Hermosos p¨¢jaros sin vuelo
El silencio a que obliga la esclavitud s¨®lo se rompe en los angustiados gritos de la ni?a chica, ese in¨²til ser condenado a muerte a quien acaricia con mimo su t¨ªo el bobo, Azar¨ªas, amante de p¨¢jaros y libertades que ignora. La madre no protesta ni habla ni pide, pero guarda en su mirada el filo de un reproche que jam¨¢s se har¨¢ sonoro, mientras Paco el Bajo, su marido, alimenta en su pobre esp¨ªritu la esperanza de que en la naturaleza se encuentre la ayuda que reclama. Son los ni?os, ya j¨®venes, en el umbral de una nueva existencia, los ¨²nicos capaces de alguna reacci¨®n. Los a?os y el miedo les arrastrar¨¢n a la ciudad, y all¨ª, a¨²n santos inocentes, creer¨¢n haber huido de tanta miseria.Un clima preciso, opresivo, en el que late un sentimiento po¨¦tico que turba y compromete: ese es el admirable trabajo de Camus, que ha realizado una de las m¨¢s bellas e importantes pel¨ªculas de los ¨²ltimos tiempos. Cualquier elemento vibra con una fuerza que sorprende, acongoja y emociona. Cualquiera de sus im¨¢genes nace de una sensibilidad tan profunda que convierte este retrato en algo ins¨®lito en la pantalla. Aunque el texto, original de Delibes, es uno de los m¨¢s vivos de su ¨²ltima obra, Camus ha prolongado cuanto en ¨¦l se plasmaba al utilizar con inteligencia el recurso del flash back: en la pel¨ªcula nada es ya lejano sino que forma parte de nuestra inmediata historia. Estos perdedores de generaciones son nuestros, quiz¨¢ nosotros mismos.
Los santos inocentes
Director:Mario Camus. Gui¨®n: Antonio Larreta, Manuel Matji y Mario Camus, basado en la novela del mismo t¨ªtulo de Miguel Delibes. Fotograf¨ªa: Hans Burmann. M¨²sica: Ant¨®n Garcia Abril. Int¨¦rpretes: Alfredo Landa, Francisco Rabal, Terele P¨¢vez, Bel¨¦n Ballesteros, Juan S¨¢chez, Agata Lys, Agust¨ªn Gonz¨¢lez, Juan Diego, Mary Carrillo, Maribel Mart¨ªn, Jos¨¦ Guardiola, Manuel Zarzo. Espa?ola. 1983. Drama.Local de estreno: Coliseum.
Los campesinos en esa Extremadura se?oriteada por caciquillos sin alma son los hombres a quienes la pel¨ªcula dirige una mirada solidaria, aguda, pero alejada del t¨®pico y del manique¨ªsmo, porque es tambi¨¦n la perspectiva con que se contempla a quienes les mandan, rechazan o utilizan. Camus, apasionadamente, ha recreado un mundo de realidades indiscutibles y de sutiles sugerencias, manteniendo el pulso del respiro con tanta seriedad y amor que dif¨ªcilmente puede uno sentirse, al margen de este espejo.
Aquella vieja pol¨¦mica sobre la literatura y el cine deja de tener sentido ante Los santos inocentes. Tanto el libro como la pel¨ªcula son extraordinarios, pero en la pantalla los extremos de esta tragedia cobran un impulso especial. En primer lugar, por los actores: cualquiera de ellos hace probablemente el mejor trabajo de su carrera: puede palparse su completa sinceridad, esa clara y sentida entrega a los personajes que interpretan.
Pero si los elogios deben ser realmente generales, cabe a¨²n mayor entusiasmo por Terele P¨¢vez y Juan Diego, injustamente escasos en el cine. Y por Paco Rabal, que compone de nuevo un personaje de tan pat¨¦tica alegr¨ªa que sus giros y miradas se clavan en el ¨¢nimo del espectador, conocedor, m¨¢s que el propio personaje, de su profunda soledad; y por Alfredo Landa, que por fin ha encontrado el lugar donde manifestar esa rara emoci¨®n que ha anidado hasta ahora en lo mejor de su trabajo. Mary Carrillo, Agust¨ªn Gonz¨¢lez, Maribel Mart¨ªn, ?gata Lys, Jos¨¦ Guardiola y esos dos muchachos desconocidos que dejan abierta, la historia a nuevas preguntas, quiz¨¢ a nuevas desolaciones, no se encuentran a menor escala.
Ser¨ªa absurdo no aplaudir asimismo el hermoso trabajo de la fotograf¨ªa de Hans Burmann, las sorprendentes localizaciones de Rafael Palmero o la bella y rara m¨²sica de Garc¨ªa Abril. Cuando, como en este caso, se est¨¢ ante una pel¨ªcula de tal calidad, no hay elemento menor.
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