El secuestro de un presidente
La fr¨¢gil democracia boliviana sobrevivi¨® a un nuevo intento de golpe de Estado
ENVIADO ESPECIAL No se sabe a qui¨¦n hicieron m¨¢s caso los comandantes de las un?dados militares bolivianas, si el jefe del Ej¨¦rcito, general Sim¨®n Sejas, que les orden¨® el estricto acatamiento de la Constituci¨®n, o al embajador de Estados Unidos, Edwin Corr, que les advirti¨® que Washington no respaldar¨ªa ning¨²n golpe de Estado, pero lo cierto es que cuando en el fr¨ªo amanecer del 30 de junio pace?o se supo la noticia del secuestro del presidente de la Rep¨²blica, Hern¨¢n Silos Zuazo, las calles permanec¨ªan vac¨ªas, sin tanques. El golpe hab¨ªa fracasado.Pocos d¨ªas antes, el cabecilla de la conspiraci¨®n, el coronel Rolando Saravia Ortu?o, hab¨ªa invitado a una parrillada en su casa a varios militares y civiles, entre ellos, alg¨²n funcionario de la Embajda norteamericana, a los que anunci¨¦ sus intenciones. Saravia les asegur¨® que hab¨ªa conseguido el visto bueno directamente de Washington, lo que parecen desmentir los hechos posteriores.
Los servicios secretos del Ej¨¦rcito boliviano y de alg¨²n pa¨ªs extranjero ven¨ªan siguiendo desde hacia alg¨²n tiempo los pasos de Saravia, que ya a?os antes hab¨ªa planeado el secuestro de Hugo B¨¢nzer, y finalmente decidieron sacarlo de La Paz, donde ocupaba el cargo de director de provisiones del Ministerio de Defensa, para enviarlo a mandar un regimiento en la ciudad de Cobija, a 680 kil¨®metros de la capital, en el borde de la Amazon¨ªa. Esta decisi¨®n aceler¨® probablemente los planes del coronel.
Los conspiradores aprovecharon el malestar surgido 15 d¨ªas antes del fallido golpe en la Escuela Militar de Cochabamba para crear el clima de inquietud que necesitaban para sus planes. Seg¨²n se ha sabido por las declaraciones de los detenidos, algunos de los participantes en el compl¨®, militares y civiles, entraron en contacto con los insubordinados en Cochabamba y les prometieron respaldo parasu reivindicaci¨®n de cese del general Sejas.
Un general 'comunista'
Para cualquiera que conozca m¨ªnimamente el ambiente militar boliviano de hace dos meses resulta obvio pensar que la dimisi¨®n de Sejas, al que los altos jefes militares consideran un comunista, ser¨ªa una exigencia a la que r¨¢pidamente se sumar¨ªan la mayor¨ªa de los comandantes de las unidades. El deterioro del clima militar parec¨ªa, por tanto, conseguido de esta manera.
Las rencillas entre los partidos integrantes de la coalici¨®n gubernamental (Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierdas y Movimiento de Izquierda Revolucionaria), la grave crisis econ¨®mica y el enfrentamiento entre el poder ejecutivo y la Central Obrera Boliviana (COB) se hab¨ªan encargado ya de crear la imagen de desgobierno necesaria para la incubaci¨®n de un golpe de Estado.
S¨®lo faltaba, por tanto, la chispa que encendiese la mecha y los hechos se precipitar¨ªan de forma sencilla, casi espont¨¢nea. ?ste era, al menos, el pensamiento de los conspiradores. El viaje del vicepresidente Paz Zamora al extranjero y el hecho de que Saravia deber¨ªa abandonar pronto La Paz para hacerse cargo de un nuevo destino hizo que los golpistas efig¨ªeran el d¨ªa 30 para ejecutar, quiza antes de lo previsto, lo que en teor¨ªa era un suceso desestabilizador, que pocos pa¨ªses podr¨ªan resistir y menos a¨²n Bolivia: el secuestro del presidente Silos, de 70 a?os de edad.
El principal colaborador de Saravia para esta misi¨®n, el hombre que probablemente tuvo contactos con los secuestradores y que mont¨® la operaci¨®n, fue el jefe de la Casa Militar del vicepresidente, el mayor Luis Ardaya, que deber¨ªa haber viajado con Paz Zamora a Argentina y Espa?a, pero que finalmente no lo hizo, alegando un falso accidente de su hermano.
El tercer eslab¨®n en la cadena golpista fue el teniente Celso Campos Pinto, responsable de la seguridad de la residencia del presidente, quien se encarg¨® materialmente del secuestro.
La direcci¨®n civil del golpe correspond¨ªa al ex ministro Marcelo Galindo, dirigente de Acci¨®n Democr¨¢tica Nacionalista (ADN), prolongaci¨®n ideol¨®gica de la dictadura militar del general Hugo B¨¢nzer Su¨¢rez, fundador y jefe nacional del partido. Galindo ten¨ªa ya preparado un Gobierno, integrado por ocho ministros, y que presidir¨ªa el coronel Saravia. Seg¨²n revelaciones de la Prensa, el dirigente de ADN ten¨ªa tambi¨¦n en mente la declaraci¨®n de la segunda rep¨²blica y contaba, al parecer, con Guillermo Bedregal, del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), para conseguir apoyo intemacional para el nuevo r¨¦gimen.
Pocos minutos despu¨¦s de las cinco de la ma?ana del s¨¢bado d¨ªa 30, el teniente Campos, acompa?ado de cuatro soldados de la Polic¨ªa Militar, se pre sent¨® en la casa del presidente, explic¨® que iba a reforzar la guardia ante una amenaza de atentado y encontr¨® expedito el paso, no se sabe si por inocencia de los guardias que custodiaban el local o por implicaci¨®n de ¨¦stos en el compl¨®. El subteniente Gonz¨¢lez, que mandaba la unidad que vigilaba la residencia presidencial en aquel momento, se encuentra detenido.
Silos Zuazo fue conducido a una casa vac¨ªa en el barrio residencial pace?o de Miraflores, donde se encargaron de su custodia seis civiles, que hab¨ªan sido contratados por los hermanos Ceballos por una buena cantidad de dinero y exclusivamente para la misi¨®n de vigilar al secuestrado.
Desde ese momento los sucesos se precipitan en contra de la conspiraci¨®n. Dos suboficiales y un sargento del Batall¨®n Blindado n¨²mero 1 Tarapac¨¢, de La Paz, que ten¨ªan la misi¨®n de detener al comandante de la unidad, coronel Sergio Osinaga, y ocupar con sus tanques la capital, fallaron a ¨²ltima hora por razones desconocidas; aunque, quiz¨¢, entraron en contacto con otras unidades y descubrieron que estaban participando en una acci¨®n aislada. Exist¨ªa tambi¨¦n una conexi¨®n, que no ha sido comprobada, con el Regimiento Ingavi, otra de las unidades claves de La Paz. Los suboficiales y el sargento del Tarapac¨¢ est¨¢n detenidos.
En un plazo m¨¢ximo de dos horas, los golpistas descubren que han fallado sus aliados en La Paz, que el comandante de la importante Octava Divisi¨®n, con sede en Santa Cruz, el general Gary Prado, un institucionalista, se niega a respaldar el golpe, que, en Cochabamba, fracasa una t¨ªmida acci¨®n emprendida por el hermano del teniente Campos, el subteniente Eduardo Campos, que hoy se encuentra en paradero desconocido.
En ese plazo de dos horas el embajador de Estados Unidos hab¨ªa telefoneado ya a los m¨¢s altos jefes militares y comandantes de unidades para comunicarles que cualquier sospecha de que su Gobierno podr¨ªa respaldar esa acci¨®n era una ilusi¨®n. El general Sejas, que se jugaba en esta operaci¨®n su puesto, y quiz¨¢ su vida, dio ¨®rdenes a sus subordinados de quedarse en los cuarteles.
Poco despu¨¦s de las siete de la ma?ana algunos partidos pol¨ªticos hab¨ªan quemado ya sus archivos, numerosos militantes de izquierda hab¨ªan abandonado su casa y se dispon¨ªan a pedir asilo en alguna embajada, como hicieron en la representaci¨®n espa?ola la hija y una nieta del presidente. A esa misma hora, sin embargo, los c¨ªrculos informados daban ya por fracasado el golpe e iniciaban la estrategia de la negociaci¨®n con los participantes en el intento.
Archivos quemados
Una primera operaci¨®n combinada de la polic¨ªa y el Ej¨¦rcito en las proximidades del barrio de Miraflores fracas¨®. Como fruto de una negociaci¨®n secreta, el temente Campos Pinto, que alrededor de las nueve se hab¨ªa refugiado ya en la Embajada de Venezuela, revel¨® al Gobierno el lugar en el que estaba escondido el presidente.
Poco antes de las tres delatarde, unidades militares mandadas por el general Sejas rodearon la casa donde se encontraba Siles. Entr¨® en ella el ministro de Finanzas, ¨®scar Bo?ifaz, con intenci¨®n de negociar con los secuestradores. Todo fue muy f¨¢cil. Los seis civiles que vigilaban al presidente quer¨ªan ¨²nicamente que se les garantizase la posibilidad de refugio en una embajada; primeiro propusieron la de Uruguay y, finalmente, la de Argentina, a donde los acompa?¨® personalmente el propio Siles Zuazo.
Para entonces, el coronel Saravia hab¨ªa ya desaparecido y el teniente Campos y los cuatro hombres que le ayudaron a realizar el secuestro estaban en la Embajada de Venezuela, donde se encuentran todav¨ªa, a pesar de que el Gobierno de Caracas les neg¨® asilo.
Siles volvi¨® al palacio presidencial a las 15.15 horas, cansado, pero seguro, como viejo zorro de la pol¨ªtica que es, de que lo ocurrido esa madrugada se volver¨ªa a su favor.
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