La crisis de la izquierda
El tema de la crisis de la izquierda tradicional no se lo ha inventado la nueva derecha, aunque l¨®gicamente sea su principal agente difusor. Est¨¢ ah¨ª, evidente como los paisajes m¨¢s evidentes, tanto en situaciones de aparente prepotencia hist¨®rica (la instalaci¨®n en el Gobierno de varios partidos socialistas europeos) como de claro retroceso de influencia pol¨ªtica (en el caso de los partidos comunistas). Los partidos socialistas europeos parecen haber sido convocados para resolver la crisis del capitalismo, con la garant¨ªa de su mayor o menor capacidad de pacificaci¨®n obrera; y los partidos comunistas, situados dentro del terreno del posibilismo liberal, dudan entre llevar a sus ¨²ltimas consecuencias la p¨¦rdida de sus ra¨ªces leninistas o recuperar sus esencias asumiendo el modelo sovi¨¦tico, no totalmente, pero s¨ª como punto de referencia.
La historia les hizo as¨ª. Los partidos socialistas y los comunistas actualmente existentes son estructuras pol¨ªticas con una l¨®gica interna interrelacionada con la historia que han vivido y que han hecho. Ambos devienen de una toma de conciencia decimon¨®nica sobre el sentido de la historia y del progreso humano, cuyo mejor codificador fue el socialismo cient¨ªfico y, en primer plano del mismo, Marx y Engels. La acci¨®n te¨®rica y pr¨¢ctica del marxismo a trav¨¦s de sus organizaciones pol¨ªticas y sociales ha contribuido a modificar las condiciones objetivas y subjetivas que hicieron posible el pensamiento original de Marx y Engels tal como se dio. La acci¨®n del marxismo tambi¨¦n ha modificado al antagonista, ha debilitado su prepotencia, pero al mismo tiempo le ha obligado a adecuar instrumentos de ataque y defensa de nuevo tipo. Marx y Engels diagnosticaron certeramente la raz¨®n de la historia y las condiciones totales de su tiempo. Pedirles que adem¨¢s acertaran en la respuesta que iba a recibir el marxismo y en las intermodificaciones consiguientes s¨®lo se puede hacer desde la ignorancia, la beater¨ªa o la mala fe.Las formaciones pol¨ªticas herederas de la conciencia de lucha de clases fraguada a partir de la revoluci¨®n industrial disponen de un metabolismo hist¨®ricamente conformado en la dial¨¦ctica constante entre sus deseos y la realidad. Han interiorizado un conocimiento de la realidad y han exteriorizado un comportamiento hist¨®rico para modificarla positivamente, vali¨¦ndose de distintos mecanismos de adaptaci¨®n a las circunstancias cambiantes. Aprehender realidad. ?sta es la clave de la cuesti¨®n. Naturalmente, a partir de un conocimiento cient¨ªfico de los mecanismos de la realidad, sea cual sea el ¨¦nfasis que se ponga sobre tres fases interrelacionadas de una misma situaci¨®n concreta: las claves econ¨®micas, las posibilidades pol¨ªticas, la energ¨ªa transformadora de la conducta social. Si se mantiene esta tensi¨®n dial¨¦ctica entre lo que se sabe, se asume y se hace, los partidos pol¨ªticos progresivos est¨¢n en condiciones de forzar los ritmos de la historia. Si se rompe esta tensi¨®n dial¨¦ctica, los partidos pol¨ªticos tienden a instalarse en lo que ya saben y a convertirse en factores objetivos de retenci¨®n de ritmo hist¨®rico, cuando no en instituciones f¨¢cilmente manipulables por los partidarios de convertir el filme en una foto fija.
Los partidos pol¨ªticos s6n sujetos colectivos pensantes, capaces de adquirir un saber, una conciencia y de actuar en consecuencia. Los de derecha tienden. a convertir lo que ya saben en categor¨ªas de conocimiento universal eterno inmodificable, a lo sumo con capacidad mim¨¦tica de adaptaci¨®n a transformaciones superficiales. Pero la raz¨®n de ser de la izquierda radica precisamente en su papel de energ¨ªa de cambio para bien, es decir, para mejorar cuantitativa y cualitativamente la condici¨®n humana contra toda alienaci¨®n superable, contra toda alienaci¨®n que tenga una raz¨®n de ser social.
Los ojos del partido
Est¨¦ sujeto colectivo pensante, este intelectual org¨¢nico colectivo llamado partido, sea socialista o comunista, decide unos mecanismos de aprehensi¨®n de la realidad, metaboliza los datos recibidos y act¨²a. La bondad del procedimiento ha sido incluso cantada por los poetas: "T¨² tienes dos ojos, pero el partido tiene mil", escribe Bertolt Brecht en el inicio de su Oda al partido. En sus etapas de vanguardia de la conciencia cr¨ªtica, socialismo y comunismo fomentan un aumento cuantitativo del saber de sus militantes y disciplinas internas de debate que acercan, dentro de lo que cabe, a esa elaboraci¨®n colectiva de consciencia. Creo que es posible incluso delimitar el momento del tiempo hist¨®rico en que, ya separados comunistas y socialistas, atrofian sus mecanismos de aprehensi¨®n de la realidad a partir de servidumbres no s¨®lo diferenciadas, sino incluso enfrentadas entre s¨ª cruelmente. La lucha entre espartaquistas y socialdem¨®cratas al acabar la primera guerra mundial o las batallas, no siempre meramente dial¨¦cticas, entre la II y la III Internacional, inmediatamente antes e inmediatamente despu¨¦s de la segunda guerra mundial, bloquean la capacidad de aprehensi¨®n cr¨ªtica de la realidad, en un doble sentido de la palabra bloquear: paralizan mec¨¢nicamente y alinean seg¨²n el punto de referencia de dos bloques internacionales. Socialistas y comunistas aprenden, piensan y act¨²an en funci¨®n de tomas de posici¨®n en una de las dos trincheras y tienden a convertirse en factores de par¨¢lisis hist¨®rica, de instalaci¨®n en el empate hist¨®rico. El grado de agudizaci¨®n de la guerra fr¨ªa, marca el grado de cerraz¨®n o apertura en el bloqueo, y resulta de un primitivismo marxista ruborizante llegar a concebir la sospecha de que el deshielo dogm¨¢tico de los a?os sesenta se debi¨® al boom econ¨®mico neocapitalista, que hizo a los unos menos hostigantes y a los otros menos recelosos.
Lo cierto es que de ese largo per¨ªodo de guerra de trincheras los partidos comunistas y socialistas salieron seriamente afectados como sujetos conscientes. Los partidos socialistas reduc¨ªan el intelectual org¨¢nico colectivo a congresos fantasmales donde se impon¨ªan los hechos consumados, el saber digerido por el aparato profesional que esgrim¨ªa la l¨®gica de lo pragm¨¢tico. Y los partidos comunistas se divid¨ªan internamente en dos entes, s¨®lo unidos por la cultura de las disciplinas y el seguidismo: el partido programador y el partido m¨¢quina, reducido casi, siempre el partido programador a la prepotencia de los poderes f¨¢cticos internos, encabezados por los secretarios generales y los dirigentes creados a partir de las costillas de los secretarios generales. Los colectivos militantes se convert¨ªan paulatinamente en idiotas org¨¢nicos colectivos informados a trav¨¦s de filtros cenitales. S¨®lo as¨ª se explica que los partidos comunistas occidentales tardaran m¨¢s de veinte a?os en enterarse de que el asalto al palacio de Invierno era ya imposible y que algunos partidos socialistas del mismo hemisferio a¨²n no sepan que act¨²an como agentes objetivos al servicio de la supervivencia del sistema capitalista.
El mal menor
El desencanto o la disidencia, cuando no la apostas¨ªa, jalonan de esp¨ªritus sensibles las cunetas de un largo camino que va desde 1945 hasta el infinito, y en el interior de los partidos. de izquierdas se ha instalado una conciencia de administraci¨®n de lo que ya se es y de lo que a¨²n se tiene, es decir, de un patrimonio social que s¨®lo sale al exterior los d¨ªas de procesi¨®n electoral y en algunas otras fiestas de guardar. A los partidos socialistas a¨²n les queda el morbo hist¨®rico de un bandazo electoral que les permita relevar a la derecha, m¨¢s por una fluctuaci¨®n del gusto colectivo que por una clara diferenciaci¨®n de programas de gobierno. Pero a los partidos comunistas de Occidente, salvo el italiano, que tiene un patrimonio dif¨ªcilmente dilapidable, s¨®lo parece preocuparles la b¨²squeda de un espacio electoral que les haga necesarios hist¨®ricamente y que les ayude a mantener un aparato burocr¨¢tico.
La sociedad civil asiste a este espect¨¢culo cada vez m¨¢s distanciada y a lo sumo convocada para elegir entre males menores, pero desde una sospecha, m¨¢s o menos l¨²cida, de que el saber de la izquierda no se renueva y sus mecanismos de creaci¨®n de conciencia colectiva y de movilizaci¨®n de energ¨ªa de cambio est¨¢n atrofiados. Prueba de ello es que los partidos de izquierdas no s¨®lo tienen rotos los mecanismos de comunicaci¨®n con la inteligencia no partidaria, sino que no han sabido localizar la aparici¨®n de nuevas formaciones de conciencia cr¨ªtica como respuesta a injusticias objetivas que los partidos de izquierda o ignoraban o ten¨ªan olvidadas, o embalsamadas de ret¨®rica. Pongamos como ejemplos el ecologismo, el pacifismo o la liberaci¨®n sexual, que hasta ahora tanto los partidos socialistas como los comunistas, en cuanto aparatos, s¨®lo han sabido ignorar o manipular, m¨¢s seg¨²n razones electorales que de consciencia revolucionaria. Para muestra, el comportamiento de la socialdemocracia alemana occidental, que es promisil o antimisil seg¨²n est¨¦ en el Gobierno o fuera del Gobierno, o de los partidos comunistas que son anticentrales nucleares... occidentales. Igualmente son incapaces los partidos de izquierda de dar una alternativa a la conciencia abstemia que impregna la disposici¨®n pol¨ªtica de mayoritarios sectores de la sociedad, imbuidos de que sobreviven en un mundo de efectos sin causas, en el que la mejor elecci¨®n es la del mal menor.
Ser¨ªa gratuito denunciar esta radical impotencia hist¨®rica desde una complacencia masoquista
La crisis de la izquierda
o como coartada de disidencia. La parte m¨¢s l¨²cida, menos alienada, de la izquierda tiene la obligaci¨®n de proponer el desbloqueo del intelectual org¨¢nico colectivo, desbloqueo que previamente requiere una revisi¨®n de la raz¨®n de ser de partidos transformadores, reducidos a la funci¨®n de porteros de trinchera o de instituciones contribuyentes al esplendor del supermercado de las ideolog¨ªas desideologizadas. Casi 200 a?os de cinismo burgu¨¦s enriquecen la finura de la distorsi¨®n practicada por la argumentaci¨®n de la nueva derecha, que llega a reprochar a la izquierda tradicional su inutilidad revolucionaria. Pero no porque la crisis de la izquierda sea un argumento de la vieja o nueva derecha deja de ser real. Esa crisis existe y activa la falta de capacidad de respuesta social a la situaci¨®n de desesperanza que caracteriza a la sociedad civil de Occidente, una sociedad que ni siquiera tiene el proyecto de hacer algo para sobrevivir, que se limita a asumir cotidianamente que la han dejado sobrevivir.El 'strip-tease' te¨®rico
La ofensiva ideol¨®gica de la nueva derecha empez¨® poniendo contra las cuerdas al marxismo como m¨¦todo de diagn¨®stico, y a los partidos marxistas, como instrumentos para la transformaci¨®n positiva de la realidad. A continuaci¨®n se puso en revisi¨®n la posibilidad de que la historia tuviera un sentido progresivo y que ese sentido pudiera ser activado. Finalmente, la ofensiva apunta al descr¨¦dito mismo del saber hist¨®rico, de la historia, porque as¨ª queda sin sanci¨®n el comporta miento de la reacci¨®n objetiva y se elude la gran cuesti¨®n: la necesidad de cambiar la idea de progreso acu?ada por la conciencia burguesa, arruinada por el grado cero de desarrollo y la imposibilidad de mantener los niveles de acumulaci¨®n capitalista. A la defensiva, con miedo a perder votos, a desestabilizar el statu quo de los bloques o a excitar el fantasma del fascismo, los partido de izquierda tradicionales ha dado la callada por respuesta asumen un strip-tease te¨®rico que m¨¢s parece el lanzamiento de lastre desde un globo que pierde altura, y en lo fundamental renuncian a renovar su conocimiento social, porque tal vez se pondr¨ªa en cuesti¨®n su propia funci¨®n. Y en cuanto a los intelectuales de izquierda no org¨¢nicos, no militantes, o bien est¨¢n en plena expiaci¨®n por sus alienaciones pasadas o bien temen pasar al museo antropol¨®gico de la premodernidad, juntos y revueltos con el Manual de Econom¨ªa de la Academia de Ciencias de la URSS, el santo prepucio de Kautsky, el tampax y el traje de ba?o incorrupto de Mao Zedong.
Los malestares de la conciencia universal fin de milenio son malestares sociales derivados de una determinada organizaci¨®n de la producci¨®n y de la vida, y, por tanto, sigue siendo necesario un cambio radical de estructuras, sin que pueda separarse el plano nacional del internacional. El marco dial¨¦ctico de fondo sigue siendo la relaci¨®n de dominaci¨®n entre capital y trabajo, entre centros colonizadores y periferias colonizadas. Es decir, el marco sigue siendo, en lo fundamental, el que supo plasmar el socialismo cient¨ªfico, al que hay que a?adir m¨¢s de 100 a?os de agudizaci¨®n y metamorfosis de las contradicciones. Pero es cierto que la radicalidad de estas contradicciones se manifesta sobre todo en la periferia, y el escepticismo desganado del habitante de una provincia c¨¦ntrica del imperio es consecuencia de su propia p¨¦rdida relativa de protagonismo. El tema de la crisis de la izquierda entretiene como una chucher¨ªa del esp¨ªritu que s¨®lo tiene sentido en los escasos rincones del mundo (Par¨ªs, Londres, Malasa?a, Olot) donde la izquierda ha podido permitirse el lujo de anquilosarse. Pero, incluso en esos rincones privilegiados, la izquierda sigue teniendo funci¨®n cuando, por encima de razones de coyuntura, est¨¢ en condiciones de elegir entre sandinistas y antisandinistas, entre burocracia sovi¨¦tica y aquellos disidentes que apuestan por las libertades como instrumentos para cambiar la vida y la historia, entre nuclearizaci¨®n y desnuclearizaci¨®n, entre pol¨ªtica de bloques y desarme universal generalizado, sin olvidar tomas de partido tan elementales como elegir el sentido de austeridad que trata de imponer la patronal o el sentido que pueden asumir las clases populares a cambio de estimular el proceso de transformaci¨®n
La historia sigue
Pero dif¨ªcilmente la izquierda puede quejarse de la ofensiva de la nueva derecha y de la grave neutralidad apol¨ªtica de la juventud o de las masas cuando no ha sabido ni siquiera espabilar al intelectual org¨¢nico colectivo que ten¨ªa m¨¢s cercano y ha tolerado, por v¨ªa activa o pasiva, que se convierta en un idiota org¨¢nico colectivo, idiota perfecto, porque ni siquiera sabe que lo es. Al margen de este querer o no querer, poder o no poder, la historia sigue y los aburridos provincianos o capitalinos del imperio pueden ver a trav¨¦s de la televisi¨®n, privada o p¨²blica, en blanco y negro o en color, c¨®mo en la periferia la nueva derecha es otra cosa e inscribe 30.000 desaparecidos en el necesario debe de la democracia. Y sin ir tan lejos, los desganados occidentales pueden comprobar c¨®mo los bobbies pierden la compostura cuando los pacifistas se oponen a que la nueva derecha convierta su peso en misiles at¨®micos y c¨®mo los sofisticados ejecutivos de multinacionales, ir¨®nicos y sutiles perdonahistorias, puestos a elegir entre beneficios y contaminaci¨®n, eligen contaminaci¨®n.
Al fin y al cabo, la izquierda naci¨® hist¨®ricamente para ganar la batalla del progreso, y si la izquierda realmente existente no sirve, las necesidades humanas la sustituir¨¢n por otra. Incluso pueden cambiarle el nombre. Pero me parece que no se trata de una simple cuesti¨®n nominal.
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