Inquietud en el hospital p¨²blico
El cambio apuntado por el programa sanitario con el que el PSOE gan¨® las elecciones no ha llegado todav¨ªa a nuestros hospitales p¨²blicos, dice el autor de este. trabajo, quien confiesa hablar desde posiciones progresistas y no inmovilistas, desde la opci¨®n favorable al citado cambio. Pero todav¨ªa faltan por resolver, en su opini¨®n, m¨²ltiples problemas, de los que cita exactamente tres: la remuneraci¨®n de los m¨¦dicos, la falta de medios t¨¦cnicos y las condiciones para el desarrollo de la profesi¨®n.
Los objetivos sanitarios del programa con el que los socialistas ganaron las elecciones de 1982 conten¨ªan tan prometedores cambios en nuestros hospitales, los ¨®rganos menos enfermos de todo nuestro sistema de asistencia, que muchos m¨¦dicos que en ellos trabajamos acogimos a los nuevos responsables con ilusi¨®n y esperanza.Casi media legislatura ha sido consumida ya, y la mara?a de inventarios, estudios, planes y proyectos generados desde entonces parece haberles paralizado. La alarma cunde, llega la desilusi¨®n y se pierde la esperanza. Y tengo que aclarar inmediatamente que no escribo desde la posici¨®n de quienes, ya antes de iniciarse el cambio, pusieron la proa a toda novedad. Lo hago m¨¢s bien desde una perspectiva progresista, ya que comparto b¨¢sicamente los objetivos sanitarios del Gobierno, pero, al pan, pan, y al vino, vino.
Al hacerse cargo del ministerio y del Insalud, los socialistas se encuentran con un gran monstruo enfermo. Los recursos, antes cuantiosos, han ido disminuyendo. La gesti¨®n ha sido desastrosa: se ha despilfarrado, impagado, malversado... No hay inventarios y hasta se desconoce el n¨²mero de empleados del Insalud. Los recursos propios se emplean insuficientemente, mientras se pierden cuantiosas sumas en servicios concertados. Ni m¨¦dicos ni pacientes est¨¢n contentos y florece un sistema paralelo de mutuas, que duplica el gasto, ofreciendo servicios semejantes, pero de calidad inferior, con los mismos protagonistas.
La f¨®rmula para sanear tal caos parece bastante clara: Los mismos recursos, pero mejor gestionados, permitir¨¢n generar fondos bastantes como para mejorar sustancialmente la asistencia a todos los niveles. Bastar¨¢ agrupar competentes equipos gestores, bien pagados y con amplia autonom¨ªa, motivar y pagar suficientemente a los m¨¦dicos y disponer de nuevos instrumentos jur¨ªdicos que permitan allanar el camino: una ley b¨¢sica de sanidad, nuevas organizaciones de la asistencia primaria y de la hospitalaria.
La verdad es que la cosa no est¨¢ resultando nada f¨¢cil. El caos era mayor de lo previsto, no existen gestores competentes en el n¨²mero y en la distribuci¨®n necesarios, claudican algunos protagonistas y se oponen a los cambios muchas gentes. Y, sobre todo, eso est¨¢ claro, cada vez hay menos dinero.
Los m¨¢s altos cargos de la sanidad, de quienes me consta su permeabilidad a la informaci¨®n, su buena fe y su voluntad de hacer cosas, se debaten en esta situaci¨®n y hacen lo que pueden. Por` algo son economistas. Y hasta dejan ya traslucir una indisimulada satisfacci¨®n por algunos incipientes resultados en el plano de la gesti¨®n (el gasto se ha contenido, la eficacia inversora ha aumentado, se han aclarado algunas cuentas), y en el de la imagen p¨²blica de la acci¨®n sanitaria del Gobierno que parece, incomprensiblemente, ser positiva. Pero poco se habla de lo que realmente preocupa al m¨¦dico de hospital. ?Y qu¨¦ es ello?
1. Su remuneraci¨®n. Nuestros sueldos son tres veces menores que los de nuestros colegas franceses o brit¨¢nicos, y 4, 5 o 10 veces menores que los de los alemanes, suizos o norteamericanos. En realidad, no ganamos m¨¢s que algunos de los m¨¢s humildes empleados de la banca, y este grosero error puede comprometer, por s¨ª solo, cualquier reforma sanitaria. No todos los m¨¦dicos tienen el mismo grado de competencia, y es necio imaginar que el esfuerzo desarrollado para llegar al m¨¢s alto pueda hacerse sin reconocimiento social, profesional y econ¨®mico alguno. Mientras realidades econ¨®micas no reconozcan esta verdad dentro del sistema p¨²blico, existir¨¢, como siempre ha sido, un mercado exterior a ¨¦l. La Administraci¨®n, que aspira a_algo parecido al National Health Service brit¨¢nico, deber¨ªa tener bien presente que, a¨²n hace bien poco, tuvo ¨¦ste que doblar de golpe los sueldos de sus m¨¦dicos de hospital, porque los mejores emigraban masivamente a Am¨¦rica y florec¨ªa de nuevo una pr¨¢ctica privada que casi hab¨ªa desaparecido.
En realidad, se trata de un problema de modelos sociales. Nuestra sociedad tiene que revisar profundamente alg¨²n d¨ªa a qui¨¦n debe remunerar m¨¢s en funci¨®n de la magnitud de los problemas que resuelve para ella.
El ciudadano, que est¨¢ habituado a que se paguen millones a los futbolistas o a los pilotos, y que nunca se ha planteado si es o no justificable que los notarios o los registradores ganen aqu¨ª- tanto dinero, cuando estas profesiones ni existen siquiera en pa¨ªses m¨¢s avanzados, deber¨ªa darse cuenta de que no puede durar el ensue?o de que le operen a ¨¦l del coraz¨®n o del h¨ªgado manos expertas, entrenadas a costa de muchos a?os de duro esfuerzo y de cuantiosos gastos, por su sueldo que, todo lo m¨¢s, llega a 150.000 pesetas netas.
Sin pagar lo que vale el trabajo del m¨¦dico no habr¨¢" ni lo duden, ninguna reforma sanitaria que funcione. Aceptamos, porque no hay otro remedio, que faltan recursos ahora y que hay que plegar velas esperando mejor coyuntura. Pero exijamos que la Administraci¨®n ponga ¨¦ste entre sus objetivos prioritarios. Estamos en una sociedad occidental liberal, en la que el derecho a la salud debe estar garantizado., Pero pagando por ello.
2. Los medios t¨¦cnicos. El lector tiene que saber hasta qu¨¦ punto se ha descapitalizado el hospital p¨²blico en estos a?os. No es que no haya habido ni una peseta para nuevo material en 1983, es que tampoco ha habido en 1979, 1980, 1981 y 1982. 0 casi. Los equipos est¨¢n viejos. Todos los d¨ªas aparecen nuevos y m¨¢s caros aparatos, que son -?ay!- cada vez m¨¢s necesarios para aplicar los avances t¨¦cnicos a nuestro oficio. Y no se trata aqu¨ª de estar a la moda. Es que para sanar enfermos de 1984 hacen falta aparatos de 1984, aunque sea al precio de 1984.
3. Unas condiciones profesionales estimulantes. Personalmente comprendo, aunque no comparto, que los economistas que rigen nuestra sanidad encuentren tan prioritario el ahorro que posterguen las remuneraciones y el equipamiento, pero no alcanzo a comprender que no hayan dado un solo paso gestor para estimular a quienes quieren hacer medicina de calidad. Si no hay acicate econ¨®mico ni medios mejores, la ¨²nica v¨ªa para hacerlo era la promoci¨®n de los mejores. Pero, ?sabe el lector no m¨¦dico que desde octubre de 1982 no se ha cubierto ninguna vacante hospitalaria en Espa?a? ?Sabe acaso que no se ha celebrado ninguno de los centenares de concursos (y hay miles de m¨¦dicos sin empleo) previamente convocados? ?Y sabe que, salt¨¢ndose a la torera, como administraciones anteriores, todas las reglamentaciones vigentes y no pocas sentencias judiciales, no ha convocado en sus plazos, varias veces al a?o, las vacantes producidas? Es grave esta par¨¢lisis por lo que representa de menosprecio al pobre m¨¦dico (?qu¨¦ pasar¨ªa si al se?or Serra se le ocurriera suspender durante dos o tres a?os los ascensos en el Ej¨¦rcito?), pero es que, adem¨¢s, refleja que se ha impedido, desde que est¨¢ en el poder el Gobierno socialista, toda promoci¨®n profesional entre nosotros. Ni m¨¢s ni menos.
El doctor
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.