La escisi¨®n del PNV en Navarra amenaza con generalizarse en el conjunto del partido
La escisi¨®n del Partido Nacionalista Vasco (PNV) en Navarra es ya, m¨¢s que una posibilidad, algo real. No es seguro, pero mucho menos descartable, que a medio plazo la ruptura se generalice al conjunto del partido. En realidad, el conflicto navarro -como antes, en v¨ªsperas de las elecciones auton¨®micas, el contencioso entre Garaikoetxea y la direcci¨®n del partido- adquiere el valor de s¨ªntoma de contradicciones m¨¢s profundas del nacionalismo vasco en la actual encrucijada pol¨ªtica.
No por casualidad la decisiva cuesti¨®n de los pactos, es decir, en definitiva, de la forma de concretar la participaci¨®n del nacionalismo democr¨¢tico en las instituciones del Estado, se ha convertido en detonante de la crisis.La ruptura del nacionalismo en Navarra puede considerarse un hecho desde el momento en que el Consejo Nacional del PNV (EBB), que preside Rom¨¢n Sodupe, ha rechazado de plano la propuesta de soluci¨®n negociada planteada por las juntas municipales de dichos territorios. Desde hace una semana hay en Navarra dos direcciones distintas: la gestora, nombrada por el EBB y rechazada casi un¨¢nimemente por las bases, y la comisi¨®n integrada por 41 militantes -entre los que figuran buen n¨²mero de los dirigentes hist¨®ricos del nacionalismo vasco en Navarra-, a la que apoya la inmensa mayor¨ªa de las asambleas locales, y rechaza el EBB.
A su vez, el hecho de que la asamblea local de Vitoria -que agrupa a la mayor¨ªa de los afiliados alaveses- mostrase el martes pasado su apoyo p¨²blico a la ?niciativa de las juntas municipales navarras y a su comisi¨®n de los 41, a la que considera "aut¨¦nticamente representativa de la afiliaci¨®n navarra", podr¨ªa interpretarse como un s¨ªntoma de la tendencia a la generalizaci¨®n del conflicto a otros territorios.
A la vista de los resultados de 'las asambleas locales celebradas en las ¨²ltimas semanas no parece aventurado deducir que, de los cuatro territorios que configuran la estructura confederal del partido, en tres de ellos -la excepci¨®n es Vizcaya- existe un conflicto, expreso o latente, entre la direcci¨®n provincial oficial y las bases respectivas, al menos en relaci¨®n al contencioso navarro.
Democracia internaestrictos de control de los dirigentes por parte de los dirigidos.
No son pocos, sin embargo, los nacionalistas que comparten las dudas de Carlos Santamar¨ªa.
Seg¨²n dichos sectores, la complicada pir¨¢mide partidista funciona bien como v¨ªa de ratificaci¨®n de lo ya decidido por la direcci¨®n, pero mal como proceso de conformaci¨®n, de abajo hacia arriba, de la voluntad colectiva del partido.
As¨ª, por ejemplo, la opini¨®n del 80% o 90% de los afiliados alaveses, contraria a las sanciones a los navarros, no tuvo ning¨²n reflejo en la asamblea regional ni, por tanto, en la nacional, en virtud de los criterios de representatividad imperante. Las localidades de Vitoria y Llodio, que ajFupan al 90% de la poblaci¨®n de Alava y a un porcentaje similar de la afiliaci¨®n nacionalista de la provincia, se pronunciaron contra las sanciones, pero prosper¨® la opini¨®n de 11 peque?os pueblos favorables a aqu¨¦llas. Los estatutos conceden un voto a cada agrupaci¨®n local, por min¨²scula que sea, y la ponderaci¨®n m¨¢xima concedida a las agrupaciones con mayor n¨²mero de afiliados es de tres votos.
Por lo dem¨¢s, la preponderancia casi absoluta de los m¨¦todos orales de discusi¨®n en un partido que apenas celebra congresos propiamente dichos, es otro factor que a juicio de los sectores cr¨ªticos dificulta el acceso a la cima de la pir¨¢mide de las ideas discrepantes (o meramente renovadoras). Tales m¨¦todos permiten con frecuencia desviar las divergencias pol¨ªticas -por ejemplo, respecto a la pol¨ªtica de pactos- hacia terrenos marginales al problema mismo, como el de la disciplina o los estatutos, favoreciendo reacciones de repliegue aciamatorio en defensa de la "unidad del partido".
Navarra y los pactos
Los problemas de fondo del PNV han acabado por manifestar se precisamente en Navarra, es decir, en el ¨²nico territorio de su ¨¢mbito de actuaci¨®n en el que el nacionalismo no s¨®lo no gobierna, sino que es netamente minoritario (y en el que adem¨¢s Herri Batasuna tiene el doble de votos que el PNV). La consolidaci¨®n de la autonom¨ªa uniprovincial navarra ha planteado a los nacionalistas de dicho territorio el dilema de optar entre una impugnaci¨®n frontal de dicha autonom¨ªa -en nombre de la unidad vasca- o una pol¨ªtica m¨¢s realista, que, sin abandonar el horizonte de la futura integraci¨®n en la comunidad aut¨®noma vasca, se plantee en lo inmediato una l¨ªnea de vasquizaci¨®n (ling¨¹¨ªstico-cultural, sobre todo) de la autonom¨ªa navarra.
Con apenas un millar de afiliados, si la organizaci¨®n del PNV en Navarra opuso tan tenaz resistencia a aceptar la resoluci¨®n de la direcci¨®n central de su partido en relaci¨®n a la elecci¨®n del presidente de la comunidad aut¨®noma navarra, fue porque consideraba que le iba en ello su supervivencia pol¨ªtica. La derecha navarra, en efecto, se configur¨® en los a?os 1976-1980 como opci¨®n, antes que nada, antinacionalista vasca, y de ah¨ª su entusiasta adhesi¨®n a la idea de la autonom¨ªa uniprovincial.
La dureza de las sanciones aplicadas por la Asamblea Nacional -expulsi¨®n de los dirigentes y disoluci¨®n de la organizaci¨®n entera- produjo en los afiliados navarros la impresi¨®n de que hab¨ªan sido sacrificados, como eslab¨®n d¨¦bil de la estructura partidaria, en aras de objetivos -las alcald¨ªas de algunas capitales- respetables, pero coyunturales.
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