Felipe Gonz¨¢lez se puso en pantal¨®n corto a los cinco minutos de su llegada a la residencia tunecina de Bettino Craxi
Felipe Gonz¨¢lez tard¨® ayer menos de cinco minutos en cambiar su veraniego traje azul y su corbata de presidente del Gobierno por un pantal¨®n corto blanco y una camisa de rayas blancas y rojas. Era la una de la tarde (una hora m¨¢s en Madrid) cuando la comitiva, compuesta por cuatro autom¨®viles Mercedes, traspasaba el port¨®n que da entrada a la sencilla casa encalada de ancha planta y un peque?o primer piso rodeada de huertos que el jefe del Gobierno italiano, Bettino Craxi, posee en la ciudad costera tunecina de Hamamet.
Hasta el martes, Gonz¨¢lez vivir¨¢ en la casa que le ha prestado su correligionario italiano, gozando as¨ª sus primeras vacaciones en el extranjero desde que hace 21 meses accedi¨® a la presidencia del Gobierno espa?ol. La villa de Craxi -a la que la naturaleza y un mediterr¨¢neo muro blanco han convertido en fortaleza- fue menos inexpugnable ayer, gracias a un despiste de los servicios de seguridad tunecinos, que dejaron pasar el coche en el que viajaban los dos enviados especiales de EL PA?S un cuarto de hora antes de que entrara el cortejo del presidente.S¨®lo el jefe de seguridad de la Moncloa, comisario Manuel C¨¦spedes, y unos pocos guardaespaldas viajaron ayer desde Madrid en el avi¨®n Mystere con Felipe Gonz¨¢lez, su mujer, Carmen Romero, y sus hijos, Pablo, David y Mar¨ªa. En los 70 kil¨®metros que separan el aeropuerto de T¨²nez-Cartago del peque?o pueblo de Hamamet se produjo una sorpresa que dio un punto de aventura al inicio de las vacaciones: uno de los cinco Mercedes que inicialmente compon¨ªan la comitiva qued¨® moment¨¢neamente inservible al romperse una de sus ruedas, teniendo que viajar sus ocupantes un poco m¨¢s apretados.
Carmen Romero, vestida con un camisero rojo, ayud¨® a la peque?a Mar¨ªa a subir los ocho pelda?os que conducen al arco de arenisca labrada, terminado en medio punto, que da entrada a la casa de verano de Craxi. Una alfombra tunecina, un arc¨®n vivamente policromado, un jarr¨®n de loza blanca lleno de hierbas y un cuadro antiguo involuntariamente na?f fueron los primeros objetos que la familia Gonz¨¢lez adivin¨® al entrar en la casa, cegada a¨²n por la luz mediterr¨¢nea.
Llev¨® su cartera
La tierra arcillosa de la huerta, rodeada de peque?os cipreses que traen hasta aqu¨ª un paisaje italiano; las flores de todos los colores y sobre todo el blanco azulado de la cal quitan solemnidad a la improvisada sede de vacaciones de losGonz¨¢lez. Aparentemente, el presidente lleva consigo pocos papeles: s¨®lo pudo verse ayer c¨®mo uno de los miembros de su escolta. introduc¨ªa en la casa su cartera oficial con letras estampadas en oro.
Un representante de la Embajada de Espa?a en T¨²nez se atareaba mientras tanto turn¨¢ndose a s¨ª mismo entre dos preocupaciones: azuzar a los miembros de la seguridad tunecina para que impidieran hacer fotos a los reporteros de EL PA?S y pedir disculpas al presidente por no haber encontrado en todo T¨²nez una mesa de billar. Cuando Gonz¨¢lez se enter¨® de esta segunda ins¨®lita tarea diplom¨¢tica exclam¨®, sin disimular su asombro: "?Una mesa de billar? ?Para qu¨¦?".
La peque?a piscina estaba a¨²n desierta al mediod¨ªa, cuando los Gonz¨¢lez comenzaba n a tomar posesi¨®n de la casa que por cinco d¨ªas les ha prestado su amigo Craxi. El presidente -que era el ¨²nico de la familia que no lleg¨® vestido de modo informal- fue tambi¨¦n el ¨²nico que se cambi¨® de ropa. Todos atravesaron el fresco sal¨®n, elegantemente vac¨ªo, para pasar a la mesa, blanca y sin mantel, dentro de un patio-claustro lleno de plantas. Una limonada adornada con ramas de hierbabuena alivi¨® parte del calor del viaje. Platos de cer¨¢mica blanca y azul brillante esperaban sobre la mesa. Los ni?os, embotados por el calor, estaban derrengados sobre las sillas. S¨®lo Pablo parec¨ªa tener fuerzas para reivindicar uno de sus placeres y reclamaba para almorzar pimientos fritos.
La playa no est¨¢ muy cerca de la casa, y habr¨¢ tiempo en cinco d¨ªas para hacer muchas cosas. El presidente ocupar¨¢ una parte de su ocio con una afici¨®n en la que comenz¨® a iniciarse hace 12 o 13 a?os y en la que empieza a hacer progresos: ha llevado consigo un equipo fotogr¨¢fico. Antes de zambullirse por completo en sus vacaciones, Felipe Gonz¨¢lez tuvo una nueva oportunidad para gru?ir amablemente una queja: "Todos, Alfonso (Guerra) o Miguel (Boyer) pueden irse de vacaciones tranquilos, sin que les sigan los periodistas". Hamamet, con sus hoteles llenos de aburridos turistas europeos, ignora la estancia del presidente del Gobierno espa?ol. No es f¨¢cil encontrar la casa de Craxi, que casi nadie conoce . Este pueblo, que en su paisaje y en su desali?o parece un calco de cualquier lugar perdido de la costa de Almer¨ªa, es bastante menos conocido de lo que pretend¨ªan los representantes en Madrid del turismo tunecino cuando el mi¨¦rcoles fueron informados de que Felipe Gonz¨¢lez pasar¨ªa all¨ª cinco d¨ªas de sus vacaciones veraniegas. Contra lo que afirmaban estos representantes, en Hamamet no tienen casa ni Sof¨ªa Loren ni Claudia Cardinale.
En el centro del viejo recinto de Hamamet queda un fort¨ªn del siglo XVI como recuerdo del paso de los espa?oles, en los tiempos de la rivalidad hispano-turca, con Carlos V, Juan de Austria y Miguel de Cervantes. Gonz¨¢lez durmi¨® anoche muy cerca.
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