Jerusal¨¦n, un festival de festivales
El grupo teatral La Cuadra, Victoria de los ?ngeles y una antolog¨ªa de la zarzuela representan a Espa?a
Tras el descalabro del anterior Festival de Israel, celebrado en 1982 (que intent¨® llevar adelante un programa de prestigio ofrecido en diversas ciudades y territorios de Israel), Mossinsohn consigui¨® imponer la idea de este nuevo concepto de festival centrado en la reciente capital del Estado de Israel. Con ello se consiguieron no pocos resultados. El desastroso d¨¦ficit (unos 800.000 d¨®lares) parece subsanado con la excelente t¨¢ctica de concentrar la oferta y ofrecerla con car¨¢cter nacional. Para ello se han asegurado representaciones m¨²ltiples del mismo espect¨¢culo en diversos d¨ªas de la semana. No s¨®lo eso, sino que tambi¨¦n se ha establecido un sistema de venta anticipada que produce indudables beneficios (m¨¢s del 50% de reducci¨®n) a los espectadores previsores o que se organizan en grupos. El resultado es la venta de 60.000 localidades antes de iniciarse el festival, y una cifra total proyectada superior a los 130.000 espectadores durante las cuatro semanas del mismo. Por otra parte, seg¨²n los datos ofrecidos por el director del festival, el 60% de las entradas se venden en todo el Estado, mientras que el 40% de las mismas han encontrado compradores en la propia ciudad de Jerusal¨¦n, lo que no es de extra?ar cuando se contempla la calidad de la enorme infraestructura puesta al servicio del festival.No s¨®lo el buen resultado econ¨®mico ha movido al Gobierno israel¨ª a decidirse por la oferta del actual director. Razones pol¨ªticas evidentes han apoyado la decisi¨®n de afincar el festival en la controvertida capital del Estado. Aunque la tensi¨®n entre las tres comunidades es palmaria, tambi¨¦n lo es que el lugar est¨¢ ya acostumbrado a la hegemon¨ªa de una u otra confesi¨®n, como evidencian los restos arquitect¨®nicos entre cuya imbricada geograf¨ªa se desarrollan los espect¨¢culos ofrecidos casi sin discontinuidad. En realidad abunda la oferta occidental (europea y norteamericana), est¨¢n muy presentes los artistas orientales y se ofrecen algunos espect¨¢culos de Israel, aunque se nota la ausencia de acontecimientos art¨ªsticos de origen musulm¨¢n.
Teatro palestino
No obstante, durante mi estancia en la muestra israel¨ª pude asistir a una representaci¨®n sab¨¢tica del teatro palestino El-Hakawati: Las mil y una noches de un lanzador de piedras. Este teatro pol¨ªtico, que ofrec¨ªa una visi¨®n sarc¨¢stica y acusatoria del Estado jud¨ªo y de sus aliados norteamericanos (en la tradici¨®n del primer buen T¨¢bano espa?ol), recibi¨® el ofrecimiento de intervenir en el programa del festival, aunque declin¨® la invitaci¨®n. En su obra pasan revista (musical) a la historia de sus vejaciones, como forma de m¨ªnima resistencia a la imperante cultura jud¨ªa, m¨¢s activa, sofisticada y abierta a las nuevas tendencias est¨¦ticas internacionales.Otra raz¨®n pol¨ªtica de importancia que aconsejaba a los organizadores colocar la sede del festival en Jerusal¨¦n era el enorme poder de convocatoria de esta ciudad hist¨®rica. Con ello se consegu¨ªa atraer tanto a los artistas como a los distintos gobiernos. En el caso de Espa?a, los lazos culturales han sabido romper barreras, que las buenas voluntades pol¨ªticas no han podido franquear. Ello explicar¨ªa (am¨¦n de la variopinta, aunque indudable calidad de la oferta espa?ola) la destacada (y destacable) presencia de nuestros artistas en el marco global del festival.
Como ya he dicho, los organizadores de esta convocatoria se han mostrado conservadores y atentos a los gustos de su p¨²blico, lo que es siempre un acierto cuando se usan fondos p¨²blicos en una empresa cultural. Su segundo objetivo ha sido exigir un marchamo de calidad incuestionable a los invitados (finalidad esta conseguida, hasta ahora, siempre, salvo en el caso del grupo norteamericano Bond Street Theater), lo que se obtuvo pidiendo a los participantes que trajeran espect¨¢culos ya conocidos y seguros. Ello ha convertido al Festival de Jerusal¨¦n en una especie de festival de festivales, asegurando as¨ª su calidad global contrastada, que ofrece a los convocados un logro se?alado en su carrera. Desde ese punto de vista, la presencia espa?ola es buen modelo de las ofertas plurales que inspiran a los organizadores: La antolog¨ªa de la zarzuela (con cuya gala se clausura el festival), Victoria de los ?ngeles (para mel¨®manos con criterio) y La Cuadra, de Sevilla (una de las raras presencias del teatro espa?ol de vanguardia que se pasean por el mundo). Como se puede ver, s¨®lo hay un com¨²n denominador entre los espa?oles: la incuestionable profesionalidad y su gran prestigio en el sector del espect¨¢culo que les corresponde.
Lo mismo puede decirse de los artistas internacionales (n¨®tese la ausencia del calificativo internacional de este festival) presentes en Jerusal¨¦n. Algunos de ellos (Odin Teatret, Sankai Juku, Falso Movimento, etc¨¦tera) son conocidos en Espa?a, y comparten los espacios de aquel festival con La Scala, Claire Bloom, Carolyn Carson y otros creadores menos habituales de nuestros escenarios.
Con relaci¨®n a los espect¨¢culos dram¨¢ticos reunidos por los organizadores, debo destacar los dirigidos a un p¨²blico m¨¢s multitudinario. Durante los d¨ªas de mi estancia en Jerusal¨¦n se presentaron dos bien significativos, que marcaron el entusiasmo que provoca el g¨¦nero musical del pasado siglo. La Scala de Mil¨¢n nos obsequi¨®, en un fr¨ªo Palacio de Congresos con capacidad para 2.500 espectadores, con tres representaciones (la primera, en realidad, fue un educativo ensayo general a teatro lleno) de una ¨®pera de Rossini: La pietra del Paragone. Por su parte, el grupo franc¨¦s nacido hace s¨®lo tres a?os en Par¨ªs, Les Musicomediens, ofreci¨® una maravillosa opereta de Jacques Offenbach que hab¨ªa desaparecido en el siglo XIX y que ellos han recuperado para la escena, con la gracia p¨ªcara de la ¨¦poca y voces adecuadas: Il signor Fagotto.
Los japoneses han invadido Jerusal¨¦n ante los at¨®nitos ojos de tirios y troyanos. Sankai Juku realiz¨® un descenso ritual en las murallas de la vieja ciudad y adapt¨® su Sholiba al anfiteatro del Monte Scopus y al atardecer indescriptible del desierto, que le serv¨ªa de decorado natural. Fujio Ishimaru se pase¨® (con magistral dominio de la pantomima) por los rituales japoneses relacionados con la pr¨¢ctica del animismo, ligero de equipaje y lleno de buen humor.
Sin embargo, sorprendi¨® m¨¢s al p¨²blico del festival la charanga trasnochada de dos espect¨¢culos que afirmaban un vanguardismo de hace 10 a?os. El grupo italiano Falso Movimento present¨® por en¨¦sima vez su Tango glaciale, que pretende ofrecer un musical discotequero a base de diapositivas, est¨¦tica Armani y leve an¨¦cdota corporal de unos bailarines que no saben bailar. Algo parecido ocurri¨® con el solitario show de Marie Chovinard titulado Marie Chien Noir. Esta canadiense tiene un buen cuerpo y realiza adecuadamente las contorsiones que se propone, y en cuyo repertorio incluye lavado y secado de pelo, masturbaci¨®n y pasos perdidos sin collar. Al fondo hay un lamento esquimal que puede despertar una tristeza infinita.
Personajes femeninos
Menos mal que la presencia femenina se vio reforzada por dos espect¨¢culos de gran inter¨¦s. Claire Bloom ofreci¨® una lecci¨®n magistral, al interpretar varias escenas de personajes femeninos de Shakespeare, en una selecci¨®n que t¨ªtulo These are women. Un verdadero fest¨ªn de alta escuela dram¨¢tica para degustadores de exquisitos y tenues matices. Por otros derroteros encauzaron sus pesquisas dram¨¢ticas los componentes del Jerusal¨¦n Drama Workshop. Todo fue simplicidad y buen hacer en estos sobrios actores que dieron vida a la extraordinaria y miserable existencia de otra Ana Frank, Charlotte (Salomon), que pint¨® m¨¢s de 1.000 guaches para recordar las escenas de su existencia familiar, antes de ser exterminada en Auschwitz. Esta recreaci¨®n de su vida a trav¨¦s de su pintura se realiza como ensue?o entre vida y teatro, gracias tambi¨¦n a la excelente m¨²sica de Meredith Monk.Relacionados tambi¨¦n con la tradici¨®n jud¨ªa, muy destacable por su significaci¨®n hisp¨¢nica, fueron los tres conciertos del grupo norteamericano Voice of the Turtle. Interpretan, con exactitud arqueol¨®gica, canciones sefard¨ªes organizadas seg¨²n temas (cantos de amor y boda) o personas (programa en honor de do?a Gracia de Nagi). En su segundo concierto, Scalerica de oro, se produjo un acontecimiento raro en el teatro. El p¨²blico se puso a cantar, bailar y corregir las variantes ofrecidas por los cantantes, que tambi¨¦n representaban, levemente, sus canciones. Resulta que hab¨ªan llegado tres autobuses de campesinos sefard¨ªes, desplazados desde el sur del pa¨ªs, y no pudieron controlar su ¨ªmpetu colaborador con la tradici¨®n popular y festiva.
La presencia espa?ola (esta vez enviada, con buen juicio, desde aqu¨ª) en los primeros d¨ªas del festival corri¨® a cargo de La Cuadra, de Sevilla, que consigui¨®, como ya es tradicional en las giras mundiales de este grupo, sorprender y entusiasmar. As¨ª, el cr¨ªtico de Ma'Ariv (El Peri¨®dico de la Tarde), Haim Nagid, se preguntaba en el suplemento semanal del diario dedicado a las artes si no ser¨ªa posible recuperar (como lo hacen los andaluces) la forma est¨¦tica tradicional para proyectarla hacia el futuro, en este pa¨ªs "que se construye de nuevo cu?o y quiere sobrevivir sin estructurar las formas populares de su memoria".
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