Deporte de pi?¨®n fijo
LA DESTITUCI?N de Rom¨¤ Cuy¨¤s, secretario de Estado para el deporte y presidente del Consejo Superior de Deportes (CSD), como presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol (COE), ha sido el resultado de la obstinada ofensiva emprendida contra su persona por la mayor¨ªa de los presidentes de las federaciones nacionales, con la activa colaboraci¨®n de Benito Castej¨®n, ¨²ltimo delegado nacional de Deportes del Movimiento. Rom¨¢ Cuy¨¢s es expulsado -mediante el mecanismo t¨¦cnico-jur¨ªdico de la inhabilitaci¨®n- de su cargo en el COE -que quiz¨¢ nunca hubiera debido ocupar en correcta teor¨ªa como represalia de unos directivos que, aferrados desde hace a?os o lustros a sus puestos, han visto arruinadas sus esperanzas de continuidad indefinida por obra de la reforma ministerial del viejo sistema electoral fabricado a su medida.La doble militancia que vinculaba la presidencia del COE al desempe?o de cargos pol¨ªticos relacionados con el deporte es una antigua pr¨¢ctica en nuestro pa¨ªs. Durante el anterior r¨¦gimen, el puesto de delegado nacional de Deportes del Movimiento -ocupado, entre otros, por el general Moscard¨®, Jos¨¦ Antonio Elola-Olaso, Juan Antonio Samaranch y Benito Castej¨®n- compatibilizaba con desenvoltura el ejercicio de sus funciones pol¨ªticas con la m¨¢xima representatividad ol¨ªmpica. Ya bajo el sistema democr¨¢tico, los presidentes del CSD y secretarios de Estado para el Deporte de UCD -el inevitable Benito Castej¨®n y Jes¨²s Hermida- hicieron el doblete con toda naturalidad, sin plantearse siquiera la posibilidad de llevar a cabo -al menos mientras permanecieran en el poder- el desdoblamiento de los cargos. El COE es un organismo que depende econ¨®micamente del CSD (en cuyo edificio se aloja y del que recibe las subvenciones presupuestarias), que abre sus puertas incluso a los galgos y a las palomas mensajeras y que ofrece la particularidad de que las federaciones no ol¨ªmpicas dispongan de mayor¨ªa de votos en su seno.
Aunque los socialistas se manifestaron, en algunos de sus documentos program¨¢ticos, a favor de la independencia ol¨ªmpica, la decisi¨®n de Jes¨²s Hermida de desviar fondos p¨²blicos hacia el COE para la protecci¨®n de los deportes de elite forz¨® seguramente a Rom¨¤ Cuy¨¤s a cambiar de planteamiento y a entrar en la boca del lobo de ser designado presidente del COE por los directivos federativos. Ahora, esos mismos electores que votaron en su d¨ªa, la candidatura de Rom¨¤ Cuy¨¤s, tal vez como reflejo condicionado d¨¦ obediencia al poder del Estado, han decidido su remoci¨®n. Pero esta audaz rebeld¨ªa de los antes sumisos directivos no ha sido motivada por las actuaciones de Rom¨¤ Cuy¨¤s como presidente del COE, sino por sus decisiones como secretario de Estado para el Deporte. En efecto, la tormenta ol¨ªmpica no ha nacido de la abnegada preocupaci¨®n de los veteranos dirigentes ante la mala situaci¨®n de nuestro deporte, de la que son ellos los principales responsables, sino de su interesada protesta contra la nueva normativa que les impide seguir indefinidamente en sus puestos.
El pecado mortal de Rom¨¤ Cuy¨¤s no ha sido otro que apoyar los decretos de 28 de marzo de 1983 de disciplina deportiva y de estructuras federativas, parcialmente destinados a terminar con la inveros¨ªmil autoperpetuaci¨®n en las presidencias federativas de quienes utilizaban procedimientos clientelistas y caciquiles para conseguir la adhesi¨®n inquebrantable y eterna de sus electores de segundo grado. Es cierto que algunos aspectos dudosos del decreto del Ministerio de Cultura que regula las estructuras federativas espa?olas pueden ser criticados con absoluta buena fe desde enfoques estrictamente jur¨ªdicos. Sin embargo, no resulta f¨¢cil admitir que las jupiterianas protestas de los directivos afectados contra el art¨ªculo 7 del decreto ("no podr¨¢ ser elegido presidente quien hubiera ostentado ininterrumpidamente tal condici¨®n durante los tres per¨ªodos inmediatamente anteriores, cualquiera que hubiera sido la duraci¨®n efectiva de ¨¦stos") sean una desprendida y neutral defensa de los valores del Estado de Derecho y de los principios constitucionales.
Una vez eliminado Rom¨¤ Cuy¨¤s del escenario, y con el apetitoso panorama de los Juegos Ol¨ªmpicos de Los ?ngeles en perspectiva, el grupo inmovilista del deporte espa?ol se dispone a confiar las responsabilidades del COE a quien mejor pueda proteger sus estrechos intereses corporativistas. Jaime L¨®pez Amor, mediocre director de Deportes durante la ¨¦poca de UCD y aspirante frustrado a la presidencia del COE en la anterior elecci¨®n, parece la persona ideal para garantizar que nada cambie en el deporte espa?ol a fin de que todo empeore. El pobre historial de nuestro deporte a lo largo de 40 a?os, sin otras excepciones que algunas sobresalientes individualidades a las que ni siquiera la burocracia federativa consigui¨® derrotar, muestra que los padrinos de la mayor¨ªa de las Federaciones se despreocuparon de fomentar y proteger las actividades a su cargo, tal vez porque esa molesta tarea les hubiera privado del tiempo necesario para cuidar de sus propios intereses y les hubiese obligado a contrariar a esa red clientelista cuyos votos necesitaban para la reelecci¨®n perpetua.
No deja de ser un sarcasmo que los amparos y las garant¨ªas que ofrece un sistema democr¨¢tico sean aprovechados ahora por quienes durante a?os apoyaron sin vacilaciones un r¨¦gimen autoritario cuyos valores algunos todav¨ªa a?oran. Esta es, sin embargo, la grandeza y la servidumbre de un sistema de libertades que hace posible que un secretario de Estado -falto de la cazurrer¨ªa y la habilidad suficientes para ganar votaciones en los pasillos- pueda ser democr¨¢ticamente destituido como presidente del COE por quienes hace pocos a?os vibraban de entusiasmo ante las manifestaciones autoritarias, incluidas las designaciones digitales. Ahora bien, dado que las mismas causas tienden a producir los mismos efectos, es de temer que el deporte espa?ol seguir¨ªa vegetando en su tradicional miseria si las personas que impidieron en el pasado su crecimiento continuaran desempe?ando las m¨¢s altas responsabilidades organizativas en las federaciones y en el COE. Cabe esperar, sin embargo, que la aplicaci¨®n de los decretos del Ministerio de Cultura -dudosos en la letra de algunos art¨ªculos, pero elogiables en su esp¨ªritu- servir¨¢ para impedir la repetici¨®n de una broma tan pesada como la que los presidentes de las federaciones se disponen a gastar -con fondos p¨²blicos- a los contribuyentes y a los aficionados al deporte con su petici¨®n de un buen pu?ado de millones para ir abriendo boca en su nueva andadura independiente.
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