Revoluci¨®n y fracaso de las t¨¦cnicas de direcci¨®n / 1
La crisis energ¨¦tica no es suficiente para explicar la actual crisis econ¨®mica mundial, dice el autor de este trabajo. Existen alternativas econ¨®micas a la crisis, en su opini¨®n, y los retrasos en el proceso de modernizaci¨®n de Espa?a deben atribuirse sobre todo a carencias profundas en las t¨¦cnicas de direcci¨®n de los procesos de producci¨®n de bienes y servicios.
El d¨¦bil debate sobre el contenido de la crisis econ¨®mica recuerda uno de los pasajes m¨¢s l¨²cidos de Henrik Ibsen: "No se trata solamente del legado de nuestros antepasados, sino de la sombra de ideas, opiniones y convicciones muertas. Ya no existen, pero siguen atenaz¨¢ndonos en contra de nuestra voluntad. Me basta con abrir un peri¨®dico para ver fantasmas flotando entre l¨ªneas. Esos fantasmas acosan a todo el pa¨ªs. Y hay tantos y tan apretujados que forman una niebla impenetrable".El verdadero contenido de la crisis actual ha estado oscurecido por tres factores principales: se ha dado una importancia excesiva al tema de la crisis energ¨¦tica, como desencadenante y motor de la crisis econ¨®mica. No es cierto que la crisis energ¨¦tica haya sido el factor decisivo de la depresi¨®n que ha durado tantos a?os en el mundo occidental. Como se explica despu¨¦s, tuvieron tanta o mayor importancia los cambios que gradualmente tomaron forma en los procesos de producci¨®n en la d¨¦cada de los sesenta.
Otro factor que ha oscurecido el contenido de la crisis ha sido, por supuesto, la manipulaci¨®n indebida del concepto de crisis mundial. Se ha olvidado que los d¨¦ficit de unos pa¨ªses son, por las exigencias de la contabilidad de partida doble, la contrapartida de los excedentes de los dem¨¢s.
Y, luego, por supuesto, el contenido de esta crisis ha quedado oscurecido tambi¨¦n por la esterilizaci¨®n del debate econ¨®mico en virtud de la peque?a falacia que consiste en decir que en una situaci¨®n como la actual no existe alternativa econ¨®mica. Se trata de un supuesto muy dif¨ªcil de aceptar para un economista porque la pol¨ªtica econ¨®mica es, en definitiva, un ejercicio de combinatoria: una mezcla de intensidades y componentes distintos de instrumentos, como la pol¨ªtica de balanza de pagos (?qu¨¦ hacer con los aranceles o el tipo de cambio?), de la pol¨ªtica industrial (en qu¨¦ grado se deja al mercado o al intervencionismo estatal la asignaci¨®n de estos recursos), de la pol¨ªtica monetaria (en qu¨¦ grado se intenta controlar la cantidad de dinero o los tipos de inter¨¦s para incidir en los componentes de la renta nacional) y de la pol¨ªtica fiscal b¨¢sicamente (toda la gama de matices que permite la pol¨ªtica recaudatoria y gasto p¨²blico). Como es obvio, caben m¨²ltiples combinaciones de estos instrumentos. No s¨®lo es incorrecto decir que no hay alternativa alguna a la pol¨ªtica econ¨®mica de un momento dado, sino que es preciso recordar que existen varias alternativas.
A continuaci¨®n se sugiere que el verdadero contenido de la crisis actual pasa por coordenadas distintas. Los retrasos en el proceso de modernizaci¨®n de Espa?a deben imputarse a carencias profundas en las t¨¦cnicas de direcci¨®n de los procesos de producci¨®n de bienes y servicios. Se est¨¢n cometiendo distorsiones graves en la asignaci¨®n de recursos humanos en unos momentos en que la nueva econom¨ªa -al contrario que la econom¨ªa convencional- ha reservado a la pol¨ªtica de recursos humanos un lugar de privilegio entre los factores responsables de los aumentos de productividad.
La nueva econom¨ªa
Hacia 1970 aflora una serie de cambios important¨ªsimos en los procesos de producci¨®n. Son estos cambios, y en modo alguno la crisis energ¨¦tica, los que explican el contenido de la crisis econ¨®mica que a¨²n se est¨¢ atravesando. ?Cu¨¢les son esas transformaciones?
En primer lugar se produce una especializaci¨®n creciente y acelerada de la producci¨®n: ya no basta con fabricar aceros, sino que la competencia de los pa¨ªses emergentes del Tercer Mundo obliga a fabricar aceros especiales.
En segundo lugar, la producci¨®n, que antes era de largas series, se est¨¢ orientando cada vez m¨¢s, o en una proporci¨®n creciente, hacia las necesidades espec¨ªficas de cada consumidor. Dragados fabrica hoy en Espa?a plataformas marinas que cuestan miles de millones de pesetas, para un cliente espec¨ªfico, en un mar determinado; los astilleros espa?oles reciben y no pueden cumplimentar pedidos de barcos especiales hechos a medida de clientes, sometidos a condicionamientos de precio y distribuci¨®n de carga en virtud de fletes ya contratados. Se produce, en t¨¦rminos generales, una orientaci¨®n de la producci¨®n a las necesidades particulares del cliente.
Por ¨²ltimo, es preciso aludir al contenido tecnol¨®gico creciente de la producci¨®n. Todo ello desemboca en necesidades profundas de formaci¨®n de la mano de obra. Donde antes bastaba la mano de obra no cualificada, hoy se requiere un grado de sofisticaci¨®n cada vez m¨¢s complejo. Donde antes era preciso compartimentar y subdividir, hoy se requiere integrar y coordinar. El gran obst¨¢culo a este proceso yace en la naturaleza relativamente inm¨®vil de los recursos humanos en el planeta, comparado con los recursos financieros. De ah¨ª que las inversiones en formaci¨®n, conocimientos y trabajo en equipo se hayan transformado en factores decisivos de los niveles de bienestar.
Ante estos cambios experimentados por los procesos de producci¨®n, la estructura productiva espa?ola reacciona tarde y mal. Incluso los nuevos intentos de liderazgo econ¨®mico se empe?an demasiado a menudo en profundizar en unos m¨¦todos de direcci¨®n que incrementaron dr¨¢sticamente los niveles de productividad en el mundo anglosaj¨®n en los a?os sesenta, pero que estallaron por su inadecuaci¨®n en los a?os de crisis de la d¨¦cada de los setenta y que generan actualmente desasosiego y miseria cuando se enfrentan con la demanda generalizada de formaci¨®n que reclaman los nuevos mecanismos econ¨®micos.
El contenido de la crisis, a la luz de lo que antecede, es un problema de adecuaci¨®n a las nuevas caracter¨ªsticas de los procesos de producci¨®n. Los espa?oles se enfrentan con la necesidad de pasar de una econom¨ªa que estaba fundamentada b¨¢sica o casi exclusivamente en el control de los costes a una econom¨ªa que est¨¢ fundamentada b¨¢sicamente en la innovaci¨®n y en la integraci¨®n de una serie de tareas que antes se hab¨ªan compartimentado. ?sa es la clave del desarrollo futuro y no otra. Se trata, por supuesto, de una interpretaci¨®n mucho menos financiera o monetaria de lo que est¨¢ en boga y mucho m¨¢s cercana al pulso de la econom¨ªa real.
?Por qu¨¦ es tan dif¨ªcil la adecuaci¨®n a un contexto de innovaci¨®n, en lugar de un contexto de producci¨®n de procesos simplificados y homog¨¦neos?
El dualismo econ¨®mico
En primer lugar, por el tradicional dualismo econ¨®mico de Espa?a. Aqu¨ª hay una sociedad preindustrial, que tiene un orden de prioridades, incluso pol¨ªticas distintas. A la mitad de Espa?a ni siquiera se aplicaron las t¨¦cnicas convencionales de direcci¨®n esbozadas exclusivamente para los largos procesos de producci¨®n en serie del sector industrial. Su aplicaci¨®n tard¨ªa conlleva la exigencia de herramientas vinculadas a aquel sistema: c¨¢lculo de tasas de retorno interno, organigramas, planificaci¨®n por objetivos, control de costes y contabilidad anal¨ªtica en un contexto que ya es el de la innovaci¨®n, y para el que se requieren no s¨®lo esos instrumentos, sino de manera m¨¢s perentoria otros a los que luego se hace referencia.
Existe un segundo factor que explica la morosidad, el retraso en la modernizaci¨®n y ajuste de las estructuras productivas. Nadie ense?¨® a los que dirigen esos procesos de direcci¨®n, a los empresarios y administradores a innovar; la ense?anza que recibieron estuvo primordialmente orientada al control de costes de los procesos de producci¨®n.
En la econom¨ªa convencional no se requer¨ªa en el mismo grado que hoy contar con poder de convocatoria para movilizar recursos humanos, t¨¦cnicos y financieros para impulsar proyectos nuevos frente a las rigideces institucionales y sociales acumuladas. La compartimentaci¨®n de las tareas permit¨ªa las actitudes individualistas y no exig¨ªa -como ocurre en el nuevo contexto de las econom¨ªas de innovaci¨®n- facultades para trabajar en equipo. Por ¨²ltimo, nadie ha ense?ado de manera sistem¨¢tica a empresarios y administradores espa?oles a correlacionar el cambio individual impulsado en su microempresa con las grandes aspiraciones y transformaciones que se est¨¢n produciendo en la sociedad en su conjunto.
En la medida en que cada vez era m¨¢s dif¨ªcil adecuar las estructuras productivas a las nuevas exigencias de especializaci¨®n, fabricaci¨®n a medida y contenido tecnol¨®gico m¨¢s elevado, numerosos empresarios han preferido -en lugar de abordar las dif¨ªciles reformas de sus procesos de producci¨®n que garantizasen la obtenci¨®n de beneficios a largo plazo- obtener beneficios a corto plazo por la v¨ªa de la simple redistribuci¨®n de activos ya existentes. Este capitalismo de papel improductivo no genera activos nuevos y se aisla cada vez m¨¢s de los procesos reales de producci¨®n. Muchos ejecutivos enfrentados con las incertidumbres econ¨®micas y pol¨ªticas de la transici¨®n han preferido la v¨ªa de desprenderse de activos, que hac¨ªa falta reconvertir para que fuesen rentables, y adquirir en su lugar activos que ya funcionasen en otros posicionamientos del mapa econ¨®mico. Por encima de todo, se trataba de no asumir el sacrificio dif¨ªcil, tedioso y gris de reconvertir la propia empresa.
Las dificultades con que se choca a la hora de modernizar las estructuras empresariales se agigantan cuando se acometen las mismas reformas en los sindicatos y, en mayor medida todav¨ªa, en la propia Administraci¨®n.
Procesos homog¨¦neos
Existe otro factor important¨ªsimo que explica las dificultades de adecuaci¨®n. En las econom¨ªas de tipo convencional, los procesos productivos eran muy homog¨¦neos. La mano de obra circulaba sin dificultades, del sector agrario al industrial y de ¨¦ste al sector terciario, gracias al elevado grado de homogeneidad de los procesos productivos. Hoy d¨ªa, en cambio, un 90% de los nuevos empleos se generan en sectores altamente tecnologizados y perfectamente diferenciados del resto de la econom¨ªa; se trata de centros pr¨¢cticamente inaccesibles a la mano de obra no cualificada. En el nuevo contexto de las econom¨ªas de innovaci¨®n, la falta de formaci¨®n o una formaci¨®n inadecuada constituye un impedimento a la flexibilidad necesaria del mercado del trabajo, de tanta o mayor envergadura que los factores m¨¢s com¨²nmente se?alados como pol¨ªticas salariales o contractuales inadecuadas. La especializaci¨®n y consiguiente falta de homogeneidad de los procesos productivos ha convertido a los nuevos centros generadores de empleo en verdaderas islas a las que es muy dif¨ªcil llegar a nado, desde los sectores llamados crepusculares.
Hay razones pol¨ªticas que dificultan el proceso de adecuaci¨®n a las nuevas exigencias del mercado. Los sectores crepusculares, que est¨¢n perdiendo peso espec¨ªfico dentro del total econ¨®mico, vienen disfrutando del peso pol¨ªtico que siempre tuvieron, mientras que los sectores de futuro no han tenido tiempo todav¨ªa de aglutinar en torno suyo la fuerza social o pol¨ªtica necesaria para interrumpir la hemorragia de recursos humanos y de capital provocada por los sectores crepusculares. Como ha demostrado la experiencia reciente de los planteamientos de reconversi¨®n industrial del Ministerio de Industria y Energ¨ªa, la batalla real entre sectores crepusculares y emergentes no refleja, a nivel pol¨ªtico, la correlaci¨®n de fuerzas actual, sino la del pasado.
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