la rentabilidad proh¨ªbe, al parecer, emprender tales "servicios indispensables" al servicio de la "calidad de vida" de los espa?oles, aunque no impida, sin embargo, gastar ingentes sumas en armamento o en despilfarro de gastos corrientes para la mayor gloria de los gobernantes. Las transferencias a las comunidades aut¨®nomas podr¨ªan en el futuro mejorar la situaci¨®n de nuestra red viaria, pero parece que las nuevas autoridades territoriales prefieren gastarse los dineros en televisiones propias -con la elogiable excepci¨®n de Andaluc¨ªa, tras la designaci¨®n de Jos¨¦ Rodr¨ªguez de la Borbolla- o en proyectos m¨¢s orientados hacia el fortalecimiento del poder de los administradores que hacia el bien de los administrados.
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