Democracia y poder
Quisiera disentir, como antrop¨®logo, del art¨ªculo El mito de la democracia, de J. A. J¨¢uregui (EL PAIS 27 de abril de 1983). En primer lugar, con las cosas serias, como la guerra, la dominaci¨®n y el poder "no se juega", al menos desde la p¨¢gina central de un peri¨®dico de la seriedad e influencia del suyo. No son fen¨®menos de igual naturaleza, ni de similar trascendencia para la humanidad, la dominaci¨®n del mono alfa de la manada que el poder socio-pol¨ªtico-econ¨®mico que el presidente Reagan representa; ni es comparable una corrida de toros con una "gran corrida nuclear". Las leyes que rigen estos dispares fen¨®menos no son de igual naturaleza ni de similares consecuencias sociales; por ello no es antropol¨®gicamente adecuado ni cient¨ªficamente serio tratar en la misma categor¨ªa de an¨¢lisis a una colmena de abejas, a una manada de lobos, a la sociedad estadounidense y a la sociedad brit¨¢nica. El comparar el poder de un rey o de un presidente de EE UU con la funci¨®n de una abeja reina o de un lobo alfa es una imaginativa ilustraci¨®n metaf¨®rica, apreciable pedag¨®gicamente para una clase de EGB o para una pasiva audiencia de televisi¨®n; pero resulta una extrapolaci¨®n seudocient¨ªfica de mal gusto para un peri¨®dico serio. En el planteamiento de El mito de la democracia subyacen dos supuestos te¨®rico-anal¨ªticos antropol¨®gicamente inadecuados: el reduccionismo psicologista y el reduccionismo biol¨®gico. El fen¨®meno del poder, del Estado o de la presidencia de un Gobierno no es reducible a los deseos voluntaristas de unPasa a la p¨¢gina 14
Democracia y poder
Viene de la p¨¢gina 13solo hombre. ?C¨®mo entonces puede analizarse el complejo hecho social del poder pol¨ªtico del presidente de EE UU, entramado complejo de fuertes intereses econ¨®micos, pol¨ªticos y sociales, a partir de sentimientos individuales y razonamientos intimistas? M¨¢s inapropiado es a¨²n el reduccionismo biol¨®gico: la biolog¨ªa humana es universal e invariable, y cierta forma de control y de coordinaci¨®n jer¨¢rquica puede existir en las especies animales y en la humana, pero esta generalizaci¨®n es de escaso valor a la hora de analizar sociol¨®gicamente los sistemas pol¨ªticos. Precisamente lo que la antropolog¨ªa nos ense?a es la gran variedad en el tiempo y en el espacio humano de las m¨¢s diversas formas de organizaci¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica, social y cultural;. existe una variaci¨®n sustancial en la distribuci¨®n del poder pol¨ªtico y de los recursos en una comunidad tribal, en el despotismo oriental, en una rep¨²blica o en una dictadura. Pero existe algo m¨¢s peligroso a¨²n en esta biologizaci¨®n de la cultura, y es. hacernos creer que los fen¨®menos humanos de la territorialidad, del racismo, de la explotaci¨®n y de la agresi¨®n b¨¦lica son conductas programadas en, nuestros ge nes y, por tanto, son resultado de leyes naturales, siendo necesarias, inmutables y transhist¨®ricas. Con este perverso seudocientificismo se han legitimado millones de asesinatos e injusticias humanas. Contra este fatalismo cibern¨¦tico hemos de proclamar que el hombre, aunque limitado por la biolog¨ªa y por la naturaleza, es protagonista de su historia. Lo espec¨ªfico del homo sapiens es tener mitos, que sirven para algo m¨¢s que para ocultar sus verg¨¹enzas; funcionan a modo de utop¨ªas, como son las de la libertad, la de la igualdad y la de la solidaridad, que hay que ir d¨ªa a d¨ªa conquistando en la lucha contra la explotaci¨®n del hombre por el hombre. / Profesor de Antropolog¨ªa de la facultad de Ciencias Pol¨ªticas y Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense. .
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