Elecciones m¨¦dicas
?Atenci¨®n! El autor pertenece a una candidatura derrotada.Cualquier observador se percatar¨¢, vista la mec¨¢nica de las elecciones, de que la honestidad se ha tambaleado. Se advierte una tendencia a lograr sus prop¨®sitos mediante el apoyo de padrinos poderosos y artes especiales, cuyo poder no sabe uno de d¨®nde viene ni por qu¨¦. ?Es un juego de intereses que deriva en una contaminada resultante?
Uno desear¨ªa que entrase en el meollo del que algo quiere algo tiene que dar. No basta con pedir apoyo y, despu¨¦s de haber hecho una labor mediocre durante cuatro a?os, utilizar ese apoyo de matiz ?pol¨ªtico? Mejor dir¨ªamos, a la vieja usanza, con el colorido de la m¨¢s arcaica sistem¨¢tica electorera, sin pararse a analizar que las obras retratan a los hombres, por las cuales se les conoce. Si al realizarlas el pudor qued¨® menospreciado, las obras carecer¨¢n de ¨¦l, lo que revela poco cuidado de la propia imagen.
A uno se le ocurre que es menos vituperable el que se apropia de bienes manejables, como dec¨ªa Dickens -ya que en su logro puede incluso arriesgar su vida-, que el que se vale de artes indirectas con manejos ocultos, atribuy¨¦ndose a s¨ª mismo una capacidad de gesti¨®n que bien demostr¨® en los cuatro a?os de ejercicio anterior que no era capaz de realizar. No comprende uno qu¨¦ es lo que se pretende, puesto que est¨¢ claro que, si no hizo cosa eficaz en aquel per¨ªodo, no hay suficiente raz¨®n para pensar que ahora la vaya a hacer. Deber¨ªa decirle su propio pudor que ser¨ªa mucho mejor dejar los trastos en otras manos y liberarse a s¨ª mismo de la ingrata imagen del prolongado posible fracaso. Sin duda quiere seguir ense?¨¢ndose a s¨ª mismo, por si no le hab¨ªamos conocido ya suficientemente.
?Qu¨¦ tendr¨¢ el poder que ciega de tal manera a los hombres, al punto de exhibir sin tregua sus maneras, sin percatarse de ello? Sin duda, el que de tal modo procede cree que lo que tiene es fruto de su merecimiento. ?Es posible? O tal vez su ansia dominadora le conduce, por no encontrarla nunca satisfecha -como en el complejo adleriano-, a insistir en seguir machacando enhierro fr¨ªo, sin percatarse de que no puede con ¨¦l.
La intenci¨®n est¨¢ bien clara. La presidencia de lo que sea tiene tal atractivo que, por lograrla, el que la quiere deja en jirones su propia estimaci¨®n.
El autor se colegi¨® en 1931 con el n¨²mero 4.268 y, sin embargo, su nombre no figura en alguna de las listas, y como ¨¦l, otros muchos, y, por tanto, ni ¨¦l ni los otros pudieron votar en alguna de las urnas. ?Error de las m¨¢quinas! Pero no puede uno revolverse contra ellas, porque las m¨¢quinas est¨¢n definidas como oligofr¨¦nicas profundas. Sus errores son tanto mayores cuanto m¨¢s errado (sin hache) est¨¢ el maquinista. Error que uno no sabe si es voluntario o involuntario. El autor no cree que su denuncia de esas m¨¢quinas haga resplandecer la justicia, porque su vida es ya larga y tiene experiencia de ello. Pero no es malo denunciar, aunque su "voz clame en el desierto".
A fin de cuentas, la injusticia, para Plat¨®n, S¨®crates y Cicer¨®n (por s¨®lo citar tres), hace m¨¢s da?o al injusto que a su v¨ªctima, aunque s¨®lo sea en el alma. Pero no deja de ser intrigante llegar a saber c¨®mo lograr¨¢n padrinos y apadrinados el triunfo. El autor se declara tan ingenuo que no acierta con el curioso mecanismo electorero. Lo que s¨ª sabe es que tal proceso demuestra la corruptibilidad humana, que es capaz de dar al traste con la democracia que aparentemente la propici¨®. No quiere uno meterse m¨¢s a fondo en tan arduo problema, porque le llevar¨ªa ?Dios sabe d¨®nde! Pero, desde luego, a nada saludable.
No cabe duda de que hay hombres honestos, con moral ¨ªntegra. Pero mientras, hay alguno que levanta su voz ante lo inicuo, son m¨¢s los que esc¨¦pticamente se callan. En este r¨ªo revuelto, entre estoicos y epic¨²reos hay pescadores que cobran la pieza del triunfo y se van con ella. Es muy dif¨ªcil encontrar la denuncia de la pesca en vedado o con artes prohibidas. Al que quiere denunciarlo le dicen que con tal actitud s¨®lo cosechar¨¢ disgustos. Pero uno cree que m¨¢s vale disgustarse con honor que quedar tranquilo en el silencio. Una y otra vez suena con machaconer¨ªa lo de ?qu¨¦ sacar¨¢s con tu protesta? ?No sacar¨¢ nadie! ?Meter¨¦ hiperreflexia entre los at¨¢xicos! ?Y si no puede este hombre tal cosa, se aguant¨¢r¨¢, pero habr¨¢ protestado a gusto!
Equ¨ªvocas artes
Si alguien cree que esto es producto de la c¨®lera por la derrota est¨¢ equivocado. Est¨¢ triste porque la derrota no fue en lucha leal. Este hombre fue deportista y siempre felicit¨® al que venci¨® mano a mano. Pero aqu¨ª no fue as¨ª. Hubo equ¨ªvocas artes, como las hubo en los comicios en que particip¨® desde 1926, excepto el hiato entro esa fecha y la reanudaci¨®n de la democracia. ?Otra vez esta palabra! ?Hay verdadera democracia? En cuanto uno se descuida, le llaman ?comunista!, como si eso fuera un insulto. Uno quiere desesperadamente huir de marcharnos pol¨ªticos. Pero... volvamos a las elecciones.
?Vote V.! ?Vote! Ya ver¨¢ el bote que dar¨¢ cuando detr¨¢s de la urna le digan que no puede votar porque no est¨¢ en la lista. ?Por culpa de las m¨¢quinas! La verdad es que no hubo exposici¨®n p¨²blica de listas previa a la votaci¨®n y uno no pudo saber si luego le dir¨¢n que no estaba inscrito. Lo ¨²nico que sabe es que le remiten al secretario para que se quite de enmedio porque viene detr¨¢s de uno un amigo de la urna que s¨ª est¨¢ inscrito y va a votar. El secretario, ?otra vez!, culpa a las m¨¢quinas. ?Pobres m¨¢quinas!
Pero, a todo esto, ?qu¨¦ pasar¨¢ con los m¨¦dicos, la sanidad y los enfermos? Pues se los preguntaremos al presidente reelecto, por si en los cuatro a?os previos se le ocurri¨® alguna idea genial.
Pero, al fin y al cabo, aplaudamos al triunfador para que no nos tachen de maleducados, como le dijeron a cierto ministro hace poco.
Al fin y al cabo, siempre hubo vencedores y vencidos. Lo que cuenta al correr del tiempo son los goles encajados, los metidos. Luego se olvida si el ¨¢rbitro sac¨® tarjetas o regal¨® penaltis. Tal vez se recuerdan los goles de Zarra, Marcelino y ahora Maceda, pero se olvida que sin los centros de Ga¨ªnza, Pereda y Se?or ser¨ªa otro el cantar.
Esto, al fin y al cabo, parece el ejercicio del derecho al pataleo. La verdad es que hubo poca claridad, padrinos y ocultaci¨®n de listas de votantes, etc¨¦tera. Sin embargo, como este hombre cree que no es elegante la orquesta de las cacerolas, lo que hace es clamar porque la gente, cuando salga a luchar por algo, salga desnuda, sin padrinos, con honor y con todas las de la ley. Si fuera l¨ªcito el estacazo, ser¨ªa ¨²til, pero tambi¨¦n podr¨ªa ocurrir lo contrario. Por esto, lo mejor ser¨ªa que volviera a la humanidad el esp¨ªritu evang¨¦lico. Pero... a su divulgador lo crucificaron. ?Qu¨¦ se puede hacer? Denunciar, a ver si a la postre se cae en la cuenta de que lo mejor les la honestidad.
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