La metanoticia
Una de las m¨¢s f¨¢ciles tentaciones -y tambi¨¦n uno de los m¨¢s destacados peligros- del oficio de periodista quiz¨¢ estribe en situar la actividad propia, tanto la personal como la colectiva, en la yema de la noticia. La l¨®gica y casi admitida tendencia a sobrevalorar lo inmediato y conocido no hace sino aumentar todav¨ªa m¨¢s el peligro de lo que, si claudicamos ante el uso y abuso de la pedanter¨ªa, pudi¨¦ramos bautizar de metanoticia, sin comillas y en su recta acepci¨®n de junto a, despu¨¦s, entre o con la noticia. Existen suficientes y aun sobrados ejemplos de c¨®mo los aparatos de comunicaci¨®n, cualesquiera que fueren, resisten mal y sin entusiasmo alguno la tentaci¨®n de mirarse pasmadamente el ombligo y proclamar ante el mundo lo que all¨ª sucede o, con mayor modestia, lo que all¨ª encuentran o ven. En ocasiones se ha llegado hasta la protesta p¨²blica ante el despliegue de metanoticias que, con frecuencia, apenas interesan a los no profesionales, pero basta con echar una ojeada alrededor para ver c¨®mo, por ejemplo, la desaparici¨®n de un peri¨®dico en la ruina cobra visos de tragedia nacional desmesuradamente cubierta por columnas y titulares que son cualquier cosa menos adecuados y proporcionales a la magnitud del suceso.Pese a tal vicio de despliegue, el tratamiento de la noticia y, en general, la teor¨ªa de la informaci¨®n han sido, quiz¨¢ sin duda, unos de los aspectos que m¨¢s merecieran la atenci¨®n de los estudiosos, desde aquellos lejanos a?os en los que el periodismo fue, ante todo y sobre todo, literatura encubierta, y pese a lo que en tal sentido hayan podido servir de lastre las facultades universitarias llamadas, pomposamente, de Ciencias de la Informaci¨®n. Hoy ning¨²n peri¨®dico, por modesto que fuere, ordena sus p¨¢ginas a la manera un tanto azarosa que estuvo al uso y a la moda en ¨¦pocas pret¨¦ritas y gloriosas. La aparici¨®n de una prensa de ¨¢mbito nacional y la rapidez del transporte, de com¨²n acuerdo, han conducido a las prensas locales a una especie de regionalizaci¨®n a ultranza como medio de supervivencia y salvamento. Pues bien, sus p¨¢ginas han sufrido al tiempo las consecuencias de lo que la teor¨ªa de la informaci¨®n nos ense?a: con mayor profusi¨®n y antelaci¨®n de las secciones locales y con m¨ªnimas alusiones al mundo que existe m¨¢s all¨¢ de la inmediata frontera. Es algo sabido y que tampoco merecer¨ªa mayor comentario, si no fuera porque lo que m¨¢s me anima a insistir en la cuesti¨®n es el efecto de cruce y entrecruce que parece darse entre los dos fen¨®menos se?alados: la autocomplacencia y la sobrevaloraci¨®n del localismo, como ingredientes de un c¨®ctel capaz de conducir al revival de las aspiraciones dada¨ªstas.
Cada d¨ªa leo seis o siete diarios con mayor o menor atenci¨®n, digamos que tirando a menor en casi todos. Con frecuencia me fijo un poco por encima en los titulares, para echar una ojeada, de cuando en cuando, al texto. Y es esa, por cierto, una forma t¨ªpica de leer peri¨®dicos, cosa que saben de sobra los redactores jefes y hasta los directores de las hojas parroquiales. Pues bien, llega un momento en que la imagen del mundo que pudiera hacerme a trav¨¦s de la lectura de los titulares entra de lleno en la parcela superrealista. Recuerdo, al azar, grandes r¨®tulos proclamando la noticia de que en un pueblo de la isla de Mallorca (que cito no m¨¢s por razones de vecindad y como paradigma de un fen¨®meno extendido por todo el pa¨ªs), en un pueblo tirando m¨¢s bien a peque?o, la mayor¨ªa de los cr¨ªmenes del siglo XIV se cometieron en domingo. Supongo que es esa una de las conclusiones a las que puede llegar un estudio universitario serio y riguroso capaz de manejar fuentes dif¨ªciles y variadas, pero me resulta un tanto dificultoso tener que admitir que eso sea una noticia, a menos que intervengan en mi consideraci¨®n los vicios a los que antes alud¨ªa.
Y no es eso todo. La tendencia a la sobrevaloraci¨®n de lo m¨¢s cercano y m¨¢s inmediatamente construido, que puede llegar a su c¨¦nit a poco que se desencadenen las nefastas guerras de art¨ªculos editoriales, conduce a la distorsi¨®n tambi¨¦n de las im¨¢genes del mundo de fuera, que se convierte, casi en exclusiva, en fuente de acontecimientos ins¨®litos y an¨¦cdotas sorprendentes. El exhaustivo informe acerca del siglo XIV local puede rodearse, por ejemplo, de las noticias acerca de la ayuda que va a conceder la ONU a los chinos para mejorar la calidad de sus preservativos, o del abandono en alta mar de 11 polizones negros que se colaron en el barco de un capit¨¢n griego, desaprensivo y partidario de dar de comer a los tiburones. Probablemente ambas son noticias de importancia, y su an¨¦cdota queda reducida al gui?o esperp¨¦ntico por culpa del tratamiento que reciben.
De esa forma, el modesto ombligo propio acaba por convertirse en orgulloso volc¨¢n, y as¨ª llegamos a la ocasi¨®n de preguntarnos, al par de los cl¨¢sicos, c¨®mo demonios se puede ser, en realidad, algo tan ex¨®tico como persa. Supongo que en los diarios chinos se publicar¨¢n tambi¨¦n noticias en recuadro en las que se diga que, en un pa¨ªs remoto, ignoran si el cr¨¢neo de un antepasado famoso pertenece a un hombre o a un asno. Tales cosas levantan el ¨¢nimo sin duda, y as¨ª puede observarse la gravedad y el espacio privilegiado para contar, por ejemplo, c¨®mo los redactores destacados para cubrir el viaje de los Reyes por la Uni¨®n Sovi¨¦tica organizan una huelga ante el Museo del Cosmos por un qu¨ªtame all¨¢ esas pajas y consiguen, de paso, hacer que tiemblen los cimientos del Soviet Supremo.
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