El Ateneo de Madrid
Maruja Torres firma un art¨ªculo aparecido en el n¨²mero de ese diario correspondiente al pasado d¨ªa. 6 de maya titulado Centenario del Ateneo de Madrid. La palabra de todos, en el que, entre otras cosas, se?ala que en un determinado momento y por parte de personalidades del Ministerio de Informaci¨®n y Turismo, t¨¢cita o expresamente comprendidas en un plural en el cual aparezco, se decidi¨® "cambiar el nombre de la instituci¨®n y convertirla en otra cosa, en una dependencia ministerial pura y simple".La firmante de tan pintorescas como poco rigurosas afirmaciones parece haber o¨ªdo campanas sinacertar a orientarse, y como secretario general del Ateneo de Madrid en la ¨¦poca a la que Maruja Torres se refiere, y como tal citado por ella, me interesa puntualizar:
1?. Es incierto, o al menos no me puede ser atribuido ni como incitador ni como colaborador de ello, el intento de convertir el Ateneo de Madrid "en una dependencia ministerial pura y simple", prop¨®sito por m¨ª desconocido. Lo cierto es que la Asociaci¨®n Ateneo Cient¨ªfico Literario y Art¨ªstico de Madrid hab¨ªa sido cancelada en el correspondiente registro de asociaciones y, por tanto, no ten¨ªa existencia jur¨ªdica, aun cuando de hecho se daba la circunstancia de existir un conjunto de bienes procedentes de dicha asociaci¨®n y de aportaciones del Estado que continuaban funcionando al servicio de particulares que, al no existir la asociaci¨®n, no pod¨ªan jur¨ªdicamente ser miembros de la misma, pero que satisfac¨ªan unas cuotas y a los que se facilitaba un carn¨¦ de socio, con n¨²mero de registro de asociado, bajo el nombre de Ateneo de Madrid", entidad que tamp oco figuraba en el registro de asociaciones.
2?.. Las obras de consolidaci¨®n y mejora del edificio del Ateneo, en la etapa de referencia, comenzaron poco dcespu¨¦s de mi llegada a la secretar¨ªa general, manteniendo el edificio abierto. Se comenz¨® por construir dep¨®sitos que acogieran los miles de vol¨²menes que, sin ficha topogr¨¢fica, porque no hab¨ªa lugar para su colocaci¨®n, permanec¨ªan apilados en las habitaciones altas de la casa de Santa Catalina, acentuando, con su peso no distribuido, las deficientes con diciones de seguridad de la planta. Prosiguieron las obras de mejora, y en el desarrollo de las mismas se advirtieron situaciones de riesgo que aconsejaron emprender una m¨¢s amplia tarea de restauraci¨®n, por lo que hubo necesidad de cerrar la casa, ya que se deb¨ªa proceder, como se hizo, a sustituir vigas, sujetar muros, desmontar y sanear la escalera principal y el lucernario, reemplazar y reforzar suelos, etc¨¦tera.
Finalmente, quiero se?alar que si la autora de tan confuso como poco documentado art¨ªculo se hubiera tomado la molestia de solicitarme alguna informaci¨®n, por mi parte y con mucho gusto, pod¨ªa, haber puesto a su disposici¨®n documentaci¨®n pertinente e incluso fotografias que muestran el estado de deterioro en el que se encontraban la casa y sus instalaciones. Haber contribuido con mis gestiones y perseverancia a que los subsecretarios de Informaci¨®n y Turismo, Hern¨¢ndez Sampelayo y Sabino Fern¨¢ndez, y los directores generales Thomas de Carranza, Jaime Delgado, Blanco Tob¨ªo y Ricardo de la Cierva, as¨ª como el oficial mayor, Agust¨ªn Utrilla, autorizaran y buscaran la f¨®rmula de realizar unas obras que, en definitiva, han mejorado y en algunos. aspectos evitado la ruina del edificio e instalaciones de los que ahora se conmemora el primer centenario, constituye uno de mis mayores orgullos en una dilatada hoja de servicios prestados a la Administraci¨®n. /
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