La elipse
21 lunes
Mart¨ªn Prieto me escribe desde Baires: "De entre todas las abyecciones, me faltaba la del matrimonio". Me invita a su boda transatl¨¢ntica. Maestro del periodismo -cr¨®nicas Campamento-, lo conoc¨ª de peque?ito en una academia de ingreso a la Facultad/Escuela, cuando yo ya viv¨ªa de los peri¨®dicos. Es l¨²cido, fr¨ªo, solter¨®n, inteligente y de izquierdas. Despu¨¦s de la boda, seguir¨¢ siendo un solter¨®n.
23 mi¨¦rcoles
Raphael va perdiendo la ph como se pierden dientes a medida que pasan los a?os. La otra noche, en la Scala de Madrid, anunci¨® que iba a hac¨¦rselo en plan Celia G¨¢mez, ya que la ninfa estaba en la sala. "El ¨¢guila de fuego". El tiempo, ahora, pasa m¨¢s de prisa, por culpa de los rojos y mencheviques que nos gobiernan, de modo que Raphael -Ph- desde los mediados 60 de su lanzamiento, es ya una Celia/macho que a Af¨¢n Umbral (el personaje adolescente y femenino que me ha creado Pedro Rodr¨ªguez) le suena a Raquel Meller, sin tener tampoco muy claras las diferencias entre Raquel Meller y Elena Quiroga, acad¨¦mica. Lo de estas pasotillas es que es como muy fuerte. Lo cual que mi querido Escobar, los Ardid, el gran Fernando Rey y toda la guapa gente de la Scala esperaban el machiembrado Ph/Celia, que no se produjo por olvido del cantante, seg¨²n las lenguas anabolenas y las alegres comadres del roneo, que dice la Platero. Dado que al artista le sobran facultades para hacer de ¨¢guila de fuego, hemos deducido que alguien le aconsej¨® al superdotado de Linares no meterse en el revist¨®n, que es g¨¦nero de mucha pluma, aunque ¨¦l tenga, de nacimiento, el coraz¨®n arrevistado. El que no acudiese, finalmente, a saludar a do?a Celia, que estaba sentada junto al suegro de Ph, Santo Floro, no supone un segundo olvido, sino una manera de rehuir explicaciones. El gran rival de Raphael no es Iglesias. El rival de Raphael es Celia G¨¢mez.
25 viernes
Lidia Falc¨®n O'Neill. "Querido Francisco: escribes que he condenado cruentamente al violador del Eixample. Yo creo que a ti tambi¨¦n te doler¨ªa que a Envidita, la peque?a subnormal a quien acompa?abas a pasear por las afueras de Madrid, mientras a¨²n viv¨ªa, la hubiese violado un gracioso cualquiera, de esos que merecen tan democr¨¢ticas defensas". Lidia, h¨¢bil polemista, comienza su carta enumerando los desastres del violador de Gracia, ese Jawsl3 catal¨¢n, para luego centrarse en un personaje m¨ªo, ni?a de mis mejores/peores a?os madrile?os. Me duele, me doli¨® la subnormal Envidita de Trilog¨ªa, Lidia, pero ?qui¨¦n la hizo subnormal? La ciencia, la falta de ciencia, la imprevisi¨®n gen¨¦tica (no hay imprevisi¨®n b¨¦lica), el azar innecesario o el azar como necesidad. Todo ese mogoll¨®n que los m¨¢s pesimistas llaman Dios. Quiero decir, Lidia, querida Lidia, que el mal est¨¢ en el mundo como parte del bien (Sartre) o como motor del mundo (Baudrillard). El violador es violador como Envidita era subnormal (y c¨®mo me duele, todav¨ªa, 25 a?os m¨¢s tarde, aplicarle esa palabra). ?No es lo del violador del Eixample una subnormalidad? Quiero decir, en fin, Lidia, que el mal no son unilateralmente los malos ni los violadores ni los jud¨ªos ni los negros ni las mujeres ni los hombres. El mal es, precisamente, la parcializaci¨®n del mal, el confinar en el mal a un sector de la humanidad, la vida, el tiempo o la cultura. Malos somos todos, venturosamente, venturosa Lidia, y la salvaci¨®n est¨¢ en intercambiar nuestros males generosamente, hasta que la generosidad del mal sea ya un bien. El mismo que hizo subnormal a Envidita hizo violador al violador: Nadie o todos: la sociedad. Llamas "patol¨®gica" a la sexualidad de los violadores, Lidia, con lo que me est¨¢s prestando armas/argumentos. Envidita es la inocencia patol¨®gica, y el violador de Gracia, la culpa patol¨®gica. Que nuestros castigos no sean tambi¨¦n patol¨®gicos.
27domingo
Somos de la generaci¨®n de Amancio, qu¨¦ le vamos a hacer. La generaci¨®n de las carrozas con trenka, que defino en mi Diccionario cheli, no somos sino la generaci¨®n de Amancio. Cre¨ªamos que nuestro hombre/piloto iba a ser Althusser, porque somos unos redichos o Gramsci o Aranguren, pero la vida, una vez m¨¢s, nos recuerda nuestra vida. (Ha dicho alg¨²n fil¨®sofo reciente que la tautolog¨ªa es el ¨²nico modo filos¨®fico sincero.) La vida es/era Amancio. Me lo dec¨ªa el gran B¨®dalo en las noches complicadas de Oliver (¨¦l escuchaba el f¨²tbol por el transistor mientras hac¨ªa el gran Goya de Buero): "Toda esta gloria de actor, Umbral, la cambio yo por ser Amancio". Le hice a Amancio una cr¨®nica cuando le retiraron, que no estaba, ni mucho menos, para retirarse. (Si los directores de peri¨®dico, que suelen tener talento, tuvieran, adem¨¢s, un gramo de locura, yo ser¨ªa cronista de f¨²tbol hace mucho tiempo.) Pero Amancio vuelve, como vuelven siempre los capitanes: quiz¨¢, capit¨¢n es el que vuelve. Como volvi¨® el Cid, despu¨¦s de occiso. Amancio jugaba de interior, y el interior es como el cerebro de ese cuerpo con once pares de piernas y brazos, con once cabezas y once meniscos, que es un equipo. El interior es el intelectual del f¨²tbol y por eso se merece el homenaje de los intelectuales, tan "interiores" ellos a s¨ª mismos, ahora que vuelve como entrenador/preparador. Adelante, Amancio, porque usted, pese al goal average, don Amancio, tiene tanto poder emblem¨¢tico que es y ha sido el capit¨¢n, no s¨®lo de la hinchada/bocata, sino de toda una punta de estetas de la cosa. Somos la generaci¨®n/Amancio, y me gustar¨ªa que una noche le rindi¨¦ramos homenaje, don Amancio, aqu¨ª la intelligentzia y los engag¨¦s, con B¨®dalo recitando, tr¨¦mulo, el discurso de las armas y las letras. O el balance econ¨®mico del Madrid.
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