Mosc¨²-Madrid, el duro retorno
Los 'ni?os de la guerra' que regresan se encuentran en la indefensi¨®n econ¨®mica
"?Qu¨¦ es esto, madre? Nos vinimos, ?y ahora qu¨¦?". "En la Uni¨®n Sovi¨¦tica ¨¦ramos espa?oles; en Espa?a nos consideran sovi¨¦ticos". Yuri, el hijo mayor de Clara Aguirregaviria -una ni?a vasca evacuada a la Uni¨®n Sovi¨¦tica durante la guerra civil espa?ola que ha regresado a Espa?a con su marido sovi¨¦tico, sus dos hijos y una nuera-, a veces se impacienta, agotado de dar golpes al aire. Aunque ¨¦l dispone de pasaporte espa?ol, que obtuvo en Mosc¨² acogi¨¦ndose a su condici¨®n de hijo de espa?ola, no puede ejercer todav¨ªa su profesi¨®n de pediatra. Los tr¨¢mites de convalidaci¨®n de su t¨ªtulo, tan lentos que pueden rondar f¨¢cilmente un a?o, desesperan a este joven m¨¦dico. Con ¨¦l han venido su mujer, sovi¨¦tica de nacimiento y periodista, y una hija de ambos. Una aventura incre¨ªble la de su esposa, que apenas habla castellano y que a¨²n tiene que esperar un a?o para poder solicitar la nacionalidad espa?ola, aunque Yuri pregunta: "?C¨®mo no se acelera la concesi¨®n en casos como el nuestro, que estamos casados desde hace a?os?".Clara Aguirregaviria, adem¨¢s, no hubiese regresado si no le hubieran acompa?ado su marido y sus hijos. "No quise aprovechar la primera oleada de ni?os que retorn¨® en 1957, porque entonces no dejaban venir a mi marido". Una hermana suya, soltera, que tambi¨¦n fue evacuada en 1937, s¨ª que volvi¨®, "y otras dejaron a sus maridos, y ¨¦sa ha sido su tragedia". Clara aguard¨® la llegada de tiempos mejores, "pero siempre con la esperanza de retornar, diciendo a mi marido y a mis hijos que estuvieran preparados, porque yo soy muy espa?ola y necesitaba volver. No sabes el fr¨ªo que he pasado all¨ª, c¨®mo echaba de menos nuestro clima".
Pero hay otras razones que les obligan a arrastrar con ellos a los hijos. "Cuando decides marcharte, s¨®lo puedes sacar 200 rublos (unas 40.000 pesetas). Y despu¨¦s de 30 a?os de trabajo, me corresponde una pensi¨®n equivalente a 10.000 pesetas, una cantidad suficiente en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, donde la vivienda y los servicios sociales son del Estado, pero absolutamente miserable si pretendes vivir aqu¨ª". Por eso los jubilados o los que est¨¢n a punto de cumplir los 60 a?os -o 55 a?os las mujeres- s¨®lo pueden regresar bajo el cobijo de los hijos, casi todos ellos profesionales. Es toda la tribu familiar la que se pone en pie y se lanza en pleno a la patria de los padres.
Una vuelta que algunos ni?os acarician desde hace 40 a?os. "Nos dijeron que s¨®lo estar¨ªamos all¨ª mientras durase la guerra". La victoria franquista bloque¨® el entendimiento de las autoridades de ambos pa¨ªses y el sue?o del retorno empez¨® a tejerse de pesadillas. La segunda guerra mundial dificult¨® de nuevo la repatriacion, que s¨®lo empez¨® a vislumbrarse a la muerte de Stalin. A partir de 1957 inici¨® el regreso alrededor de un millar, pero algunos tuvieron que regresar Por problemas de adaptaci¨®n. Por un lado, los gobernantes franquistas recibieron con muestras de agasajo a los espa?oles que regresaban a la patria tras haber permanecido en el infierno rojo, y muchos de ellos obtuvieron viviendas y trabajo.
30 familias desean volver
Pero los que retrasaron el regreso en espera de encontrar una Espa?a m¨¢s tolerante o de poder venir con una pensi¨®n honrosa han perdido el tiempo. Ni la pensi¨®n sovi¨¦tica les sirve para vivir en Espa?a ni el Gobierno actual parece recordarles. "No todos los cerca de 1.000 que quedan regresar¨ªan, pero hay al menos 30 familias espa?olas que est¨¢n ansiosas por volver, aunque es posible que mueran antes de lograrlo".Algunos ni?os -ni?os sesentones, se entiende- han empujado a sus hijos, en su mayor parte universitarios, a venir antes a Espa?a para preparar su vuelta. Estos precursores han ido llegando entre 1978 y 1983 con la pretensi¨®n de buscar trabajo y vivienda para traerse en una segunda fase a sus padres y suegros, pero sus propios problemas son una r¨¦mora que dificulta o hace imposible el encuentro.
Los padres de Angelines Fueyo, ambos de Sama de Langreo (Oviedo), todav¨ªa en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, a¨²n no han perdido la esperanza de volver. Su madre, evacuada a los siete a?os, se escap¨® tres veces del cami¨®n que la conduc¨ªa al barco del ¨¦xodo, porque no deseaba abandonar su tierra... M¨¢s tarde, tras varios a?os de exilio, se cas¨® con otro ni?o de su propio pueblo. El matrimonio espa?ol intent¨® el retorno en 1957, pero la incomprensi¨®n familiar les forz¨® a deshacer el camino y a reintegrarse a la vida sovi¨¦tica de nuevo. Pero no han renunciado a morir en Espa?a, y por eso, Angelines, su marido, Eugeniovich Ponomav -a quien todos llaman Eugenio, porque hay una imparable espa?olizaci¨®n sentimental y efectiva entre ellos- y su peque?a hija est¨¢n ya en Espa?a desde hace dos a?os, cavilando c¨®mo y cuando podr¨¢n traerse a los abuelos. Una operaci¨®n complicada, porque Eugenio y Angelines est¨¢n encontrando toda clase de trabas para instalarse. Ella tiene pasaporte espa?ol, pero a ¨¦l a¨²n no le han concedido la nacionalidad espa?ola ni le han convalidado su t¨ªtulo de doctor en Medicina, aunque tiene ofertas de trabajo. Especializado en radiolog¨ªa, Ponomav ha patentado un aparato quir¨²rgico para la tromboectom¨ªa venosa transyugular que ya ha obtenido eco en algunos pa¨ªses europeos.
Pat¨¦tica, por una u otra raz¨®n, es la situaci¨®n de los ni?os que han regresado en los ¨²ltimos a?os. Como la de C¨¦sar G¨®mez Almaz¨¢n, que decidi¨® venir solo, con la intenci¨®n de que su familia se reuniera con ¨¦l cuando hubiera encontrado trabajo y que, abrumado por las dificultades que encuentran sus compa?eros, no se decide a pedir a los suyos que vengan. G¨®mez Almaz¨¢n ha encontrado empleo como profesor de Matem¨¢ticas en la Universidad Polit¨¦cnica. "Pero como es uno de los pocos que trabajan, nos da de comer a todos", dice Esther Llanos, otra ni?a, que ha venido con un hijo. "Es la verdad" insiste Esther, ante las protestas de C¨¦sar; "hay varios de los nuestros viviendo en su casa, y todos terminan yendo a comer all¨ª". Los nuestros, claro est¨¢, son los espa?oles que han vuelto a la patria, sin connotaciones pol¨ªticas.
Esther Llanos, licenciada en Historia por la Universidad de Mosc¨², ni siquiera ha intentado convalidar su t¨ªtulo. "Las 2.000 o 3.000 pesetas que me costar¨ªa las necesito para cosas m¨¢s urgentes". Est¨¢ registrada en las oficinas de empleo, pero no confia en encontrar trabajo. Ni siquiera recibe pensi¨®n sovi¨¦tica, porque adelant¨® su retorno para que su hijo Arturo no tuviera que hacer el servicio militar sovi¨¦tico (dos a?os en Infanter¨ªa o tres en Marina, y sin poder salir del pa¨ªs en un plazo m¨ªnimo de cinco a?os, lo que hubiera hipotecado el regreso definitivo). Por eso lo m¨¢s duro para Llanos es la falta de vivienda, una reivindicaci¨®n com¨²n de los ni?os y sus familiares ante las autoridades espa?olas. En 1982, el Ministerio de Obras P¨²blicas y Urbanismo concedi¨® algunas viviendas en Fuencarral para algunos ni?os y los profesores que les acompa?aron. Pero aquella operaci¨®n se paraliz¨®, y ahora son 40 las familias que solicitan vivienda, reunidos en una Comisi¨®n de Repatriados Espa?oles.
Abandono total
Otros ni?os, como Jos¨¦ Sobrado, tambi¨¦n sin pensi¨®n sovi¨¦tica, y con su t¨ªtulo de ingeniero de Minas recientemente convalidado -entre tanto ha trabajado de capataz en la construcci¨®n-, piden al Estado espa?ol que se les reconozcan aqu¨ª los a?os trabajados en la Uni¨®n Sovi¨¦tica o que se completen las pensiones sovi¨¦ticas."?Para qu¨¦ pide Mor¨¢n en Mosc¨² que regresen los espa?oles si los que estamos aqu¨ª estamos abandonados?", se lamenta Sobrado. "?C¨®mo es posible que espa?oles de pura cepa estemos peor atendidos que los vietnamitas o los cubanos?". "Nuestro caso, adem¨¢s, es ¨²nico", dice Esther; "¨¦ramos ni?os y nos evacuaron a la fuerza. Nos separaron de nuestros padres a causa de la guerra, y 40 a?os despu¨¦s seguimos divididos y separados de los nuestros". "El problema no est¨¢ all¨ª, sino aqu¨ª. Espa?a nos exili¨® y Espa?a debe acogernos. Es triste que mientras los camaradas, o sea, los pol¨ªticos y los profesores, han obtenido vivienda y pensi¨®n, en base a los a?os que trabajaron aqu¨ª, a los ni?os nos tienen tirados". Disimulando con risas sus ojos h¨²medos, Esther Llanos comenta, castiza: "Una pensi¨®n por los sufrimientos padecidos es lo que tendr¨ªan que darnos".
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