La locomotora americana
LA CONVICCI?N de que la reactivaci¨®n de la econom¨ªa estadounidense iba a servir de tir¨®n definitivo para superar la crisis econ¨®mica de Occidente empieza a ser matizada. La firmeza de la recuperaci¨®n econ¨®mica de Estados Unidos est¨¢ llena de paradojas que condicionan la profundidad y duraci¨®n de ese resurgir y reducen el beneficio de sus efectos exportados a otras econom¨ªas. La progresiva elevaci¨®n de los tipos de inter¨¦s preferenciales -precio del dinero fijado para la adquisici¨®n de cr¨¦ditos- no hace sino aplazar la toma de decisiones eficaces por parte de la Administraci¨®n Reagan para reducir el d¨¦ficit p¨²blico (que para este a?o superar¨¢ los 180.000 millones de d¨®lares), agrava la situaci¨®n de los pa¨ªses endeudados del Tercer Mundo y, por los efectos inducidos que tiene sobre otras econom¨ªas, compromete una parte de las pol¨ªticas que los Gobiernos de Occidente han puesto en marcha para acortar el camino de la recuperaci¨®n.La recuperaci¨®n de la econom¨ªa de Estados Unidos es todo un hecho. El producto nacional bruto (PNB), seg¨²n las ¨²ltimas estad¨ªsticas, podr¨ªa situarse en el 6% para este a?o, un porcentaje superior al de cualquier pa¨ªs industrializado y muy por encima del de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, que, en los mejores casos, s¨®lo alcanzar¨¢n cifras de crecimiento pr¨®ximas a un 2%. El desfase se hace a¨²n m¨¢s evidente si tenemos en cuenta que, mientras la inflaci¨®n se ha reducido al 5% en Estados Unidos y a cotas medias en tomo al 7% en el ¨¢rea de la OCDE, en los pa¨ªses del Tercer Mundo ascender¨¢ como media al 50%.
Estas tensiones se ven agravadas porque Estados Unidos ha incrementado en los ¨²ltimos a?os, al amparo de la crisis econ¨®mica internacional y de la fortaleza de su divisa, su preponderancia e influencia sobre el resto de las econom¨ªas, cada vez m¨¢s dependientes. La reciente decisi¨®n de los principales bancos norteamericanos de elevar su inter¨¦s preferencial (prime rate) en medio punto, fij¨¢ndolo en el 13%, ha provocado una reacci¨®n en cadena en los principales pa¨ªses occidentales para reajustar al alza sus tipos de inter¨¦s, con lo que, como el dinero es m¨¢s caro, se pone un freno a la inversi¨®n necesaria para el relanzamiento.
Para los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo, con s¨ªntomas de asfixia financiera por los vencimientos de su deuda externa a los que tienen que hacer frente, la situaci¨®n es dram¨¢tica y la subida de los tipos de inter¨¦s adquiere tintes de provocaci¨®n, m¨¢xime despu¨¦s de los moderad¨ªsimos resultados de la reciente cumbre de Cartagena de Indias. Sus exportaciones est¨¢n pr¨¢cticamente hipotecadas para el pago de los intereses de los cr¨¦ditos que adeudan. Cada punto de subida en el prime rate les supone una carga adicional de 2.500 millones de d¨®lares sobre el monto global del dinero que adeudan. A pesar de este panorama desolador y del peligro que algunos pa¨ªses endeudados corren de caer en la insolvencia, el prime rate ha alcanzado el nivel m¨¢s alto desde octubre de 1982 y ha subido dos puntos en tres meses.
La decisi¨®n de los bancos norteamericanos, principales acreedores de la deuda externa de Latinoam¨¦rica, choca frontalmente con las conclusiones de la cumbre de Cartagena, en la que 11 pa¨ªses de la regi¨®n expresaron su voluntad de hacer frente a los pagos a cambio de una "reducci¨®n dr¨¢stica e inmediata" de los tipos de inter¨¦s y de la renegociaci¨®n de los plazos de pago. El consenso de Cartagena, donde se eligi¨® la moderaci¨®n y se evit¨® el enfrentamiento, puede ser revisado en busca de una postura com¨²n de los Gobiernos deudores si los bancos acreedores no aflojan su presi¨®n. Pero tambi¨¦n contradice los buenos deseos y las declaraciones formales del presidente norteamericano en la reuni¨®n de los pa¨ªses ricos celebrada en Londres apenas hace un mes.
Las razones de la subida creciente del prime rate hay que buscarlas en el elevado d¨¦ficit p¨²blico generado por la Administraci¨®n Reagan. Estados Unidos se ha convertido en un colosal receptor de capitales, atra¨ªdos de todas partes del planeta por la seguridad del d¨®lar y la rentabilidad que ofrece. Esas ingentes inyecciones de capital son utilizadas en gran medida para financiar el d¨¦ficit, con lo que se detraen disponibilidades l¨ªquidas para el sector privado, que ve as¨ª encarecidos los cr¨¦ditos. De alguna manera, el boom econ¨®mico norteamericano depende del dinero aportado por pa¨ªses y ciudadanos mucho m¨¢s pobres que Estados Unidos. La locomotora econ¨®mica norteamericana se alimenta con capitales extranjeros. Pero el mayor milagro actual es que el boom americano se est¨¢ produciendo sin aumento de los precios al consumo. Estados Unidos parece haber encontrado la cuadratura del c¨ªrculo de conseguir expansi¨®n sin inflaci¨®n.
La verdad, sin embargo, no es tan sencilla. La producci¨®n interna ha crecido en respuesta al incremento de la demanda, pero la satisfacci¨®n de esa demanda s¨®lo ha sido posible atenderla mediante un crecimiento astron¨®mico de las importaciones. El corolario inmediato es el enorme deterioro de la balanza de pagos. Pero contrariamente a lo que dicen los textos, tal situaci¨®n no ha venido acompa?ada por una p¨¦rdida de posiciones de la divisa norteamericana, sino, muy al contrario, por su revalorizaci¨®n. El aluvi¨®n de entradas de capitales nuevos ha hecho subir el d¨®lar en los mercados de cambios. La sobrevaloraci¨®n del d¨®lar amortigua cualquier presi¨®n al alza de los precios y hace posible el milagro de la expansi¨®n sin inflaci¨®n.
Mientras tanto, el d¨¦ficit presupuestario sigue creciendo y la Administraci¨®n y el sector privado se ven compelidos a competir en el mercado por los recursos financieros existentes. En pura ley de oferta y demanda, el precio del dinero sube, y algunos dicen que alcanzar¨¢ el 15% en. 1985, y subir¨¢ en todo caso mientras el castillo de naipes del boom econ¨®mico no se derrumbe.
Son muchos los que opinan que paradojas de tal tama?o no podr¨¢n seguir adelante durante mucho tiempo. En realidad, la situaci¨®n de la balanza comercial de EE UU se ha venido deteriorando desde 1981, aunque su efecto sobre la balanza por cuenta corriente no se ha notado gracias a las entradas de invisibles (rendimientos de las inversiones norteamericanas, b¨¢sicamente multinacionales, en el exterior). Pero esta situaci¨®n se ha venido agravando paulatinamente. En 1985, el d¨¦ficit de la balanza de pagos por cuenta corriente puede estar en los 105.000 millones de d¨®lares, debido. b¨¢sicamente a que EE UU ha pasado de acreedor neto del exterior a deudor, a consecuencia del aluvi¨®n de dinero extranjero refugiado en su econom¨ªa.
Las entradas por rendimientos de las inversiones exteriores norteamericanas van a verse anuladas por las repatriaciones, v¨ªa intereses, de los inversores extranjeros en el mercado financiero estadounidense. Con ello, el d¨¦ficit comercial se aproximar¨¢, hasta casi confundirse, al d¨¦ficit por cuenta corriente.
Naturalmente, mientras los inversores extranjeros sigan dispuestos a invertir en d¨®lares, el tremendo d¨¦ficit exterior corriente no pasar¨¢ de ser una amenaza latente que llama la atenci¨®n de los expertos en econom¨ªa, y el saludable ritmo expansivo norteamericano seguir¨¢ su camino. Pero esos expertos levantan el dedo amenazador asegurando que tarde o temprano el d¨¦ficit se convertir¨¢ en insoportable y la econom¨ªa americana tendr¨¢ que pasar una prueba de fuego definitiva.
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