Machado
Evidentemente, nadie ha de negar a nadie el derecho a enamorarse de un escritor. Tampoco de poner velas, ni incluso de embalsamarse conjuntamente en la melancol¨ªa, una vez descubierta la evidencia de que la melancol¨ªa es de los sentimientos m¨¢s confortadores. Nadie ha de negar a nadie el derecho de hacerse repetidamente nadie si, ante todo, esa pretensi¨®n acabara allanada en el silencio. Es, sin embargo, esta frecuente zarabanda de ohes y ¨¦xtasis machadianos lo que ya resulta cada vez mas insalubre. Por poca defensa que del vigor se haga, habr¨ªa sido aconsejable tomar medidas muy severas. Pero es conocido que el Gobierno est¨¢ directamente involucrado en ello.Penitenciarios de don Antonio Machado. Cofrad¨ªa de dolientes que entonan su memoria con la benevolencia que inspira la banalidad de su poes¨ªa. ?Poes¨ªa? No importa, puesto que se trata de hacer aprendizaje escolar y las primeras letras pueden permitirse ser simples y ocurridizas. O, en todo caso, fuera o no poes¨ªa, qu¨¦ m¨¢s dar¨¢ si se trata de un buen hombre. Incluso sus detractores literarios estar¨ªamos dispuestos a mayor indulgencia si nos hubieran dispensado de tant¨ªsima bondad. Nadie habr¨¢ de levantar la mano frente a tan so mero ¨ªdolo de la sobriedad, ligero de equipaje y exento de tantas otras cosas acordes con la virtud de la sorpresa. Vaya penitencia posfranquista que nos ha ca¨ªdo con esta interminable beater¨ªa machadiana. Y lo que es peor, est¨¢n acudiendo a ella gentes a las que no se les hab¨ªa podido sorprender en un literario ejercicio del gusto. Pero Machado es ya como cumplir con los oficios de otra ¨¦poca. Son las gabelas de esta pol¨ªtica. No se les ocurre otra cosa a autoridades leales que echarle una placa a Machado, una cita al bies. Es devastador. Homenaje tras homenaje, todo se queda entristecido y reblandecido con el recuerdo de don Antonio. No hay t¨®pico de club popular o de parlamento auton¨®mico que no se cubra de estos jaramagos. Hasta ¨¦l mismo habr¨ªa sido hastiado por esta fila de feligreses mitad proclives a la piedad, mitad lectores hembras de la literatura. Medrosos degustadores de esta apaisada escritura de ¨¢rboles y cartapacios.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.