Costa Rica, en el disparadero
Hace siete a?os, cuando estuve por primera vez en Costa Rica, me asombr¨® la semejanza f¨ªsica de su ciudadano medio con el de mi pa¨ªs. Tal vez ello se deba a un factor com¨²n, poco frecuente en el resto de Am¨¦rica Latina: el reducido porcentaje de poblaci¨®n india (en el caso de Uruguay, pr¨¢cticamente inexistente) y la escasa presencia negra en ambos pa¨ªses. Si se agrega a ello el uso del vos y la fuerte tradici¨®n democr¨¢tica, el paralelismo se acent¨²a. Por otra parte, tanto Uruguay como Costa Rica fueron bautizados por pol¨ªticos algo esquem¨¢ticos como "la Suiza de Am¨¦rica". 0 sea, que hasta 1973 hubo dos "Suizas de Am¨¦rica". Tras el golpe militar en Uruguay, queda s¨®lo una, y es de suponer que los costarricenses habr¨¢n tomado buena nota de que existir en el Tercer Mundo a imagen y semejanza de Suiza (tambi¨¦n L¨ªbano fue llamado en otra ¨¦poca "la Suiza del Pr¨®ximo Oriente") no representa demasiadas garant¨ªas.Con el caf¨¦ y el banano como productos nacionales b¨¢sicos; ense?anza gratuita y uno de los m¨¢s bajos ¨ªndices de analfabetismo en Am¨¦rica Latina; una superficie (51.000 kil¨®metros cuadrados) que duplica con creces la de El Salvador, pero es un tercio de la de Nicaragua, Costa Rica se distingue, entre otras cosas, por un rasgo original, casi ¨²nico en el belicista mundo de hoy: tiene 5.000 polic¨ªas, pero carece de ej¨¦rcito. Quiz¨¢ ah¨ª resida una de las causas de sus actuales desazones, ya que Estados Unidos, tradicional proveedor de armas a escala occidental y cristiana, no puede concebir, y mucho menos comprender, que un pa¨ªs peque?o y pobre estime que armarse hasta los dientes puede ser un gasto in¨²til. De ah¨ª que el Departamento de Estado haya decidido catequizar a los ticos, intentando convencerlos, en primer t¨¦rmino, de que Nicaragua est¨¢ todos los d¨ªas a punto de invadirlos. El hecho innegable de que esta amenaza no resulte cre¨ªble para los costarricenses acaso se deba a que Nicaragua y Costa Rica tienen una vieja historia en com¨²n, algo que incluso lleg¨® a hermanarlas en su lucha contra William Walker, el filibustero norteamericano que en el siglo pasado aliment¨® y desarroll¨® una aut¨¦ntica obsesi¨®n: apoderarse de toda la regi¨®n centroamericana.
La abolici¨®n de las fuerzas armadas costarricenses data de 1949 y consta en su Constituci¨®n. En septiembre de 1983, una encuesta a nivel nacional mostr¨® que el 83% de los costarrinceses se oponen al establecimiento del Ej¨¦rcito, el 80% rechaza cualquier variante de servicio militar y el 77% opina que al pa¨ªs no le conviene adquirir armamentos. (Importa recordar que actualmente Costa Rica invierte en rubros de seguridad y defensa apenas un 3% de su presupuesto). El propio presidente Monge declar¨® en esa misma fecha que ante "los riesgos innegables, que no ocultamos, que representa en nuestros d¨ªas no tener ej¨¦rcito, preferimos correr esos riesgos a correr los riesgos de tener un ej¨¦rcito".
Los ticos tienen perfecta conciencia de que su enemigo no es Nicaragua, y, quiz¨¢ por eso Curtis Windsor, el folkl¨®rico embajador norteamericano en San Jos¨¦ (el mismo que en un reciente impromptu descalific¨® moralmente a M¨¦xico y a Colombia como integrantes del grupo de Contadora), ha debido aguzar su imaginaci¨®n para legitimar el aporte de los militares norteamericanos. De ah¨ª que ¨¦stos se llamen, en un l¨¦xico casi metaf¨®rico, "ingenieros militares", y su aparente misi¨®n sea construir carreteras y perforar pozos durante la friolera de: cuatro a?os. "Civiles con obligaci¨®n. militar", as¨ª los ha definido el embajador. Como quien dice: corderos con obligaci¨®n lobuna. Hay, sin embargo, dos elementos sospechosos en ese s¨²bito af¨¢n norteamericano de hacerle carreteras a Costa Rica. Uno: que casualmente se proyecte hacer esas v¨ªas de comunicaci¨®n junto a la frontera con Nicaragua. Y dos: que el coordinador general de las tareas sea nada menos que Paul Gorman, jefe del Comando Sur de Estados Unidos, normalmente radicado en la zona del Canal.
El Partido Socialista Costarricense acaba de publicar un libro blanco (Costa Rica: entre la neutralidad y la guerra), y en ¨¦l se incluyen documentos y publicaciones que permiten comprender mejor la compleja situaci¨®n de la zona. En ese texto se valora muy positivamente la proclama de neutralidad perpetua, anunciada el 15 de septiembre de 1983 por el presidente Luis Alberto Monge, consider¨¢ndola un gesto de apaciguamiento que "no s¨®lo responde a la voluntad mayoritaria de nuestra ciudadan¨ªa, sino que se enmarca dentro de las mejores tradiciones pacifistas y logros democr¨¢ticos del pueblo de Costa Rica". La proclama sucedi¨® curiosamente a la invasi¨®n norteamericana de Granada y fue la contrapartida de la dimisi¨®n de Fernando Volio (sin duda, la principal baza pronorteamericana en el Gobierno costarricense) como ministro de Relaciones Exteriores. "Es una p¨¦rdida para Occidente", coment¨®, exagerado y compungido, el impagable Curtis Windsor. Por su lado, el Fondo Monetario Internacional ejerce sus presiones, y Pasa a la p¨¢gina 12
Costa Rica, en el disparadero
Viese de la p¨¢gina 11 el mencionado diplom¨¢tico, que no suele caracterizarse por su discreci¨®n, confes¨® sin ambages: "Nosotros, generalmente, estamos de acuerdo con este organismo".(20 de noviembre de 1983, en La Naci¨®n, de San Jos¨¦).
El burro y el reactor
Sin embargo, las presiones externas fueron de tal envergadura que el presidente Monge se vio obligado a retirar la proclama de neutralidad perpetua, y el 12 de enero de este a?o declar¨®: "Tuve claro indicio de que se iba a usar el proyecto en cuesti¨®n para bloquear otros proyectos de envergadura (. ..); no iba a prestarme para una maniobra de este tipo". M¨¢s de una vez el Gobierno norteamericano ha declarado que el istmo centroamericano constituye su cuarta frontera. El libro blanco del PSC reconoce que "sin la utilizaci¨®n previa del territorio costarricense le resultar¨ªa sumamente dif¨ªcil al Gobierno norteamericano realizar sus planes militares tendentes a lanzar una operaci¨®n de pinzas contra Nicaragua". Por otra parte, en el mencionado LB (que obviamente sirve de base a estas reflexiones) se alerta contra el "brillante negocio" que representa para los sectores reaccionarios de Costa Rica la colaboraci¨®n con la contrarrevoluci¨®n nicarag¨¹ense y, por supuesto, con Estados Unidos. Para los redactores de ese documento, "la contrarrevoluci¨®n constituye m¨¢s una amenaza a las instituciones democr¨¢ticas de nuestro pa¨ªs que para la estabilidad del r¨¦gimen sandinista", y tambi¨¦n que "las bandas de Pastora son un verdaUero ej¨¦rcito de ocupaci¨®n extranjero en territorio costarricense".
A nadie se le oculta que el presidente Monge no simpatiza con el Gobierno sandinista. Sus recientes declaraciones en Espa?a han confirmado ese rechazo. Es evidente que Monge est¨¢ lleno de desconfianzas con respecto a la revoluci¨®n nicarag¨¹ense; en cambio, no se manifiesta igualmente receloso acerca de las di¨¢fanas intenciones de la Administraci¨®n Reagan. Es, sin duda, una forma (todo lo ambigua que se quiera) de tomar partido.
Neutralidad perpetua, ma non troppo. Sin embargo, y a pesar de esas preferencias personales, el presidente no puede (porque con ello arriesgar¨ªa su propia imagen pol¨ªtica) borrar de un plumazo la acendrada convicci¨®n no-militarista de su pa¨ªs. La carencia de ej¨¦rcito es en Costa Rica una norma constitucional, y ser¨ªa francamente rid¨ªculo que un pa¨ªs que de modo expl¨ªcito ha manifestado su voluntad de no tener militares propios acabara teni¨¦ndolos, pero norteamericanos.
Es obvio que las internacionales de la noticia s¨®lo transcriben opiniones vertidas en la Prensa norteamericana cuando ¨¦stas convienen a los intereses del Departamento de Estado, pero no cuando sirven para esclarecer ciertos temas candentes de la regi¨®n. Por ejemplo, a mediados de abril de 1983, el New York Times y la cadena ABC se?alaron que algunos funcionarios costarricenses hab¨ªan sido sobornados por la CIA a fin de lograr su manifiesto o encubierto apoyo a los contras nicarag¨¹enses. El 10 de mayo del mismo a?o, el Washington Post public¨® un documento secreto del Departamento de Estado en el que constaba que la presencia de los contrarrevolucionarios en la frontera con Nicaragua estaba destinada a deteriorar las relaciones entre ese pa¨ªs y Costa Rica. El informe secreto conclu¨ªa tajantemente: "La historia debe ser Nicaragua contra Costa Rica y no Nicaragua contra opositores armados". El 22 de abril de 1984 el New York Times se?al¨® que ARDE (la Alianza Revolucionaria Democr¨¢tica, hoy escindida en un subgrupo que apoya a Robelo y otro que sigue a Pastora) estaba bajo total control y direcci¨®n de la CIA. El mismo peri¨®dico inform¨® de una reuni¨®n secreta del CONDECA (Guatelama, El Salvador, Honduras; Panam¨¢ como observador) en la que se recomend¨® el estudio de documentos legales destinados a "permitir que las fuerzas armadas de Panam¨¢ y de otros pa¨ªses centroamericanos participen en una acci¨®n para la pacificaci¨®n de Nicaragua". Por algo el embajador Windsor hab¨ªa expresado: "Una invasi¨®n a Nicaragua no es imposible".
En estos d¨ªas se ha recordado que el presidente Monge expres¨® alguna vez que la ayuda militar a Am¨¦rica Central llegaba en reactor, y la econ¨®mica, en burro. La met¨¢fora no es desacertada, sobre todo si se piensa que Costa Rica, como otros pa¨ªses de la zona, se ha pasado esperando que llegue el burro y s¨®lo ha conseguido que venga el reactor. La inconfundible imagen de des¨¢nimo que las c¨¢maras de televisi¨®n han transmitido al preparar y documentar la visita a Espa?a del presidente costarricense quiz¨¢ refleje una convicci¨®n profunda que seguramente no puede asumir estado p¨²blico: la neutralidad perpetua (ese orgullo nacional de Costa Rica) no se compadece f¨¢cilmente con la voracidad, igualmente perpetua, de la patria del big stick y de Milton Friedinan. Lo cierto es que Costa Rica ha sido puesta en el disparadero. No obstante, para un pa¨ªs que carece de ej¨¦rcito, la ¨²nica posibilidad de resistir es afirmarse en su sola fuerza, que es la de sus principios. No estar¨ªa mal que el poder omn¨ªmodo de Estados Unidos fuera controvertido por un peque?o pa¨ªs que ha decidido para siempre ser pac¨ªfico. La jugada incluye una parcela de riesgo y otra de gloria, pero eso mismo quiz¨¢ haga m¨¢s estimulante la osad¨ªa.
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