Vicente Lapiedra, o la honorabilidad del mago esot¨¦rico
El principal responsable de la secta Ceis sigue en la prisi¨®n Modelo de Barcelona
Vicente Lapiedra Cerd¨¢, acusado por la polic¨ªa de los delitos de intrusismo profesional, negligencia, estafa, fraude, persuasi¨®n coercitiva, corrupci¨®n de menores, control mental e inducci¨®n a la prostituci¨®n y al consumo de drogas, se ha definido como un hombre de principios. Siempre lo ha sido. Incluso cuando se dedicaba s¨®lo a combinar las cartas del Tarot con los rituales m¨¢gicos en una peque?a habitaci¨®n de su piso de la calle de Muntaner y se enfrentaba a las preguntas ¨¢vidas de un cliente.
"Si me viene un Se?or de 60 a?os y me pide que haga un ritual para conseguir el amor de una j¨®ven de 16 a?os, yo no accedo, porque va contra mis principios. El futuro se puede encauzar, pero no determinar. Hace poco, vino una se?ora que quer¨ªa que yo le hiciera un ritual para conseguir que una vecina dejara de poner discos de Manolo Escobar. Yo a esto no me presto. Para m¨ª, la magia es algo mucho m¨¢s serio".
Cuatro a?os en un hospital
Lapiedra Cerd¨¢ contestaba as¨ª a las preguntas de un periodista en el mes de marzo de 1981, mientras continuaba barajando las cartas sobre una mesa, ante una vela encendida. Por aquella ¨¦poca, el adivino, presidente del Centro Esot¨¦rico de Investigaciones y diplomado por la Escuela Es¨®terica de Basilea, anunciaba sus actividades profesionales desde las largas ristras de anuncios por palabras de los peri¨®dicos. Con un gesto firme, segu¨ªa cortando la baraja del Tarot, mientras su pierna inv¨¢lida bailaba bajo el tablero de la mesa.Esa pierna es el recuerdo m¨¢s doloroso de su infancia. Al principio fue una simple ca¨ªda desde un patinete. Ten¨ªa 14 a?os. Su madre pens¨® que era una fractura sin importancia y lo llev¨® a un m¨¦dico naturista. Pero meses despu¨¦s le diagnosticaron que la lesi¨®n se hab¨ªa convertido en un tumor maligno y tuvieron que ingresarlo en el hospital infantil de San Juan de Dios.
All¨ª pas¨® cuatro a?os. Desde la cama, mientras ve¨ªa pasar a los enfermeros con las batas blancas, recordaba quiz¨¢ la casa de sus padres en la: calle de La Coru?a, en el Clot, la carpinter¨ªa de embalajes de su padre en la Verneda, o los juegos de su hermano Jos¨¦ Mar¨ªa en la calle. Fueron tres operaciones. Tal vez la ¨²nica sonrisa la esbozaba los domingos, cuando los j¨®venes trajeados de la Congregaci¨®n Mariana de San Luis G¨®nzaga, de cabello engomado y oliendo a colonia, se inclinaban sobre su lecho. balanceando la medalla de la Inmaculada colgada del cuello y le ofrec¨ªan, sol¨ªcitos, la posibilidad de jugar una interminable partida de parch¨ªs. Un payaso sin gracia deambulaba por el centro del patio, tocando el saxof¨®n. Se levant¨® para peregrinar a F¨¢tima con su madre y para despu¨¦s viajar, a diario, en el tranv¨ªa de El Clot a la plaza de la Universidad, donde se encontraba la academia que le hab¨ªa de preparar para ejercer de maestro.
"Primero efect¨²o una lectura general de las cartas; pero luego, a partir de ah¨ª, se puede ver un problema determinado. Nosotros podemos ver cu¨¢ndo algo va a ir mal, pero damos tambi¨¦n las orientaciones oportunas para que aquello no ocurra. El futuro se lo forja uno mismo y se puede variar. El destino ocurre de todos modos. Pero yo entiendo que destino es tan s¨®lo lo relativo al nacimiento y a la muerte. El resto es futuro".
Lapiedra Cerd¨¢, de 38 a?os, ahora recluso de la c¨¢rcel Modelo de Barcelona, continuaba contestando a las preguntas del periodista. La maldita pierna y los tres infartos. La pastillas siempre cerca.Padeciendo siempre como un Job. Las visitas continuadas y confusas. Dos mil pesetas la hora. El 70% son mujeres de 25 a 30 a?os. El 30%, hombres de 40 a 50 a?os, y todos quieren saber algo sobre el dinero, la saludo el amor. Siempre son los mismos temas. ?l, Vicente Lapiedra, permanente pedagogo, tiene una respuesta para todos. Hab¨ªa escogido la carrera de magisterio con la esperanza de no verse arrastrado hasta la carpinter¨ªa de su padre.
La primera oportunidad la tuvo entonces, cuando el director de la academia de la plaza de la Universidad le ofreci¨® la posibilidad de ejercer como maestro en una escuela del Baix Llobregat. Fueron sus mejores a?os. Los ni?os, el teatro y una carrera brillante, que lo llevaron a convertirse en director de la escuela. Hab¨ªa logrado quemar las etapas una tras otra, sin apenas detenerse. Poco importaba no tener el t¨ªtulo de maestro, si las madres lloraban en Navidad, mientras los alumnos deambulaban por el entarimado esceneficando Jesucristo Superstar. Fue su mejor Navidad. Todo se, desvaneci¨® cuando un compa?ero "envidioso", capitaneando un grupo de padres, fue a la inspecci¨®n y al juzgado para sacarle del puesto y liarlo en un pleito judicial. Aquel incidente se cerr¨® con una sentencia de tres meses de arresto.
De todo ello se enter¨® tiempo despu¨¦s, en Zaragoza. Fue a ra¨ªz de un accidente de tr¨¢fico. La polic¨ªa lo traslad¨® a la c¨¢rcel. Lo sacaron de all¨ª su madre, su hermano y una carta dirigida al Rey, firmada por algunos familiares de sus ex alumnos. Se hartaron de escribir a todos.
"Cuando una persona elige unas determinadas cartas, ella no las ve. Las cartas est¨¢n boca abajo. Pero el subconsciente no s¨®lo las ve, sino que adem¨¢s conoce su significado, por ello escoge las m¨¢s id¨®neas. Un buen cartom¨¢ntico tiene que adivinar ante todo el pasado, porque de esta forma el cliente se da cuenta de que aquello no es tan s¨®lo un juego. Despu¨¦s, puede ir desvelando el futuro, orient¨¢ndolo."
Un experto en cartomancia
Incansable conversador, Vicente Lapiedra Cerd¨¢ ha vuelto a barajar las cartas. Prosigue contestando las preguntas del periodista. Marzo de 1981. Jam¨¢s podr¨¢ olvidar el tiempo transcurrido en prisi¨®n. Al salir mont¨® el consultorio del Tarot. Le ayud¨® David G¨®mez, un ex fontanero. Desconoc¨ªa el mundo de las cartas. Jam¨¢s le hab¨ªa interesado, pero se convirti¨® en un experto.El escenario fue lo m¨¢s importante. La habitaci¨®n tapizada de negro. Las visitas esperando en solitario, conservando el anonimato, dispuestas a recibir cualquier respuesta, cualquier rito. El de la suerte, por ejemplo, es el m¨¢s sencillo. Son necesarios 10 billetes de 100. En cada uno de ellos puede escribir un deseo. Hay que escoger uno. El fuego purifica el deseo, mientras el mago entrega las cenizas del billete y se queda los nueve restantes. La tarifa del conjuro es de 500 pesetas, adem¨¢s de los nueve billetes restantes. En su consulta, mezcla la magia con las cartas, los ritos, el tratamiento psicol¨®gico y, sobre todo, el consejo.
"Aqu¨ª han venido personas desesperadas a punto de suicidarse, con de presiones terribles. Siempre han salido mejoradas, porque nuestro trabajo es positivo. Buscamos siempre el equilibrio de la persona".
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