Las empresas francesas cotizar¨¢n a la Seguridad Social tambi¨¦n por los robots
Los robots de la civilizaci¨®n que cotizar a la Seguridad Social como un ciudadano de carne y hueso, para subvencionar las necesidades de las cotizaciones para la jubilaci¨®n. En Francia, como en los dem¨¢s pa¨ªses industrializados, el dilema que se perfila es inexorable: o se aumentan m¨¢s las cotizaciones de la poblaci¨®n activa o se recorta la remuneraci¨®n de los jubilados. La ¨²nica soluci¨®n a largo plazo es el crecimiento econ¨®mico, es decir, alcanzar la salida del t¨²nel de la crisis. En caso contrario, la cotizaci¨®n de los robots y otros remedios y martingalas como el aumento de los a?os de trabajo (y no lo contrario) no llegar¨ªan a evitar el estallido del sistema de cobertura social que garantiza un retiro obrero m¨¢s o menos nutrido.
Se trata de uno de los grandes, temas de la modernidad beligerante que est¨¢ alumbrando el tercer milenio: ?cobrar¨¢n su paga los jubilados del a?o 2000? Parad¨®jicamente, cuando el Gobierno socialista, en Francia, acaba de adelantar el retiro a los 60 a?os (es voluntario), los responsables del mismo Gobierno dejan entender que de no alcanzar de nuevo una tasa de crecimiento eficiente habr¨¢ que volver a levantar el techo de la jubilaci¨®n. En todo caso, en estos mismos momentos el problema se est¨¢ viviendo aqu¨ª con ansiedad. El ministro de Asuntos Sociales, Pierre Beregoboy, ha conseguido un precario equilibrio de las cuentas de la seguridad social de la jubilaci¨®n, pero nadie se lama a enga?o: se han aumentado las cotizaciones de los trabajadores y de los patronos; no se sabe c¨®mo el estado ha participado en la operaci¨®n, y a trancas y barrancas el sistema franc¨¦s sigue siendo el m¨¢s envidiado del mundo. Pero el edificio est¨¢ a merced de todos los vientos mal¨¦ficos de la crisis, porque, en definitiva, la crisis es la culpable original de las inquietudes que se presagian en este pa¨ªs.
Superar el Estado-providencia
"El estado-providencia sobrevive penosamente en una econom¨ªa sin crecimiento. Dicho estado, dentro de 15 a?os, s¨ª es que llega hasta esos niveles, no resistir¨¢ ni al envejecimiento de la poblaci¨®n ni a la merma de la misma. El sistema de jubilaci¨®n reventar¨¢; en estos mismos momentos ya se ha encendido la mecha". Quien as¨ª se expresa, en el cap¨ªtulo de un libro -frente al futuro- que va a aparecer el pr¨®ximo d¨ªa 10 de este mes en las librer¨ªas de francia, es Alain Minc, economista-futurista, director de Saint Gobain, una de las grandes empresas nacionalizadas por los socialistas cuando alcanzaron el poder, va a hacer tres a?os el mismo d¨ªa 10.D¨ªas pasados se celebr¨® en Par¨ªs un debate sobre esta cuesti¨®n en el que se enfrentaron los especialistas m¨¢s reputados como las cabezas pensantes del mundo de las mutaciones tecnol¨®gicas. una de esas cabezas participantes, la de Michel Albert, autor reciente de El reto europeo, estima sobre la posible futura hecatombe del sistema de pago de jubilaciones que existen muchas posibilidades de que este a?o de 1984 sea clave de cara al futuro. Dice Albert que por primera vez las dos poblaciones que aumentan en Francia son la de los jubilados y la de los parados. S¨®lo disminuye la de los activos. A?¨¢dase a las dos citas anteriores un tercer elemento: la fecundidad decreciente. Todo ello formula en Francia el problema inicial: ?se podr¨¢n pagar las jubilaciones no tardando?
Un profesor de econom¨ªa, tambi¨¦n especialista de la cuesti¨®n, contribuye con una clarificaci¨®n inquietante: muchos franceses creen que con sus cotizaciones actuales les ser¨¢ pagado el retiro el d¨ªa que les corresponda. El error, anota el mismo personaje, es de talla: los que cotizan hoy, lo ¨²nico que financian es el pago de los actuales jubilados. Ellos adquieren ¨²nicamente una especie de cr¨¦dito moral ante la sociedad. Lo que hace falta es que dentro de 5, 10, 15 o 20 a?os quede alguna reserva sana en caja. Y como en Francia, parece ser que ocurre otro tanto en los dem¨¢s pa¨ªses industrializados y por las mismas causas de fondo: la crisis econ¨®mica, la demograf¨ªa descendente y tambi¨¦n los caprichos de los diversos sistemas de financiaci¨®n.
Por ahora, los franceses calculan que, de no hundirse la econom¨ªa, a¨²n podr¨¢n resistir algunos a?os por lo que toca a la demograf¨ªa, ya que esta sociedad est¨¢ aprovechando el aumento de natalidad de la generaci¨®n que vino almundo favorecida por los coitos de la era del crecimiento salvaje. El equilibrio esencial se mantendr¨¢; es decir, el equilibrio entre la banda de la poblaci¨®n que cuenta de 20 a 60 a?os y la que cifra los que superan esta ¨²ltima edad. Naturalmente, el peligro actual de cara al futuro se palpa ya: la fecundidad, a causa de la crisis, disminuye. La mayor¨ªa de las sociedades desarrolladas vive la misma angustia. Sirva como ejemplo jap¨®n, del que los especialistas aseguran que de no reconquistar tasas importantes de natalidad ofrecer¨¢ un ejemplo aterrador dentro de 40 a?os: cada persona activa tendr¨¢ que sostener a ocho jubilados.
El enemigo de la tercera edad
Pero el enemigo n¨²mero uno de una tercera edad con sueldo es la crisis econ¨®mica. Baste citar una cifra ejemplar. En Francia 100.000 cotizantes menos suponen una p¨¦rdida de 3.000 millones de francos (60.000 millones de pesetas) para la caja de los jubilados. Esos cotizantes restantes proceden del paro de la crisis econ¨®mica, que ahogar¨¢ todas las argucias de perennizarse. Ya se da por seguro que no tardando ser¨¢ imposible mantener el retiro a los 60 a?os y, a la vez, el pago de este ¨²ltimo al mismo nivel de hoy.La ¨²nica soluci¨®n, seg¨²n argumentos coincidentes, vendr¨¢ del crecimiento econ¨®mico. Pero otras f¨®rmulas, o m¨¦todos, o sistemas, paliar¨¢n los riesgos del futuro, y de cualquier manera tendr¨¢n un papel en el mundo de la tecnolog¨ªa. Se piensa ya, incluso oficialmente aqu¨ª, que como el robot va a reemplazar al hombre demanera creciente, no ser¨ªa descabellado imponer a la dicha mu?eca de la era inform¨¢tica.
Tambi¨¦n oficialmente no se descarta la idea de la soluci¨®n individual, parcialmente al menos: quiere decirse que en esta galaxia de todas las modernidades, nacida de la emergencia del individualismo, con detrimento de las soluciones globales o colectivas, el ciudadano, en vez de esperarlo todo del Estado-providencia, tendr¨¢ que ahorrar cuanto gana para garantizar una parte del bienestar de sus d¨ªas pachuchos. El ministro socilista franc¨¦s de asuntos sociales implora la idea como una posibilidad esos ahorros podr¨ªan ser invertidos, aunque luego se correr¨ªa el peligro de la gesti¨®n ruinosa de los mismos.
De los pa¨ªses industrializados, en casi todos se plantea la misma cuesti¨®n, aunque en t¨¦rminos diferentes seg¨²n la situaci¨®n econ¨®mica y en funci¨®n tambi¨¦n del sistema de remuneraciones. Pero Jap¨®n ya proyecta elevar la edad de la jubilaci¨®n a 60 a?os (actualmente es a los 55). En Estados Unidos la medicina aparece en t¨¦rminos brutales: actualmente la jubilaci¨®n se alcanza a los 65 a?os y se proyecta, escalonadamente, situarla a los 66, 67 y 70 a?os. En los pa¨ªses n¨®rdicos la jubilaci¨®n s¨®lo es posible a edades avanzadas, y este sistema se mantiene.
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