El mejor toreo a caballo
Varios pasajes del festejo de rejones de ayer y las actuaciones completas de Manuel Vidri¨¦ y Joao Moura, fueron amplio muestrario del mejor toreo a caballo. Cada a?o, por la feria, hay un reencuentro con la versi¨®n ecuestre de la tauromaquia y se puede constatar que siempre eleva su nivel de calidad. Ojal¨¢ con el toreo a pie ocurriera igual.Desde aquella ¨¦poca del rejoneo de posguerra, que casi podr¨ªa considerarse la prehistoria de esta modalidad torera, hasta nuestros d¨ªas, el toreo a caballo ha evolucionado tanto como desde la invenci¨®n de la rueda a los viajes interplanetarios. Las suertes que hacen hoy los rejoneadores, entonces hubieran parecido imposibles. Esos quiebros, en un palmo de terreno, que ejecutaban ayer Vidri¨¦, Moura y Buend¨ªa en la d¨¦cada de los a?os cuarenta, s¨®lo imaginarlos habr¨ªa parecido locura.
Plaza de Las Ventas
26 de mayo. Und¨¦cima corrida de feria.Cinco toros de Antonio Ord¨®?ez y sexto de Carmen Ord¨®?ez, con trap¨ªo y romana, pero con los pitones excesivamente cortados. En general, dieron juego. ?lvaro Domecq, aplausos y saludos. Manuel Vidri¨¦, dos orejas. Joao Moura, aplausos y saludos. Javier Buend¨ªa, oreja. Por colleras, Domecq-Moura, petici¨®n y vuelta; Vidri¨¦-Buend¨ªa, dos orejas.
La propia concepci¨®n del toreo a caballo que hoy se hace habr¨ªa parecido una locura. Hoy se torea con un temple de tal naturaleza que admitir¨ªa comparaci¨®n con el de muleta, interpretado por un Belmonte en las cumbres de la inspiraci¨®n. En la corrida de ayer, Vidri¨¦ fue el mago del temple, tanto por su toreo a una vez sobrio y t¨¦cnicamente perfecto, como por el mismo temple del toro, que era ideal para ejecutarle todas las suertes que hay inventadas.
La actuaci¨®n de Vidri¨¦ transcurr¨ªa con una precisi¨®n y un ritmo sorprendentes que ten¨ªan encandilada a la afici¨®n, y cuando quebr¨® en los medios pr¨¢cticamente en la misma cara del toro, salt¨®, enardecido, el p¨²blico, porque aqu¨¦l era un alarde de emoci¨®n m¨¢xima; y era, al tiempo, la muestra m¨¢s palpable del dominio t¨¦cnico que ha llegado a alcanzar este torero el cual accede, por derecho propio, a la cabeza de los de su especialidad. Lo que ayer hizo Vidri¨¦ se dir¨ªa que es insuperable. Pero tal como evolucionan los rejoneadores cada a?o parecer¨ªa ocioso dar por culminados su valor y su creatividad.
Y Joao Moura, el revolucionario torero portugu¨¦s de escuela, no fue menos que el madrile?o. Su tarea result¨® m¨¢s dif¨ªcil, porque el toro tambi¨¦n lo era. El toro estaba querencioso y reserv¨®n, se arrancaba a oleadas o no se arrancaba en absoluto. Moura le pisaba el terreno, consent¨ªa, arriesgaba, y cuando el manso, que se cre¨ªa seguro de su presa, le saltaba encima, vaciaba el derrote con limpieza, reun¨ªa al estribo y sal¨ªa limpiamente de la suerte. Los caballos de Moura, ante la fiera y para encelarla, daban ver¨®nicas, literalmente ve¨ªamos ver¨®nicas en su caracoleo y en su piafar; median los terrenos, una veces dando distancia, otras acort¨¢ndolas; porfiaban el cite con sus encastadas evoluciones de maravillosa flexibilidad. Despu¨¦s Moura realiz¨® quiebros impresionantes, citando tan en corto que parec¨ªa imposible no saliera arrollado y, como Vidri¨¦, alcanzaba un ¨¦xito leg¨ªtimo.
Sin embargo mat¨® muy mal Moura, porque siempre mata mal y, como otras veces le sucede, tuvo fallos garrafales al prender los hierros. En su actuaci¨®n por colleras, con ?lvaro Domecq, puso un par de banderillas en el brazuelo, y se qued¨® tan ancho. Rarezas de los genios.
Domecq tore¨® mejor que el collero Moura en el quinto toro, y en el que abri¨® plaza, que tuvo nobleza y pronta arrancada, luci¨® su excelente t¨¦cnica. Igual que Javier Buend¨ªa, que tuvo ayer su mejor actuaci¨®n en Las Ventas. Ambos imprimen a su toreo fragancias camperas, que enriquecen las suertes y acoje gozoso el p¨²blico urbano de Madrid. En el sexto, cay¨® el caballo de Buend¨ªa en la cara del toro, pero ¨¦ste no hizo por ellos sino que los brinc¨® y fuese, para general alivio. Equino y jinete se repusieron pronto del trastazo y el rejoneador pudo dar r¨¦plica al toreo de Vidri¨¦, que de nuevo se mostraba f¨¢cil y puro.
Entre los toros hubo de todo, bravos y mansos, pero se uniformaban en trap¨ªo y fortaleza. Ninguno se cay¨®. Los taurinos dicen que los toros de rejoneo no se caen "porque no se emplean". Tiene gracia. Los toros de lidia ordinaria se caen en cuanto dan dos carreras, mientras los que sacan para rejoneadores se pasan la faena corriendo de un lado para otro a toda velocidad, les obligan a doblar mil veces, clavan en sus lomos un bosque de hierros, y ah¨ª andan, tan frescos (o as¨ª), hasta que los fulminan de rejonazo bajero.
Un gran ¨¦xito, el triunfo del toreo a caballo, constituy¨® la corrida de ayer. Volvemos hoy a la lidia, que es lo que de verdad gusta en esta plaza, y a la realidad de la feria que, hasta ahora, en el paso de su ecuador, ha sido cruda. Veremos qu¨¦ pasa. Veremos qu¨¦ pasa, sobre todo, con los percherones que sacan para picar, pues ayer estaban en la cuadra, pero se asomaban para ver pasar a las hermosas y pizpiretas jacas de los rejoneadores, y se pon¨ªan a cien.
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