Temor a trabajar sin red

La crisis econ¨®mica, al crear una nueva conciencia social que considera el trabajo como un bien escaso, ha generado un corporativismo exagerado entre todos los colectivos laborales, pero muy especialmente entre los funcionarios, por tratarse de trabajadores que una vez aprobada la oposici¨®n ten¨ªan asegurado el empleo vitalicio. Por esta raz¨®n, y desde distintos planteamientos, todos los sindicatos presentes en la Administraci¨®n p¨²blica, sean de clase o no, y todos los empleados, desde el subalterno hasta el alto cargo, se han unido como una pi?a para no consentir que se introdujese en la ley una m¨ªnima v¨ªa que permitiera el despido libre. Este temor ha llegado hasta un punto tal que a pesar de que la ley es en este sentido conservadora y sigue sin admitir la posibilidad de despido, aunque muchos funcionarios han interpretado lo contrario.Sin embargo, dentro del propio partido socialista, de UGT y de CC OO esta cuesti¨®n ha suscitado un debate pol¨¦mico. Quienes argumentan en favor del empleo vitalicio recurren a la propia Constituci¨®n (cuyo art¨ªculo 103 obliga el respeto al estatuto del funcionario y sobreentienden que ¨¦ste implica la imposibilidad de despido) para defender sus tesis, recuerdan las cesant¨ªas del siglo XIX y advierten que para construir una Administraci¨®n despolitizada el empleo de sus trabajadores no puede estar sujeto a vaivenes ministeriales.

Por contra, otros no s¨®lo piensan que el despido deber¨ªa ser una posibilidad frente a la inoperancia o la dejadez, o simplemente dar una salida racional tras la supresi¨®n de un servicio, al igual que ocurre en la empresa privada, sino que adem¨¢s se?alan que esta particularidad de los trabajadores de la Administraci¨®n es una de las causas de la inflaci¨®n de personal, del elevado coste econ¨®mico y de la falta de eficacia.

Son estos mismos los que recuerdan que cuando por imperativos pol¨ªticos se suprimi¨® la Secretar¨ªa General del Movimiento y los sindicatos verticales, miles y miles de empleados pasaron a engrosar las filas de una Administraci¨®n, ya sobrecargada de efectivos humanos sin ninguna tarea concreta que desempe?ar.

No obstante, a la hora de defender reivindicaciones, las discrepancias quedan en privado y la uni¨®n en defensa del puesto de trabajo permanente se presenta con tal solidez que ning¨²n Gobierno, ni centrista ni socialista, ha osado esbozarlo en un borrador de proyecto. En la incorporaci¨®n de los contratados a la Funci¨®n P¨²blica, las posiciones son similares. Tambi¨¦n confidencialmente, altos cargos socialistas y de los sindicatos de clase se preguntan hasta qu¨¦ punto es justo primar en las oposiciones restringidas a 20.000 contratados que entraron muchos de ellos por .amistades diversas", frente a ciudadanos de fuera de la Administraci¨®n que en ocasiones se quedan fuera por falta de plazas, algunos de ellos con la m¨¢xima puntuaci¨®n. Y todo ello en un pa¨ªs con casi tres millones de parados.