Victoria excesiva en Egipto
Es PROBABLE que los resultados de las elecciones parlamentarias que se han celebrado en Egipto hayan representado para el partido del Gobierno, y m¨¢s concretamente para el presidente Hosni Mubarak, una victoria excesiva, si se tienen en cuenta los prop¨®sitos de promover un cambio pol¨ªtico que determinaron la convocatoria de dichas elecciones. Es cierto que la nueva C¨¢mara ser¨¢ bastante distinta de la anterior: el Neo Wafd, resurrecci¨®n del tradicional partido liberal de la ¨¦poca mon¨¢rquica, prohibido hasta hace poco tiempo, tendr¨¢ 57 diputados. En la propia mayor¨ªa, aplastante, de 391 diputados del partido oficial, el Partido Nacional Democr¨¢tico, unos 200 llegan al Parlamento por primera vez; muchos diputados del per¨ªodo de Sadat, caracterizado por m¨¦todos autoritarios, han sido sustituidos por personas m¨¢s pr¨®ximas al talante moderado y dialogante de Mubarak. La campa?a electoral dio lugar a una apertura que sorprendi¨® a los propios partidos de la oposici¨®n: pudieron editar sin censura sus programas y declaraciones; dispusieron de espacios en radio y televisi¨®n; el tono de las cr¨ªticas, cautelosas al principio, fue subiendo... Estos rasgos, completamente inusitados, sin precedente en Egipto, suscitaron ilusiones exageradas: se lleg¨® a pensar que las elecciones en s¨ª alcanzar¨ªan igualmente cotas de respeto democr¨¢tico, comparables a las de los pa¨ªses occidentales; se especulaba no s¨®lo con una minor¨ªa del Wafd superior a los 100 diputados, sino con la presencia en el Parlamento de dos partidos de izquierda, el Partido Socialista de los Trabajadores, socialdem¨®crata, y la Uni¨®n Nacionalista y Progresista, marxista y nasserista.La realidad es que las viejas pr¨¢cticas de actos de violencia y falsificaci¨®n de los resultados han ocupado un espacio importante en el desarrollo de las elecciones. Ello se ha realizado con formas particularmente descaradas en los lugares donde se presentaban ministros y otros altos personajes del r¨¦gimen. Probablemente la intenci¨®n de Mubarak de lograr una expresi¨®n mucho m¨¢s aut¨¦ntica de las opiniones del pa¨ªs ha sido contrarrestada por su propio aparato de Estado y de partido, decidido a mantener, en muchos lugares, como siempre y como sea, sus posiciones de poder. La izquierda no ha alcanzado el l¨ªmite m¨ªnimo del 8% para obtener un acta; el Neo Wafd ha quedado subrepresentado. Una preocupaci¨®n esencial de Mubarak al convocar las elecciones era convertir el Parlamento, y el funcionamiento de los partidos, en un sistema de mediaci¨®n entre el poder y una poblaci¨®n con grav¨ªsimos problemas sociales, con extensas zonas de desarraigo y miseria y susceptibles, por tanto, de ser ganada por el fanatismo isl¨¢mico, cuyos brotes ya se han manifestado. Pero no es nada seguro que ese objetivo haya sido logrado.
Ser¨ªa err¨®neo, no obstante, ignorar los elementos nuevos que estas elecciones aportan. Frente a las cifras fant¨¢sticas de los tiempos de Sadat, con participaciones declaradas del 70% y votos de apoyo al Gobierno de m¨¢s del 90%, esta vez se sabe que poco m¨¢s de la mitad de las personas con derecho al voto se ha inscrito, y de los inscritos, ha votado el 43%, es decir, poco m¨¢s del 20% de la poblaci¨®n con derecho te¨®rico a votar. Reconocer esta verdad es un paso imprescindible para poder, en el futuro, aproximarse a niveles superiores de participaci¨®n. Lo que ocurra en Egipto tiene una importancia fundamental para Oriente Pr¨®ximo y para el mundo ¨¢rabe en su conjunto. La pol¨ªtica prosovi¨¦tica de Nasser modific¨® durante un per¨ªodo la correlaci¨®n entre los dos bloques. El viraje de Sadat y su integraci¨®n en la estrategia de EE UU provoc¨® cierto aislamiento de Egipto, disminuy¨® su papel en la pol¨ªtica del mundo ¨¢rabe. Con Mubarak, Egipto est¨¢ asumiendo los problemas reales de su entorno, con una pol¨ªtica m¨¢s aut¨®noma y recuperando su sitio en el mundo ¨¢rabe. Si logra consolidar, sobre bases m¨ªnimamente democr¨¢ticas, su sistema interno, podr¨¢ ejercer una influencia considerable.
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