La victoria de Pujol
EL AVANCE provisional del escrutinio sobre las elecciones auton¨®micas ayer celebradas concede a Converg¨¦ncia i Uni¨® la mayor¨ªa absoluta de esca?os en el Parlamento de Catalu?a y una brillante cosecha de sufragios populares. Aunque las implicaciones pol¨ªticas de la consulta exijan un an¨¢lisis m¨¢s detenido y un conocimiento m¨¢s detallado de la forma como los votos fueron emitidos en las diferentes comarcas, el rotundo triunfo de Converg¨¦ncia i Uni¨® muestra que los nacionalistas catalanes no s¨®lo no se han visto castigados por la usura de gobierno, tras cuatro a?os de administraci¨®n de la Generalitat, sino que han utilizado con provecho los resultados de su gesti¨®n como principal palanca para obtener la victoria. Al igual que el Partido Nacionalista Vasco en las elecciones del pasado 26 de febrero en Euskadi, el partido dirigido por Jordi Pujol ha conseguido un resultado poco habitual en el escenario pol¨ªtico europeo, donde la consecuci¨®n de las mayor¨ªas absolutas de esca?os y de un segmento por encima del 40% de los sufragios populares no suele estar al alcance de las fuerzas politicas que acuden a las urnas despu¨¦s de haber gobernado durante la anterior legislatura.Los avances provisionales indican que la abstenci¨®n electoral -cercana al 37%- ha sido muy superior a los comicios generales del 28-0 -que registraron el 20%y ligeramente inferior a la anterior convocatoria auton¨®mica de 1980- pr¨®xima al 38%. Parece confirmarse, de este modo, la tendencia a una diferente actitud del cuerpo electoral en funci¨®n de la decisi¨®n pol¨ªtica que se le solicita. El hecho de que las convocatorias al Parlamento auton¨®mico registren una menor participaci¨®n que las elecciones a las Cortes Generales indica, sin duda, que existe una fracci¨®n del cuerpo social que ¨²nicamente se moviliza para expresar su voluntad en cuestiones que afectan a todo el Estado. Sin embargo, los ¨ªndices de asistencia a las urnas en los comicios auton¨®micos son satisfactorios en lo que respecta al inter¨¦s de los ciudadanos por las instituciones de autogobierno. Al fin y al cabo, la abstenci¨®n en las convocatorias municipales es tambi¨¦n mayor que en las elecciones a las Cortes Generales.
Tanto en Catalu?a como en el Pa¨ªs Vasco, el an¨¢lisis del funcionamiento del sistema de partidos debe tomar en cuenta que la polarizaci¨®n derecha-izquierda se entrecruza con la segmentaci¨®n entre nacionalistas y no nacionalistas. En Catalu?a, CiU incorpora en sus se?as de identidad tanto las caracter¨ªsticas de los partidos de corte centrista como los rasgos del nacionalismo hist¨®rico. Esta doble definici¨®n permite al catalanismo moderado ocupar una posici¨®n dominante en el panorama pol¨ªtico, ya que su clientela de votantes se distribuye en capas sociales muy amplias y su mensaje electoral puede formularse en claves ideol¨®gicas y emocionales muy distintas. El reforzamiento del partido de Pujol en Catalu?a tiene que ser explicado, de esta forma, por su inteligencia y habilidad para proclamarse a la vez como el representante m¨¢s solvente del catalanismo, a costa de los llamamiento de Esquerra Republicana y del nacionalismo de, izquierdas y como el defensor de los valores y de los inter¨¦s del centro sociol¨®gico, lo que le permite recoger la herencia de UCD, recuperar parte de los votos centristas prestados al PSC-PSOE y competir con Coalici¨®n Popular en los terrenos de la derecha moderada. Tal vez una de las inc¨®gnitas m¨¢s interesantes del 29-A sea el papel que la nostalgia del centrismo haya podido desempe?ar en su victoria y las posibilidades de extrapolar a nivel nacional las ense?anzas de esa eventual a?oranza por una opci¨®n intermedia que no forzase a los ciudadanos a tener que escoger, en t¨¦rminos dram¨¢ticos, entre Alianza Popular y PSOE.
Los pobr¨ªsimos resultados obtenidos en Catalu?a por Coalici¨®n Popular, incapaz no s¨®lo de recoger la herencia de la extinta UCD sino de igualar incluso sus propios niveles de 1982, constituyen un serio rev¨¦s para las pretensiones de Manuel Fraga de luchar por la mayor¨ªa parlamentaria en 1986. El 26-F vasco y el 29-A catal¨¢n confirman que el bipartidismo perfecto es una planta de cultivo imposible en las dos nacionalidades hist¨®ricas, sin cuya colaboraci¨®n la gobernaci¨®n de Espa?a ser¨ªa inviable. La hip¨®tesis alternativa de un acuerdo electoral que uniera en un mismo prop¨®sito dentro de dos a?os a la actual oposici¨®n de der lecha con los nacionalismos moderados de Catalu?a y del Pa¨ªs Vasco no ser¨ªa una simple variante t¨¢ctica sino una aut¨¦ntica mutaci¨®n estrat¨¦gica. Porque ese eventual alineamiento trastocar¨ªa por completo el cuerpo b¨¢sico del programa pol¨ªtico y de los valores ideol¨®gicos de la derecha tradicional espa?ola, que hab¨ªa venido propugnando la reforma del art¨ªculo 2 y del T¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n precisamente para recortar y vaciar de contenido los reg¨ªmenes auton¨®micos nacidos de los Estatutos de Sau y- de Guernica.
El PSC-PSOE ha visto de nuevo frustradas sus esperanzas de conquistar la mayor¨ªa del Parlamento de Catalu?a y la presidencia de la Generalitat. Si se tomase como ¨²nico criterio de comparaci¨®n los resultados de las elecciones auton¨®micas de 1980 y 1984, los socialistas podr¨ªan aducir una mejor¨ªa en sus posiciones relativas. Desde 1980, sin, embargo, han ocurrido demasiadas cosas, entre ellas la desaparici¨®n de UCD y la crisis de los comunistas, como para aceptar la validez ¨²nica de esa vara de medir. Aunque es cierto que el crecimiento del nivel de abstenci¨®n respecto al 28-0 ha perjudicado seriamente las posibilidades del PSC-PSOE, parece evidente que la falta de entusiasmo de los antiguos votantes socialistas a la hora de acudir a las urnas exige, a su vez, una explicaci¨®n pol¨ªtica, dif¨ªcilmente reducible por completo, a las diferencias en s¨ª mismas indiscutibles- entre las elecciones auton¨®micas y las elecciones generales. Ser¨ªa simplemente insensato olvidar que el resultado obtenido ayer por los socialistas se halla muy alejado del 44,6% obtenido en las elecciones generales del 28 de octubre de 1982 y que la mayor abstenci¨®n de sus antiguos votantes no es s¨®lo la causa de su derrota sino tambi¨¦n el efecto de otros factores pol¨ªticos de naturaleza compleja.
La arriesgada decisi¨®n de hacer intervenir a ¨²ltima hora en la campa?a a Felipe Gonz¨¢lez -comprometi¨¦ndole de hecho en los resultados de las urnas, a diferencia de lo ocurrido en el Pa¨ªs Vasco- reduce necesariamente la eficacia de los argumentos orientados a restar cualquier significaci¨®n pol¨ªtica de car¨¢cter general al tropiezo socialista, en Catalu?a. La anterior participaci¨®n en la campa?a electoral de miembros no catalanes del Gobierno -incluidas las desventuradas intervenciones del Vicepresidente, progresivamente reducido a la condici¨®n de caricatura de si mismo y a medio camino entre la agresividad incivilizada y el patetismo rid¨ªculo- hab¨ªa mostrado ya que el 29-A era algo m¨¢s que una cita auton¨®mica. Sin embargo, ser¨¢n necesarios an¨¢lisis mas detenidos para desenmara?ar la madeja de las influencias negativas -unas de car¨¢cter estrictamente catal¨¢n y otras de origen general- que pueden explicar ese retroceso relativo de los socialistas en los comicios auton¨®micos. Es evidente, por ejemplo, que la candidatura de Raimon Obiols constituy¨® un serio error, ya que en la Espa?a de 1984, tras varios a?os de gesti¨®n de gobierno estatal, auton¨®mico o municipal de la derecha y de la izquierda, la experiencia administrativa cualifica mucho m¨¢s que la ret¨®rica, la imagen o la ideolog¨ªa para aspirar a ocupar cargos de responsabilidad en los asuntos p¨²blicos. Pero tambi¨¦n ser¨ªa ingenuo que el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez tratase de sacarse todas las pulgas de encima para endosarle el paquete entero de las responsabilidades del rev¨¦s de los socialistas al PSC-PSOE, ya que resultar¨ªa imposible disociar el 29-A de los diecis¨¦is meses de la gesti¨®n del PSOE en toda Espa?a, incluida, como es obvio, la propia Catalu?a.
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