Un 'caso Dreyfus' para Europa
Cinco a?os han transcurrido desde la detenci¨®n, en Italia, de los intelectuales que lucharon contra el compromiso hist¨®rico -es decir, contra una especie de alianza conservadora entre la Democracia Cristiana y el partido comunista de Berlinguer- Desde el 7 de abril de 1979 muchas cosas han cambiado en Italia: el terrorismo, ese monstruo ciego de dogmatismo y de desconocimiento de las fuerzas vivas del movimiento de entonces, qued¨® aislado y derrotado; los socialistas italianos se encuentran ahora gobernando; el pa¨ªs comienza a reponerse de la crisis econ¨®mica que lo sacude desde hace a?os...S¨®lo una cosa no ha cambiado: la voluntad de castigo, e incluso, de venganza, hacia los intelectuales del 7 de abril. Una voluntad que, con el paso del tiempo, parece haber tomado nuevo impulso y que, para conseguir sus objetivos, no ha dudado en llevar a cabo una serie de transformaciones en las acusaciones contra estos intelectuales, acusaciones que podr¨ªan calificarse de pesada broma si no fuese porque ponen en juego la vida de varios j¨®venes de ambos sexos, que han permanecido en prisi¨®n preventiva en su mayor¨ªa durante m¨¢s de cuatro a?os.
Todo comenz¨®, en un primer momento, con el asesinato de Aldo Moro: los acusados del 7 de abril eran los autores; hab¨ªa pruebas irrefutables; se hab¨ªan enviado cintas magnetof¨®nicas a expertos de Chicago, etc¨¦tera... Hasta el momento en que este c¨²mulo de absurdos cay¨® en el rid¨ªculo. M¨¢s tarde se descubri¨® que eran ellos los verdaderos jefes, los jefes secretos, de las Brigadas Rojas, pese a que ¨¦stas los odiaban y a que algunos de ellos hab¨ªan sido amenazados de muerte p¨²blicamente. Durante un a?o seguido los acusados fueron sometidos a incre¨ªbles presiones para que confesasen sus cr¨ªmenes.
Los medios de comunicaci¨®n bombardearon a la opini¨®n p¨²blica italiana y mundial con esta verdad, que fue revelada a un juez, de cuya salud mental hay que comenzar a dudar hoy d¨ªa, pues ha continuado aferrado como un loco a su delirante construcci¨®n de teoremas y demostraciones, aunque aqu¨¦lla haya acabado, a la larga, por hundirse tambi¨¦n. Ante esto, la Magistratura italiana tom¨® otra v¨ªa: se. invent¨® completamente una "insurrecci¨®n armada contra el Estado" -cuya consecuencia penal es la cadena perpetua-, sobre la base de las m¨¢s heter¨®clitas acusaciones. As¨ª, pues, Toni Negri se ha visto atribuir generosamente ?nada menos que 17 homicidios pol¨ªticos!
Delitos comunes
Sin embargo, una vez m¨¢s, las acusaciones no cuajaron y, una vez m¨¢s, se hallaron otras, rela cion¨¢das, ya, con simples delitos comunes... ?Y seguimos ah¨ª? Nos asombra y apena una actitud se mejante por parte de la Magistratura italiana -pese a que Italia es un pa¨ªs de antigua tradici¨®n jur¨ªdica, pero cuyo arraigo democr¨¢tico contin¨²a siendo, sin duda, precario- ?Por qu¨¦ se ha producido este ¨²ltimo giro en la actitud de los jueces? Para quien haya seguido de cerca el proceso, la respuesta es, por desgracia, muy sencilla.
Durante los debates, ninguna de las acusaciones pol¨ªticas ha prosperado. La actitud autoritaria de los jueces, los obst¨¢culos artificiales colocados en el camino de la defensa, la infame utilizaci¨®n de la: delaci¨®n por medio de los arrepentidos, las calumnias repetidas hasta la saciedad por los medios de comunicaci¨®n no han servido para nada. Pero, dado que la justicia italiana se hab¨ªa comprometido demasiado en tales procesos ante las fuerzas pol¨ªticas, dado que se le hab¨ªa asignado un papel esencial, es decir, la eliminaci¨®n radical de toda oposici¨®n al famoso compromiso hist¨®rico, dado que no deseaba retractarse en un plano internacional, le era imprescindible demostrar, a costa de lo que fuese, que los largos a?os de prisi¨®n preventiva a que se hab¨ªa condenado a los acusados, del 7 de abril no lo hab¨ªan sido en vano, que las peticiones de extradici¨®n segu¨ªan teniendo fundamento (la existencia de una importante emigraci¨®n pol¨ªtica, en varios pa¨ªses, comenzaba a ponerlas en duda).
As¨ª pues, la soluci¨®n no pod¨ªa ser otra que inclinarse por una redefinici¨®n del delito com¨²n, aplicable a estos presuntos delitos. Esto ten¨ªa dos ventajas: la eliminaci¨®n pol¨ªtica de toda una generaci¨®n de intelectuales contestatarios, los cuales, de todos modos, iban a sufrir largas penas de c¨¢rcel, y la facilitaci¨®n de su eventual extradici¨®n.
Sea como sea, y en fin de cuentas, la dificultad sigue siendo la misma, testaruda e irrevocablemente, al menos ante el tribunal de la historia: tales delitos comunes, en el fondo, no existen, no tienen ningun fundamento ni reposan sobre prueba material alguna. Las declaraciones de los arrepentidos repiten siempre la misma canci¨®n: los intelectuales en cuesti¨®n son, en todo caso, moralmente responsables del terrorismo por sus declaraciones y escritos. ?Qu¨¦ curiosa manera de delegar la justicia! ?Y en qui¨¦n se la ha delegado? ?En unos asesinos, para llamar a las cosas por su nombre, que, para ser puestos en libertad, no ten¨ªan otra elecci¨®n que responsabiaar a los inculpados del 7 de abril!
No quiero decir con esto que Italia marche hacia el totalitarismo. Pero el hecho de que un pa¨ªs sea gl¨®balmente democr¨¢tico no impide en absoluto que una parte de sus instituciones haya dejado de serlo. Y, como es evidente, la ley de excepci¨®n que permiti¨®, estos ¨²ltimos a?os, acusar y perseguir a miles de inocentes por sus ideas pol¨ªticas no tiene ya nada que ver con la democracia.
Parece ser que el actual Gobierno italiano, dirigido por los socialitas, desea poner fin a la ley de excepci¨®n. Pero no resulta in¨²til que la opini¨®n europea, y en particular los franceses preocupados por la defensa de las libertades, sigan de cerca este caso llamado del 7 de abril. Este caso podr¨ªa convertirse en un test decisivo, en un verdadero caso Dreyfus europeo, en el contexto de la construcci¨®n de un espacio europeo de libertades civiles y pol¨ªticas.
En cuanto se pronuncie la sentencia contra los intelectuales del 7 de abril, nosotros daremos comienzo, naturalmente, a una campa?a para que se revise el proceso. Lo repito: est¨¢ en juego toda una concepci¨®n de la libertad y de la justicia en el seno de Europa occidental. No es necesario a?adir que no se trata, evidentemente, de aceptar pasivamente que Francia se pliegue a alg¨²n tipo de chantaje relacionado con las peticiones de extradici¨®n de las autoridades italianas. As¨ª, pues, la Europa de las libertades, ?por qu¨¦ no? La Europa de la represi¨®n, no, gracias, de eso ya hemos tenido.
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