La feria de la aspirina
Otra vez el santo nos puso a remojo. Ni media corrida pudimos presenciar en lo enjuto. Si llevaran a los tendidos caf¨¦ con leche, lo vender¨ªan a pozales. Cuando acaba el festejo, la gente sale a escape de la plaza y entra atropel en los bares pidiendo caf¨¦ y aspirina. Esta es la feria de la aspirina.Para los veteranos de la feria de Valdemorillo no, que esos est¨¢n vacunados contra los cataclismos meteorol¨®gicos, pero el resto corre serios peligros en esta isidrada, como pillar una pulmon¨ªa y que le encoja el traje. Algunas se?oras llegan a Las Ventas luciendo rutilante modelo de c¨®ctel y se van de minifalda. Otros espectadores se visten de buzo. Los que tienen finca, se ponen macferl¨¢n. No todos los que llevan macferl¨¢n tienen finca, pero presumen de ello y adem¨¢s est¨¢n calentitos.
Plaza de Las Ventas
18 de mayo. Tercera corrida de feria.Cinco toros de Nicol¨¢s Fraile, bien presentados, algunos flojos; con casta y manejables en general. Primero, sobrero de Justo Nieto, bien presentado y noble. Julio Robles. Pinchazo, estocada corta baja perdiendo la muleta y descabeflo (aplausos y salida al tercio). Pinchazo, otro hondo tendido y dos descabellos (aplausos). Jos¨¦ Antonio Campuzano. Dos pinchazos, rueda de peones, media, y nueva rueda de peones (divisi¨®n cuando saluda). Estocada corta baja perdiendo la muleta (silencio). Luis Francisco Espl¨¢. Pinchazo, media perdiendo la muleta y siete descabellos (silencio). Pinchazo bajo perdiendo la muleta, otro hondo y descabello (pitos).
El enorme grader¨ªo es un crujido de pl¨¢sticos. Cuando aprieta el aguacero, se entolda de paraguas, y la afici¨®n saca el ojo entre ellos, por donde puede, para descubrir trocito de ruedo. Siempre hay uno que saca una mano a la intemperie y da la voz de alarma: "?Ya no llueveee!". Al grito, se cierran los paraguas, y ya puede en aquel momento estar el torero dando un sainete, que los ol¨¦s retruenan, porque al gent¨ªo le reconforta que escampe, como es natural, y le sobreviene la vena triunfalist¨¢. Pero dura poco el triunfalismo y en seguida recupera la intransigencia. Adem¨¢s, vuelve a llover, y a c¨¢ntaros.
La borrasca est¨¢ contra los toros. La borrasca se est¨¢ convirtiendo en un arma guerrera de los irascibles enemigos de la fiesta, mucho m¨¢s contundente que todas las diatribas con que obsequian a la afici¨®n cuando llega la feria. Ahora bien, ser¨¢ mucho m¨¢s contundente, pero no est¨¢ claro que sea eficaz, porque as¨ª caigan chuzos de punta, la gente llena la plaza "hasta la bandera", aguanta truenos y rel¨¢mpagos; lo que haga falta, menos perderse la corrida.
La de ayer ten¨ªa inter¨¦s porque alternaban tres toreros en buen momento. Luego, a la hora de la verdad, no lo demostraron demasiado. Quiz¨¢ la culpa fue de las canales del cielo. A remojo, la plasticidad de las suertes se desti?e. En la hora seca, con el noble toro que abri¨® plaza, Julio Robles instrument¨® impecables series de redondos. Despu¨¦s, inexplicablemente, perdi¨® el sentido de la distancia, y desluci¨® la faena. Al cuarto le administr¨® muchas tandas de derechazos, a la misma velocidad con que ca¨ªa la lluvia. El p¨²blico no se lo tuvo en cuenta, y no s¨®lo por solidaria comprensi¨®n. Preocupado por sostener el puro con una mano, el parag¨¹as con la otra, el del vecino con la nariz para que no le metiera la varillla por un ojo, la almohadilla que se empapaba por momentos y transmit¨ªa su inquietante frescor al ondillo, no le que daban ganas de matizar.
Campuzano tuvo tambi¨¦n fortuna con el aguacero porque, de haber sol y moscas, le habr¨ªan reprochado amargamente el abusivo uso que hac¨ªa del pico en el quinto. Ya se lo reproch¨® la afici¨®n cuando a¨²n no ca¨ªa agua a mantas y el diestro de Gines pegaba derechazos al boyante segundo. Porque, en efecto, retrasaba la pierna contraria en tanto que avanzaba el pico, y lo ortodoxo es al rev¨¦s. En el quinto, el diestro lleg¨® a perder los papeles. El toro le achuchaba, a pesar de su natural noblet¨®n. Pero era un toro de casta, y al toro de casta no se le domina pegando pases con el pico, sino toreando; es decir, con aquello de parar-templar-mandar... "y cargar la suerte".
La humedad ambiental produjo cortocircuito en las otras veces brillantes luces de Luis Francisco Espl¨¢. Lidi¨® con sobriedad, pero actu¨® apagado y, en ocasiones, hasta confundido. Incluso en banderillas estuvo confundido: un par lo clav¨® en la mism¨ªsima barriga del toro; ah¨ª lo clav¨® -con lo que duele. Se ci?¨® Espl¨¢ con el tercero en los trincherazos y pases de la firma iniciales, muy toreros, y como en los redondos citaba demasiado de cerca, escasa resultaba la embestida del poco codicioso toro y corto el muletazo. En el sexto, un ejemplar bravuc¨®n, fuerte, bronco y duro, ali?¨® con oficio. Le pitaron por eso. Las manos las tendr¨ªa ocupadas el p¨²blico, pero la boca no, y emit¨ªa penetrantes silbidos mientras abandonaba a escape el tendido. De all¨ª, al caf¨¦ y la aspirina. Mucho caf¨¦ y mucha aspirina hacen falta para sobrevivir en esta feria. Menos mal que s¨®lo quedan 22 tardes.
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