Dos semanas para el 'jazz'
Durante 15 d¨ªas los festivales espa?oles re¨²nen a los m¨¢s significativos representantes de todas las tendencias 'jazz¨ªsticas'
Aunque, afortunadamente, las actividades musicales en general, y de jazz en particular, son cosa cada vez m¨¢s com¨²n entre nosotros en cualquier ¨¦poca del a?o, lo cierto es que con el mes de julio, y m¨¢s concretamente con su segunda quincena, llega la ¨¦poca culminante del jazz en Espa?a.En esas fechas se multiplican los festivales de jazz, con citas en sitios tan distantes y tan dispares como Ribadeo, Burgos o Benicasim. Pero aunque tal proliferaci¨®n no se diese, la segunda quincena de julio seguir¨ªa teniendo la m¨¢xima importancia por celebrarse en ella sucesivamente -y convirti¨¦ndose, en realidad, en un solo acontecimiento- los dos festivales m¨¢s importantes de Espa?a: primero -por raz¨®n de fechas, bien entendido-, Vitoria; despu¨¦s, el decano, el que empez¨® hace ya nada menos que 19 a?os, San Sebasti¨¢n.
Ambos festivales han presentado en los ¨²ltimos a?os unas actuaciones de tal envergadura que ya casi nadie recuerda que tuvieron unos comienzos mucho m¨¢s discretos. En consecuencia, el aficionado que acude a estas festivales ha tenido ocasi¨®n de hacerse un connoisseur m¨¢s o menos modesto y est¨¢ ya en situaci¨®n de exigir. Esto, evidentemente, no les hace nada f¨¢cil la tarea a los organizadores.
?C¨®mo han reaccionado ¨¦stos a la creciente demanda? Bien, pues, en primer lugar, han barajado una retah¨ªla de nombres que est¨¢n entre lo mejor que viene a Europa en estas fechas, y han configurado, en consecuencia, unos programas que est¨¢n a la altura de cualquiera de los grandes festivales del continente y se acercan peligrosamente a los de Norteam¨¦rica. Pensemos, por ejemplo, que en Vitoria, con un programa triple y tres dobles, va a haber ocasi¨®n de ver, en jam sessions, a Chick Corca, con John McLaughlin; a Sarah Vaughan, con J. J. Johnson y Nat Adderley; a Dizzy Gillespie, con Freddie Hubbard y Kenny Burrell, etc¨¦tera.
San Sebasti¨¢n aportar¨¢, por su lado, una interesante reuni¨®n en la anunciada jam session entre Ron Carter y Jim Hall, de una parte, y de otra, el quinteto de Phil Woods. Tanto el d¨²o Carter-Hall como el quinteto de Woods seguir¨¢n actuando por Espa?a, pero San Sebasti¨¢n es el ¨²nico sitio en el que tocar¨¢n juntos. Pero no es este concierto el que llama la atenci¨®n del gran p¨²blico en el programa de San Sebasti¨¢n, donde aparecen tambi¨¦n los nombres de B. B. King, el grupo Weather Report y sobre todo el mito, el mago negro, el principe de la oscuridad. Miles Davis.
Miles y Weather Report, en San Sebasti¨¢n; Chick Corea, Stanley Clarke y la Mahavishnu Orchestra, en Vitoria, son los responsables de que en todos estos comentarios anticipados -y expuestos, como siempre en jazz, a la certidumbre de las modificaciones- se tenga que hablar del cambio estil¨ªstico de ambos festivales. Llega el jazz el¨¦ctrico. Los escenarios de Vitoria y San Sebasti¨¢n se van a llenar de teclados raros, de altavoces con mayor profusi¨®n de la habitual, de insidiosos instrumentos de pulso y p¨²a. El jazz del verano se nos pone moderno.
Ahora bien, ?es esto tan cierto como parece? Lamento desengafiar a los esp¨ªritus inquietos, pero la verdad es que no. A Corea le hemos visto muchas veces, con cuerdas, sin cuerdas, con electricidad y sin electricidad. A Vitoria va a tocar piano s¨®lo, y a colocarnos algo de Scriabin a poco que nos descuidemos. Stanley Clarke s¨ª que parece venir en plan bastante moderno, a d¨²o de contrabajos con Miroslav Vitous. Pero ambos -que, corno casi todos, han participado en diversas aventuras coreanas- merecen ya casi el calificativo de viejos maestros: su concierto en Vitoria podr¨ªa convertirse en una especie de apoteosis contrabaj¨ªstica si no se hubiera ca¨ªdo Eddie G¨®mez de la formaci¨®n del grupo Steps Ahead, otra congregaci¨®n de modernos que actuar¨¢ en la misma sesi¨®n.
La ambig¨¹edad de lo cl¨¢sico
En cuanto a los dem¨¢s, conviene que, pese a quien pese, echemos mano de las enciclopedias y hagamos memoria. Al jazz el¨¦ctrico ya nadie le llama jazz rock por verg¨¹enza torera, y porque el rock hace ya tiempo que anda metido en otras cosas. Mientras tanto, este jazz el¨¦ctrico de nuestros pecados va a cumplir 15 a?os, como cualquier jovencita en flor. Empez¨® a fines de los sesenta o principios de los setenta, como prefieran; entre sus fundadores, ?recuerdan qui¨¦nes estaban? Bueno, hab¨ªa mucha gente, pero los primeros que se le vienen a uno a la boca son John McLaughlin, con su Mahavishnu Orchestra; Zawinul y Wayne Shorter, con su Weather Report, y sobre todo Miles Davis, que lanz¨® a unos y a otros al estrellato. Repasen la lista y comprobar¨¢n que est¨¢n todos los que nos vienen ahora a ver. A Miles hasta le ha dado tiempo de tomarse un descanso de varios a?os y de volver en buena forma, con una m¨²sica bastante m¨¢s comprensible que la de discos como On the corner o Agartha, y que, si acaso, remite a sus inicios electr¨®nicos de Jack Johnson y hasta In a silent way. A veces incluso se nos va a la prehistoria y nos trae recuerdos de Sketches of Spain.
No podemos decir que nos vienen hechos unos veteranos, porque el jazz de los a?os setenta ha andado menos en revoluciones que en recuperaciones y vueltas al clasicismo. Lo que ocurre es que todo ello ha redundado en que ahora se le pueda llamar clasicismo a cualquier corriente; en que, como dijo el sabio porte?o, todo tenga que ver con todo, y as¨ª podamos llamar cl¨¢sicos tanto a los tenores tejanos que abrir¨¢n San Sebasti¨¢n como a los esforzados contrabajistas que har¨¢n d¨²o en Vitoria, tanto a Gillespie y la divina Sarah como a McLaughlin y el no menos divino Miles. Aunque al llamarles cl¨¢sicos nos quede la sospecha de que a lo mejor lo ¨²nico que hacemos es decir que son m¨²sicos de jazz. E incluso puede que ni siquiera eso sea verdad. Ahora, que tampoco es cosa que deba importarnos mucho.
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