?Mito o artista?
Dylan ha venido por fin a Espa?a, y lo ha hecho en clamor de multitudes y de pol¨¦mica. Cosa natural si se tiene en cuenta que la valoraci¨®n normal que de ¨¦l se ha venido haciendo con motivo de esta visita se ha realizado m¨¢s en funci¨®n de su calidad de m¨ªtico representante de una ¨¦poca y una actitud pret¨¦ritas que de artista actual con una larga y compleja obra art¨ªstica a sus espaldas.Se ha hablado de nostalgia, de decadencia, de invalidez actual de sus canciones. Del p¨²blico asistente, del traje de rabino progre que sac¨® a escena y de la corbata del ministro. De su confusa y dogm¨¢tica actitud religiosa y de su incomunicabilidad con la Prensa. Pero se ha pasado por encima de las razones ¨²ltimas de su trabajo y su actitud.
Resulta dificil saber las motivaciones ¨ªntimas del p¨²blico asistente, aunque no es de descartar en absoluto un cierto regusto nost¨¢lgico en buena parte de quienes acudieron a verlo. Probablemente esperaran encontrar los ecos de un tiempo pasado en que todos ¨¦ramos m¨¢s j¨®venes y menos bur¨®cratas. En cualquier caso, han quedado defraudados, y no precisamente por culpa del cantante, que interpret¨® buena parte de sus canciones m¨¢s representativas, sino de quienes acudieron con esa idea.
Lo que s¨ª es cierto es que el p¨²blico asistente al campo del Rayo ten¨ªa una media de edad superior a la de quienes acuden a ver un concierto de rock duro, de tecno o de posmodernos. No por ello era un p¨²blico exclusivamente de la generaci¨®n de Dylan. Haciendo un c¨¢lculo tan inexacto como cualquier otro, basado exclusivamente en la observaci¨®n directa de casi una hora de espera a la entrada del recinto, se podr¨ªa concluir que la media de edad estar¨ªa entre los 20 y los 25 a?os, con buena presencia de gente rondando la treintena. Una edad que se corresponde en parte con la generaci¨®n que ha crecido m¨¢s o menos a la sombra de las canciones de Dylan y ha vivido el contexto en que ¨¦stas se han dado: los cambios morales, culturales, sociales y pol¨ªticos de la d¨¦cada de los setenta.
La interpretaci¨®n que personalmente hago de este hecho dista mucho de la de achacarlo a la simple nostalgia. Parece cierto que Dylan no es un cantante adolescente ni para adolescentes, es m¨¢s bien un cantante de su ¨¦poca que canta temas y preocupaciones de su tiempo con una est¨¦tica que, aun siendo actual, se corresponde con ello. Un cantante adulto que exige una atenci¨®n adulta, poco dado a perseguir la moda y a dejarse dominar por ella.
Hace ya muchos a?os que Dylan se neg¨® a seguir representando el papel de l¨ªder que ideolog¨ªas e industria le reservaban, y pese a la contradicci¨®n de sus proclamas religiosas, lo ha mantenido a lo largo de todo este tiempo. Bob Dylan ya no es un l¨ªder; hoy en d¨ªa los l¨ªderes discurren por otros caminos. La necesidad adolescente de liderato y de sentirse parte de un grupo o clan estructurado alrededor de los cantantes de rock cuadra mejor con otros movimientos que con su obra rica, variada, compleja y contradictoria, de la que debe hacerse. una audici¨®n en el tiempo, evidentemente, pero no est¨¢tica, sino din¨¢mica.
Hoy, en 1984, Dylan es el cantante que ha efectuado la m¨¢s importante revoluci¨®n en el rock. Quien ,convirti¨® en adulta una m¨²sica por esencia juvenil en su nacimiento. Como todos los grandes revolucionarios art¨ªsticos, su revoluci¨®n se ha suavizado con el tiempo, de alguna manera se ha institucionalizado, impregnando toda la producci¨®n de m¨²sica popular que se ha hecho despu¨¦s de ¨¦l. Pero su valor est¨¢ en haber continuado sin plantearse falsas y novedosas transformaciones. No se cambia la m¨²sica todos los d¨ªas, y a tenor de lo que est¨¢n produciendo las nuevas generaciones del rock, pocas revoluciones profundas se est¨¢n realizando. Dylan hizo la suya, ah¨ª est¨¢ su obra para demostrarlo. De su poso se siguen alimentando muchos, incluso quienes le rechazan o pretenden escucharle nost¨¢lgicos, anclados en el tiempo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.