Los informadores espa?oles realizan un plante en la visita a la Ciudad de los Cosmonautas
El celo del omnipresente servicio de seguridad sovi¨¦tico termin¨® provocando ayer una in¨¦dita decisi¨®n: las ocho decenas de periodistas, fot¨®grafos y t¨¦cnicos de televisi¨®n espa?oles que siguen el primer viaje de los Reyes de Espa?a a la URSS, decidieron un¨¢nimemente dejar de asistir a la visita programada a la Ciudad de los Cosmonautas, en las cercan¨ªas de Mosc¨².Una reducci¨®n a ¨²ltima hora del limitado grupo que los sovi¨¦ticos hab¨ªan decidido acreditar en principio para ese acto, motiv¨® la retirada de todos los periodistas, tanto de los que se encontraban ¨¦ntre los elegidos, como de los que hab¨ªan sido marginados.
El problema surgi¨® el viernes, despu¨¦s de la visita que los Reyes hicieron al monasterio ortodoxo de Zagorsk. Los responsables de la seguridad sovi¨¦tica aseguraron que los period¨ªstas espa?oles "se hab¨ªan portado mal" y que, por ello, se iba a reducir dr¨¢sticamente el grupo de acreditados en la Ciudad de los Cosmonautas.
Una larga negociaci¨®n -una m¨¢s de las que se han dado todos los d¨ªas- entre los funcionarios de Prensa sovi¨¦ticos y espa?oles sirvi¨® para suavizar las restrictivas medidas propuestas a ¨²ltima hora por el pa¨ªs anfitri¨®n, sin que, en ning¨²n caso, se llegara a lo prometido.
De com¨²n acuerdo, y cuando los autobuses que iban a conducir a los periodistas espa?oles a la Ciudad de los Cosmonautas estaban ya a punto de salir, se plante¨® la retirada como protesta. El d¨ªa antes, en Zagorsk, varios popes (sacerdotes ortodoxos) hab¨ªan ca¨ªdo al suelo cuando los servicios sovi¨¦ticos de seguridad trataban de empujar a los fot¨®grafos y camar¨®grafos de las televisiones espa?ola y catalana.
M¨¢s de un fot¨®grafo se vio marcado tan de cerca por miembros de la seguridad sovi¨¦tica, que casi no pudo hacer fotos aunque no se encontraba lejos de los Reyes. El viernes por la tarde, durante la recepci¨®n ofrecida por los monarcas a la colonia espa?ola, al calor y la dignidad que ten¨ªa el encuentro se sobrepon¨ªa la pintoresca nota de color de uno de los gigantones guardaespaldas sovi¨¦ticos, que miraba entre asombrado y amenazante, como si fuera a saltar de un momento a otro sobre el p¨²blico.
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