Paz y desarme
A pesar de que Converg¨¨ncia i Uni¨®, a trav¨¦s de su hombre en Madrid, se?or Roca Junyent, se ha mostrado partidaria de que Espa?a se integre en la OTAN, y pese a que el honorable Jordi Pujol dijo comprender las razones de la intervenci¨®n norteamericana en la isla de Granada, la Generalitat es una de las entidades que colaboran en la convocatoria de unos debates sobre el peligro de guerra nuclear y las alternativas pacifistas. M¨¢s coherente es la Esta de organizadores pertenecientes al sector de pacifistas de toda la vida y concienciadores cr¨ªticos hasta que la muerte nos separe.Los barceloneses podr¨¢n contemplar a la plana mayor del pacifismo europeo, encabezada por E. P. Thompson, historiador ingl¨¦s de prestigio universal que ha aportado a los movimientos pacifistas la gravedad de su diagn¨®stico hist¨®rico y la propuesta de luchar contra un determinismo suicida. La m¨¢s reciente obra de Thompson publicada en Espa?a, Opci¨®n cero, se ha convertido en un biblia racionalista sobre el tema de la supervivencia que figura en todas las cabeceras de cama de la progres¨ªa del pa¨ªs. Yo la tengo. Y de la cabecera de la cama la rescato para leer: "Lo que necesitamos no es tanto un control de las armas como un control de los dirigentes militares y pol¨ªticos que emplazan esas armas". Reagan odia a Thompson y los dirigentes sovi¨¦ticos le tienen inquina porque en cierta ocasi¨®n escribi¨®: "... tenemos que defender y ampliar el derecho de todos los ciudadanos del Este y del Oeste a intervenir en este movimiento com¨²n... Hemos de empezar a actuar como si ya existiera una Europa unida, neutral y pac¨ªfica. Tenemos que aprender a ser leales no al Este o al Oeste, sino a cada cual, y hemos de pasar por alto las prohibiciones y limitaciones impuestas por los varios estados nacionales".
Convenientes jornadas de concienciaci¨®n en una Catalu?a extra?amente desganada ante el tema, tal vez en la creencia de que las bombas at¨®micas s¨®lo caen en las capitales de los estados. En este sentido, y no en otro, suelen ir mis iron¨ªas sobre la probabilidad de que la bomba at¨®mica caiga sobre Madrid. Pero si llega el caso, Dios no lo quiera, de que una bomba at¨®mica cayera sobre Madrid, tendr¨¢ que pasar por encima de mi cad¨¢ver. El que avisa no es traidor.
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