La 'guerra del furtivismo' despierta en las R¨ªas Bajas gallegas
La falta de una vigilancia institucional contundente, la necesidad de valerse de sus propios medios por parte de los mariscadores y la deficiente ley de sanciones, que no castiga ni combate dr¨¢sticamente el furtivismo, est¨¢n produciendo un clima de enfrentamiento en las R¨ªas Bajas gallegas que ya se denomina popularmente como la guerra del furtivismo. En esta confrontaci¨®n est¨¢n participando muy activamente personas que antes se dedicaban al contrabando de tabaco.
Un nuevo suceso ha venido a alargar la cadena habitual de enfrentamientos entre los guardias jurados de las cofrad¨ªas de pescadores de la r¨ªa de Arosa con los mariscadores furtivos. Uno de los guardias jurados de la cofrad¨ªa de pescadores de Agui?o se percat¨® de la presencia de tres planeadoras que mariscaban furtivamente. El vigilante sali¨® a su encuentro, conmin¨¢ndoles a retirarse de la zona. Los tripulantes de las planeadoras no s¨®lo ignoraron el requerimiento, sino que intentaron abordar la lancha del guardia jurado, que pidi¨® auxilio por radio a su compa?ero de la cofrad¨ªa de Ribeira. Los dos guardias jurados salieron en persecuci¨®n de las planeadoras, que se dieron a la fuga en direcci¨®n a Cambados, a pesar de los disparos de intimidaci¨®n lanzados al aire por los vigilantes.
Estos hechos vienen sucedi¨¦ndose con progresiva frecuencia, sobre todo desde que los contrabandistas han visto mermadas sus posibilidades de introducir clandestinamente el tabaco rubio americano. Por ello dedican sus veloces planeadoras a la captura de almeja roja o blanca, aun estando vigente la veda, para continuar obteniendo ping¨¹es beneficios.
Hace unos d¨ªas tuvo lugar otro enfrentamiento parecido, que se sald¨® con dos heridos. Los hechos ocurrieron al norte de la isla de S¨¢lvora, cuando los tripulantes de una planeadora fueron repelidos con armas de fuego por los guardias jurados de Agui?o y Ribeira. En aquella ocasi¨®n, el herido de mayor consideraci¨®n, con una bala alojada en el hombro derecho, tuvo que ser atendido, en la residencia sanitaria Montecelo, de Pontevedra, y present¨® la denuncia correspondiente. En dicha denuncia no identificaba a los autores de los disparos. El denunciante, en cambio, result¨® tener un amplio historial, con numerosos antecedentes como contrabandista. El otro herido, al que hab¨ªa rozado una bala la frente, asegur¨® que se hab¨ªa producido la herida al caerse sobre unas piedras.
El fuerte control que ejercen sobre las costas los miembros del Servicio de Vigilancia Fiscal ha hecho que sean noticia frecuente las aprehensiones de alijos de tabaco, que los contrabandistas gallegos siguen intentando introducir, sobre todo a trav¨¦s de las zonas de Arosa y La Guardia. Son tambi¨¦n frecuentes las retenciones que realiza la Guardia Civil en su vigilancia de la zona mar¨ªtimocostera por delito de contrabando.
Por todo ello, las famosas planeadoras —simples balsas dotadas de potent¨ªsimos motores para huir de las lanchas de vigilancia— son empleadas por los contrabandistas de Cambados o Villagarc¨ªa, ejerciendo una competencia desleal con los mariscadores que respetan el ciclo biol¨®gico de reproducci¨®n y crecimiento de las especies cuando est¨¢ en vigor la veda y con quienes utilizan artes apropiadas cuando las capturas est¨¢n permitidas.
La falta de escr¨²pulos y el alto valor que la almeja alcanza en los mercados en esta ¨¦poca, precisamente por la escasez que provoca la veda, hacen de este molusco uno de los objetivos principales de los piratas del mar, aut¨¦nticos bucaneros que lo mismo aprovechan la falta de vigilancia de las comandancias de Marina sobre el furtivismo que intentan seguir comerciando con el tabaco fraudulento, siempre movi¨¦ndose dentro del estrecho margen de la ilegalidad.
Uno de los principales obst¨¢culos con que tropiezan los mariscadores es precisamente la falta de vigilancia institucional contundente y la deficiencia de la actual ley de sanciones para el furtivismo. Los trabajadores del sector dedican el tiempo de la veda a la implantaci¨®n de simiente, traslado de bancos y cuidado general de la zona donde obtendr¨¢n sus capturas al inicio del invierno, como si de trabajadores agr¨ªcolas se tratara, ya que el mar requiere iguales cuidados para su cultivo y rentabilidad. Por ello exigen una respuesta en¨¦rgica de las autoridades de Marina, que son las encargadas de vigilar las actuaciones que en materia de pesca o rnarisqueo se salgan de la legalidad.
Escasas denuncias
La inoperancia, sin embargo, parece ser moneda de cambio frecuente. Son pocas las denuncias que se cursan, ya que es muy dif¨ªcil identificar a las embarcaciones clandestinas, al carecer de folio de matr¨ªcula o llevarlo cubierto. Estas denuncias no suelen surtir efecto, y rara vez llega a imponerse alguna sanci¨®n o multa. Las sanciones previstas por la ley pueden ser leves, si la culpa es simplemente administrativa; graves, cuando la infracci¨®n sea faenar en tiempo de veda, utilizar artes antirreglamentarias o capturar especies inmaduras, y, finalmente, muy graves cuando los infractores utilizan explosivos o artes de arrastre prohibidos, como el can. En todo caso, el importe de las sanciones nunca puede exceder del equivalente a las dos terceras partes del valor de la embarcaci¨®n multada. La ley tiene numerosas lagunas y es difusa, por ejemplo, en cuanto al tipo de sanciones que corresponde imponer a los mariscadores furtivos de las playas, ya que en este caso la infracci¨®n no se comete con ninguna embarcaci¨®n que pueda servir de referencia para la cuant¨ªa de la multa.
As¨ª las cosas, los hombres del mar han arbitrado sus propios sistemas de vigilancia, dotando de guardias jurados a aquellas cofrad¨ªas con mayor grado de conflictividad. Acogi¨¦ndose al Estatuto de Guardias Jurados, elaborado a finales de los a?os sesenta, tanto en Agui?o como en Ribeira y en Rianxo las cofrad¨ªas crearon esta figura desde hace unos tres a?os. Los guardias jurados cuentan cada vez con mejores medios para desarrollar su trabajo, y ¨²ltimamente han adquirido lanchas casi tan r¨¢pidas como las planeadoras a las que tienen que perseguir. Poseen tambi¨¦n armas reglamentarias para ahuyentar y disuadir a los infractores. Los disparos dejan a veces de ser meros avisos para convertirse en argumentos convincentes, seg¨²n atestiguan los frecuentes enfrentamientos.
La Xunta de Galicia decidi¨® hace un mes subvencionar a las cofrad¨ªas de la isla de Arosa, Cambados, El Grove y Villanueva para que pudieran contratar a 10 guardias jurados que se ocupen de la vigilancia en ese otro lado de la r¨ªa arosana. No deja de ser una forma eufem¨ªstica de dotar a los mariscadores y pescadores de la polic¨ªa del mar que hace tanto tiempo vienen reclamando. Una reclamaci¨®n que no ha sido tenida en cuenta por el Gobierno central.
Entre tanto, siguen sucedi¨¦ndose hechos similares al de Agui?o Ya hay antecedentes de enfrentamientos violentos, con heridos tanto entre los furtivos como entre los guardias jurados. El uso de armas de fuego y la temeridad de los furtivos, acostumbrados a huidas y encuentros con las fuerzas del orden propios de una pel¨ªcula de acci¨®n a la americana, subrayan el peligro que se puede derivar de esta situaci¨®n, que en algunos medios se ha dado ya en denominar la guerra del furtivismo.
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