El control de la libertad
SE RESUELVA COMO se resuelva la crisis del peri¨®dico brit¨¢nico The Observer, en la que el propietario quiere vender la publicaci¨®n por desacuerdo con un reportaje firmado por el propio director, el da?o ya est¨¢ hecho. El espect¨¢culo de un propietario y un director pele¨¢ndose p¨²blicamente no puede beneficiar en nada la imagen de un medio de comunicaci¨®n que tiene que luchar duramente cada semana para guardar su puesto bajo el sol.La pol¨¦mica que encierra la batalla campal entre el presidente de la compa?¨ªa propietaria, Ronald Rowland, y el director, Donald Trelford, es muy antigua: ?cu¨¢les son los derechos de los propietarios de un peri¨®dico, cu¨¢les los de sus lectores y cu¨¢les los del equipo de periodistas que lo elabora? Correlativamente, ?cu¨¢les son los deberes y responsabilidades de cada uno o de cada grupo? Pr¨¢cticamente, ning¨²n pa¨ªs con libertad de Prensa tiene una legislaci¨®n que resuelva ese dilema, que obviamente no existe all¨ª donde la libertad es negada de antemano y nadie en realidad tiene derechos de ning¨²n tipo. Probablemente esa legislaci¨®n es adem¨¢s imposible, y los contenciosos deben resolverse mediante pactos, acuerdos y consensos destinados a un mismo fin: salvaguardar los intereses de los lectores y de la comunidad en la que se encuentran, desde el punto de vista de los valores democr¨¢ticos y de la libertad de expresi¨®n. Por lo dem¨¢s, legislaciones parciales pueden cooperar a ese empe?o, que tiende m¨¢s y m¨¢s a reconocer a los periodistas un tipo de cauci¨®n moral sobre el uso de la libertad de informar que ellos mismos ejercitan. Por ejemplo, en Gran Breta?a existe una Comisi¨®n de Monopolios que vigila la excesiva concentraci¨®n de medios de comunicaci¨®n en unas ¨²nicas manos, pero ¨¦sta no impide que un diario dependa en exclusiva de un ¨²nico propietario, sea una compa?¨ªa o una persona individual.
En el caso de The Observer, el pretexto de la batalla ha sido un art¨ªculo de Trelford denunciando atrocidades cometidas por el Ej¨¦rcito de Zimbabue en la regi¨®n de Matabeleland. Rowland posee grandes intereses econ¨®micos en aquel pa¨ªs. El propietario quiso evitar la publicaci¨®n del reportaje y amenaz¨® incluso con cerrar el peri¨®dico, cosa que no habla mucho en favor de su inter¨¦s por los lectores de The Observer. El director se mantuvo en sus trece y el art¨ªculo apareci¨® en primera p¨¢gina del peri¨®dico, con el apoyo de la redacci¨®n y del sindicato de periodistas. Su negativa a doblegarse mereci¨® las simpat¨ªas del colectivo de profesionales de la informaci¨®n, aunque probablemente se le pueda reprochar una notable falta de habilidad para evitar el hurac¨¢n.
En otros peri¨®dicos y en otros pa¨ªses, la siguiente noticia podr¨ªa haber sido el despido fulminante de Trelford, pero The Observer es un caso especial y Gran Breta?a un pa¨ªs con larga tradici¨®n en defensa de la libertad de expresi¨®n. Cuando compr¨® el peri¨®dico, Rowland, que ya pose¨ªa intereses en el mundo de la comunicaci¨®n, quiso evitar una investigaci¨®n de la Comisi¨®n de Monopolios y acept¨® un memor¨¢ndum seg¨²n el cual "el director de The Observer retendr¨¢ el control sobre todo comentario pol¨ªtico publicado en el peri¨®dico y no estar¨¢ sometido a ninguna restricci¨®n o inhibici¨®n al expresar sus opiniones o reflejar informaciones que puedan estar directa o indirectamente en conflicto con la opini¨®n o los intereses de los propietarios. De esta forma, Rowland no pod¨ªa despedir al director por mor del art¨ªculo, a menos que el llamado equipo de directores independientes (cinco personalidades nombradas en su d¨ªa para garantizar la independencia de The Observer) le dieran la raz¨®n. Pero los cinco hombres justos -entre ellos un antiguo ministro conservador, un ex vicepresidente del Banco Mundial y una vicedecana de la universidad de Cambridge- aplicaron el memor¨¢ndum y desautorizaron a Rowland.
El mismo acuerdo que impide el despido del director no puede evitar, en cambio, la venta del peri¨®dico. Y eso es precisamente con lo que Rowland amenaza ahora. La presi¨®n sobre Trelford y sobre lo que significa The Observer, un peri¨®dico respetado y le¨ªdo por casi 800.000 personas, es enorme: ning¨²n medio de comunicaci¨®n puede soportar indefinidamente una guerra abierta entre la propiedad y la direcci¨®n sin grave da?o para los intereres del peri¨®dico en s¨ª, de sus trabajadores y de sus lectores. Si Trelford renuncia, el memor¨¢ndum de garant¨ªas se convertir¨¢ en papel mojado, pero si no lo hace y Rowland vende el peri¨®dico, el memor¨¢ndum puede simplemente desaparecer porque el nuevo propietario se niegue a aceptarlo como herencia. Detr¨¢s de todo subyace la pol¨¦mica apuntada, sobre la que han corrido y correr¨¢n litros de tinta y para la que es dificil encontrar respuesta un¨ªvoca; probablememente cada diario o semanario es un caso particular, pero hay algo que les debe unir a todos en el respeto a las libertades democr¨¢ticas: su respeto al rigor de los hechos y el derecho de los ciudadanos a que ninguna noticia que sea rigurosamente comprobada y que resulte del inter¨¦s de la comunidad a la que se dirige la publicaci¨®n se vea sometida a ning¨²n tipo de censura o dirigismo. Ni por parte de propietarios ni por parte de periodistas.
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