Picasso
Lo que con su pintura quiso decir Picasso a todos los hombres -a todos: no s¨®lo a los pintores de oficio, a los profesores de est¨¦tica y a los historiadores del arte - puede ser expresado, creo yo, mediante dos brev¨ªsimas frases: pasi¨®n por el todo y dolor no merecido. Intentar¨¦ demostrarlo.Cuantas veces se quiera describir con prop¨®sito de integridad. la obra de Picasso, la palabra todo aparecer¨¢ como inexorable ritornello. Todos los temas: el paisaje, la figura, la naturaleza muerta, la pintura de g¨¦nero, el retrato, la pura luz -con qu¨¦ limpieza nos la hacen ver sus cuadros con el Mediterr¨¢neo como fondo -, el puro color, la pura forma. Todas las t¨¦cnicas: el ¨®leo, el gouache, la litografia, el aguafuerte, el carb¨®n, el l¨¢piz, la punta seca, la cer¨¢mica. Todos los posibles puntos de vista ante la realidad pintada: el del ni?o, el del primitivo, el del artista del Rom¨¢nico, el del pintor del Renacimiento, el impresionismo, el fovismo, el expresionismo. (Ante las cosas visibles, el ni?o no ha aprendido todav¨ªa a distinguir con precisi¨®n lo presente y lo compresente, en el sentido que a estas palabras dieron Husserl y Ortega; no sabe, en consecuencia, dar por supuesta, bien por recuerdo, bien por conjetura, la apariencia del reverso que ¨¦l no ve. Tal es la raz¨®n psicol¨®gica por la cual los ni?os pintan con dos ojos un rostro de perfil, y Picasso, adoptando adrede ese inmaturo punto de vista, desconcierta e indigna a muchos poniendo ingenuos perfiles binoculares en algunos de sus lienzos.) Todos los aspectos de la realidad pict¨®ricamente representables: la pura forma, cuando quiso ser pintor cubista; la pura expresi¨®n, cuando con el m¨ªnimo de elementos formales quiere producir en el espectador -recu¨¦rdese el Guernica- un determinado estado de ¨¢nimo. Todos los talantes del alma: la impasible, ol¨ªmpica contemplaci¨®n del mundo, el sistem¨¢tico despiece formal de lo visto, la ternura, la crueldad, la compasi¨®n, la burla, el puro juego.
Todos los temas, todas las t¨¦cnicas, todos los puntos de vista, todos los aspectos visivos de la realidad, todos los talantes del alma... Todo,todo,todo,todo, todo. Una vehemente pasi¨®n de totalidad -la constante e irrealizable ambici¨®n de poseer pict¨®ricamente el todo de las cosas que tenemos ante nosotros- unifica el genial torrente de estilos e intenciones que desde Ciencia y caridad hasta su muerte fue la vida de Picasso, permite entender su voluntaria y constante servidumbre al imperativo del ensayo y hace de ¨¦l, en definitiva, uno de los hombres m¨¢s representativos de nuestro siglo. ?Acaso no es la necesidad de ensayar y ensayar de nuevo, porque ninguno de nuestros hallazgos llega a satisfacernos, el nervio mismo de la existencia en crisis? "Inquieto est¨¢ mi coraz¨®n hasta que descanse en Ti", dec¨ªa San Agust¨ªn a su Dios. "Inquieto estar¨¢ mi pincel hasta que me hay¨¢is dado todo lo que sois", dice Picasso a las cosas del mundo.
Ahora bien, esta ¨ªntima necesidad de moverse desde el aspecto de lo que se ve hacia la ¨ªntegra realidad de la cosa vista es la clave m¨¢s profunda de la actitud mental a la que -cuando sabemos emplear rectamente las palabras- damos el nombre de metaf¨ªsica; por lo cual, adem¨¢s de una metafisica filos¨®fica, la que desde Her¨¢clito y Parm¨¦nides hasta Zubiri han hecho y seguir¨¢n haciendo tantos fil¨®sofos, puede haber y hay una poes¨ªa y una pintura genuinamente metafisicas. Metafisica es, en este sentido, la pintura de Picasso, si se acierta a contemplarla seg¨²n la integridad de sus m¨²ltiples modos sucesivos; y en la secreta mezcla de ambici¨®n e imposibilidad que la pasi¨®n metaf¨ªsica esencialmente lleva en su seno est¨¢, a mi modo de ver, el nervio unificante de lo que la vocaci¨®n y el oficio de pintor fueron para ¨¦l: entusiasmo, drama, deleite, reflexi¨®n, juego y burla; burla de s¨ª mismo y de ciertos compradores de su pintura.
Tiene todo esto una significaci¨®n netamente existencial, si seme admite el empleo de tan maltratado vocablo; mas para advertirlo debo previamente justificar la segunda de las notas definitorias que antes enunci¨¦.
Tanto como incesante y cambiante pasi¨®n por el todo de lo pintado, la pintura de Picasso es conciencia viva y en¨¦rgica denuncia del problema que plantea el dolor no merecido, acaso el m¨¢s lacerante de todos los que la existencia humana suscita en quien reflexivamente la vive. "?Por qu¨¦ sufro, si yo no merezco sufrir?", pregunta una y otra vez el hombre -a Dios, a la naturaleza, al destino- desde que ha adquirido conciencia de s¨ª; por lo menos, desde la situaci¨®n hist¨®rica que los etri¨®logos llaman cultura primitiva superior. El poema babil¨®nico deljusto doliente, el Libro de Job, la tragedia de Orestes y Ant¨ªgona, de Filoctetes e Ifigenia, la varia especulaci¨®n cristiana acerca del pecado original, las diversas teodiceas del mundo moderno, el poema La ginestra, de Leopardi, han sido otras tantas actitudes ante esa terrible y misteriosa realidad; los relatos de Kafka y la novela La peste, de Albert Camus, las ¨²ltimas grandes expresiones literarias de tal perplejidad. Pues bien:
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examinados a esta luz los arlequines de Picasso, sus familias circenses y no pocos de sus ni?os, la pat¨¦tica Mujer que plancha, las Demoiselles d'Avign¨® -allende lo que en el cuadro es an¨¢lisis formal de la figura humana-, el Guernica, el Corea, la aguda y aun estridente receptividad del pintor ante lo que por naturaleza o por artificio parece hecho para herir y desgarrar, dientes felinos o dientes de sierra, ?todo eso qu¨¦ es sino el punzante testimonio de una viv¨ªsima sensibilidad ante la realidad y el problema del dolor, sobre todo cuando el dolor no es merecido? M¨¢s a¨²n: sensu contrario y en forma puramente simb¨®lica, ?qu¨¦, sino inocencia desvalida e inmerecimiento del dolor, representan la paloma picassiana y la reiterada presencia de la cabra -el sufrido animal de las tierras pobres de Iberia; qu¨¦ testimonio de la medular espa?ol¨ªa del pintor esa humilde y angulosa figuraci¨®n del vivir aguantando- en las etapas pen¨²ltima y ¨²ltima de la obra picassiana? Vivido como realidad melanc¨®licamente compasible (los arlequines) o como hecho revolucionariamente atacable (el Guernica), en el espect¨¢culo del sufrimiento de quienes no lo merecen tiene otro de sus motivos permanentes el fabuloso mundo pict¨®rico y humano de Picasso.
Demos ahora un paso m¨¢s; pregunt¨¦monos si la pasi¨®n por el todo de las cosas y la denuncia del dolor inmerecido no ser¨¢n formas distintas de una misma y m¨¢s radical actitud an¨ªmica ante la realidad del mundo y ante la propia realidad. Pienso que s¨ª.
La voluntad de moverse desde la parte hacia el todo y desde la apariencia hacia la consistencia, sea filos¨®fica, po¨¦tica o pict¨®rica la forma en que la volici¨®n se expresa, revela una viva preocupaci¨®n ante la ultimidad de lo real y, en consecuencia, la constante proposici¨®n t¨¢cita -si consciente o no poco importa- de la siguiente pregunta: "?qu¨¦ es en s¨ª misma y ¨²ltimamente la cosa que veo para que se me presente bajo la cambiante apariencia con que lo hace?"; preocupaci¨®n y ejercic?o que llevan en su seno un secreto, jam¨¢s dormido inter¨¦s por el fundamento postrero de todo lo que llamamos realidad. Si por v¨ªa de creencia -cristiana o atea, isl¨¢mica o budista-, tal inter¨¦s conduce a una respuesta vitalmente satisfactoria, el hombre, aunque nunca por completo exento de dudas y dificultades, vivir¨¢ en el ¨¢mbito de la religiosidad; por lo cual, bien puede ser denominado prerreligiosidad el modo de vivir de quienes, como Picasso, no logran resolver satisfactoriamente para s¨ª mismos ese radical problema. De ah¨ª que el ensayo respecto del todo, filos¨®fico en unos casos, po¨¦tico o pict¨®rico en otros, haya de ser en ellos actividad permanente, y m¨¢s cuando, como en Picasso aconteci¨®, se ven inexorablemente obligados por la historia a vivir en un mundo en crisis.
Prerreligiosa es tambi¨¦n, ahora desde un punto de vista ¨¦tico, la inquietud ante la realidad psicol¨®gica y social del dolor no merecido. ?Tal realidad qu¨¦ es para el hombre: un inexorable e irrebasable absurdo (Leopardi, Sartire, Camus), un hecho social racionalmente explicable y susceptible de extinci¨®n mediante la acci¨®n revolucionaria (marxismo) o un misterio que no excluye cierta comprensi¨®n razonable y exige un permanente esfuerzo para hacer m¨ªnimas algunas de sus formas y consecuencias (cristianismo)? Cada cual responder¨¢ a su manera o se sentir¨¢ forzado a concluir que no le es posible aceptar respuesta alguna. Pero quien, pese a todo, contin¨²a debati¨¦ndose con el agobiante problema del dolor -?por qu¨¦ hay dolor en la existencia del hombre, haya o no haya sido moralmente recta su conducta?-, prerreligioso ser¨¢, como en el caso precedente, su personal modo de vivir, cuantas veces salga de la pura cotidianidad. Picasso y Einstein son dos magnos ejemplos de tal posibilidad de la existencia.
Conduzca o no a una verdadera religiosidad -m¨¢s, desde luego, si no conduce a ella-, la prerreligiosidad puede ser vivida en forma dram¨¢tica (S¨¦nancour, Kierkegaard, Unamuno) o en forma l¨²dica. As¨ª la vivi¨® el hombre-pintor Pablo Picasso. Nada m¨¢s torpe que desconocer la seriedad, dram¨¢tica en ocasiones, que da nervio a las mudanzas de estilo y de tema en la obra de Picasso. Nada m¨¢s necio, por otra parte, que negar la existencia de una orla de juego y burla en el proceder del genial pintor, tanto frente a s¨ª mismo, en cuanto que terco buscador de lo imposible, como frente a una fracci¨®n de su p¨²blico. Picasso, un constante ensayista respecto del todo de las cosas, un apasionado y sensible testigo del dolor de los hombres, un desenfadado y siempre adolescente juguet¨®n. "?Cu¨¢nto tiempo le cuesta a uno aprender a ser joven!", dec¨ªa en 1961 a uno de los espa?oles que asistieron a la celebraci¨®n de sus 80 a?os. Quer¨ªa decir, entre otras cosas: "?Cu¨¢nto tiempo le cuesta a uno aprender ajugar de veras con su incapacidad para ser y hacer todo lo que quisiera!". En su caso, pintar el todo de cada cosa y rebelarse pict¨®ricamente contra el hecho del dolor humano.
Como Monsieur Jourdain hablaba en prosa sin saberlo, sin propon¨¦rselo ha pintado prerreligiosidad Picasso. ?Se reir¨ªa hom¨¦ricamente nuestro m¨¢ximo malague?o si leyese esta osada interpretaci¨®n de su obra? Nunca lo sabr¨¦.
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