Delirio, agresi¨®n, sorpresa
La ¨²ltima secuencia de la pel¨ªcula muestra a Divine, ese inmenso travestido de m¨¢s de 100 kilos, comer ¨¢vidamente los excrementos que un perro acaba de depositar en la acera. Divine mira a la c¨¢mara satisfecha, y el filme concluye. Es una buen imagen para sintetizarlo. Pink Flamingos es una provocaci¨®n, un filme ins¨®lito, una sorpresa, que hace 14 a?os dio la vuelta a los festivales que aceptaban en sus pantallas las muestras de este underground que no quer¨ªa ya ser valorado por el gusto burgu¨¦s y arremet¨ªa con la defensa de sus propias ideas.Lo que Pink Flamingos ofrece es el espejo distorsionado de todo un mundo, naturalmente marginado, que sirve de negativo a la moralidad reinante. Sus personajes quieren ser los m¨¢s perversos de la tierra, y por detectar esa autoridad se destrozan y matan entre s¨ª. Son los reyes de la basura, los m¨¢s guarros, quienes m¨¢s aprecian el gusto por la sangre, las castraciones, el dolor, lo soez. Son los defensores de lo contrario y, como tales, divertidos, ingeniosos, sorprendentes: "?Cu¨¢les son sus ideas pol¨ªticas?", preguntan a Divine. "Matarlos a todos", responde ella con aplastante seguridad.
Pink Flamingos
Gui¨®n, direcci¨®n, fotograf¨ªa y montaje: John Waters. Int¨¦rpretes: Divine, David Lochary, Mink Stole, Mary Vivian Pearce, Edith Massey, Danny Hills, Channing Wilroy, Cookie Muller, Paul Swift, Susan Walsh y Linda Olgeirson. Comedia. Norteamericana, 1972. Local de estreno: Alphaville.
Hay en la pel¨ªcula una complicidad con quienes saben detectar su exageraci¨®n. El resto del p¨²blico, sin embargo, no tendr¨¢ m¨¢s remedio que odiar la pel¨ªcula, rechazando su horrorosa puesta en escena, la mala calidad de los int¨¦rpretes, la p¨¦sima fotograf¨ªa. Pink Flamingos es un juego que precisamente importa por esas deficiencias, la obra de quienes utilizaron el cine como diversi¨®n pero retratando con desfachatez cuanto realmente viv¨ªan en sus cloacas. Divine, por ejemplo, tuvo que ser conocida y aceptada en el mundo del cine, aunque siempre en su condici¨®n de marginada, y hoy es, mal que pese a muchos, la aut¨¦ntica heredera de Mae West, que si bien nunca gust¨® de excrementos, inspiraba su sofisticaci¨®n en un rotundo rechazo a la mojigater¨ªa y, por tanto, en una defensa de cuanto ocultan las normas sociales.
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