La Fundaci¨®n Alfonso Com¨ªn
La reciente presentaci¨®n y puesta en marcha de la Fundaci¨®n Alfonso Com¨ªn, que recuerda la figura ha poco desaparecida de un gran militante y un no menos gran creyente, sirve al autor de este art¨ªculo para revisar un tema crucial, el de las relaciones entre el socialismo y el cristianismo, ya que, pese al transcurso del tiempo, las preguntas planteadas por aquel viejo debate no han dejado de tener vigencia.
Hace unas fechas se presentaba en Madrid la Fundaci¨®n Alfonso Com¨ªn, cuyo objetivo es proseguir la reflexi¨®n de quien le da nombre (un activo militante de izquierdas y convencido creyente) en el campo de la cultura pol¨ªtica. Para la convocatoria se recurri¨® al viejo fichero de Cuadernos para el Di¨¢logo, a fundaciones cercanas a comunistas y socialistas, a intelectuales cat¨®licos... Hab¨ªa acuerdo entre los asistentes de que hab¨ªa llegado el momento de volver a debates te¨®ricos ya casi olvidados pero cuyo vac¨ªo no colmaba ning¨²n pragmatismo.Extensa fue la gama de preocupaciones de Alfonso Com¨ªn, y a todas ellas quiere dedicarse la fundaci¨®n: el sindicalismo, la sociolog¨ªa del trabajo o la formaci¨®n profesional. Pero hay un campo espec¨ªfico, al que ¨¦l se entreg¨® de por vida, que es el de la relaci¨®n entre el creyente y el militante, entre la fe y la pol¨ªtica. Con la contundencia que lo caracterizaba, titulaba un libro, Comunista en la Iglesia, cristiano en el partido, como el mejor resumen biogr¨¢fico.
La astucia de la raz¨®n hist¨®rica que ha tocado en suerte a la democracia ha transformado en antediluvianos aquellos vivos di¨¢logos de marxismos y cristianismos de hace s¨®lo dos lustros; m¨¢s a¨²n, se ha impuesto entre los supervivientes de Mayo del 68 un talante despectivo respecto a lo que durante generaciones val¨ªa como teor¨ªa revolucionaria. Para m¨¢s sorna se recuerda que Althuser anda entre rejas por asesinato, que Poulantzas se suicidi¨® y que Foucault ha muerto enloquecido. Mejor que el viejo topo de la revoluci¨®n descanse en paz.
Al echar la vista atr¨¢s sobran razones para pensar que en aquel contexto dictatorial la teor¨ªa pol¨ªtica era sobre todo un discurso moral de rechazo de lo dado. Al perder la medida de la realidad se produc¨ªa una sobredosis ideol¨®gica que resultaba inexpresiva para el cuerpo social que renac¨ªa a la libertad. Tampoco ha escapado a esta condici¨®n el marxismo y los discursos pol¨ªticos que se organizaron a su alrededor. No proced¨ªa sacar de aquellos libros de texto proyectos pol¨ªticos. Pero de ah¨ª a estigmatizar aquella reflexi¨®n va un trecho.
Sin duda la teor¨ªa pol¨ªtica, incluida la marxista, necesita ser recreada, pero es igualmente cierto que sus preguntas siguen siendo aquellas a las que tienen que enfrentarse cualquier proyecto socialista: la divisi¨®n de la sociedad, las resistencias a su voluntad de emancipaci¨®n, la reproducci¨®n de los mecanismos de poder la siempre aplazada reconciliaci¨®n del hombre con la naturaleza...
Debate con la religi¨®n
Preguntas de este calibre son las que permiten a una pol¨ªtica determinada ser un proyecto hist¨®rico de liberaci¨®n y no un parcheo para ir tirando. Sin la consiguiente carga ideol¨®gica, el pol¨ªtico no podr¨¢ ni siquiera mantener el estado de rebeli¨®n contra la injusticia, el coraje contra la corrupci¨®n, la libertad de coger el sombrero y dejar su cargo y la lealtad cr¨ªtica.
Es bueno que el socialismo se abra a un debate cultural; bueno es que ese debate se haga con la religi¨®n. Afortunadamente va quedando en desuso el cent¨®n de ordinarieces que lanzaba el socialismo sobre la religi¨®n y viceversa.
?Pero qu¨¦ se tienen que decir la fe y la pol¨ªtica o el socialismo -por no hablar del marxismo- y el cristianismo? ?No hemos quedado que son cantidades incomparables que todo lo m¨¢s deben convivir pac¨ªficamente en una especie de paz eterna de Westfalia? Pues ser¨¢n todo lo incomparables que se quiera, pero algo tienen que ver entre s¨ª. La religi¨®n nunca ha sido asunto de sacrist¨ªas, ni siquiera en los tiempos de Kempis, m¨¢ximo exponente del pietismo individualista. La religi¨®n ha sido una destiler¨ªa de h¨¢bitos morales, conceptos filos¨®ficos y visiones del mundo que han conformado muchas pol¨ªticas.
No hay un solo te¨®rico cl¨¢sico socialista, desde Marx a Gramsci, por no citar a los socialistas ut¨®picos o al socialismo espa?ol, que de una manera u otra no haya sentido la necesidad te¨®rica de reflexionar sobre el fen¨®meno religioso. ?Por qu¨¦ ser¨¢? Porque es connatural a todo proyecto hist¨®rico, ya sea pol¨ªtico o religioso, que los individuos lo hagan suyo en sus ideas y s¨ªmbolos, es decir, en su cultura. Ahora bien, los s¨ªmbolos, recuerdos y tradiciones -tambi¨¦n los liberadores del pueblo espa?ol- tienen que ver con el cristianismo.
El socialismo no lo puede ignorar.
Cuando hoy se oye musitar que es necesario un debate, es sin duda porque cada vez son menos evidentes los significados liberadores de la cultura pol¨ªtica. Y eso es malo para el socialismo, que no naci¨® como una gestor¨ªa de mercanc¨ªas al uso sino como un proyecto de liberaci¨®n de quien no era o no se sent¨ªa libre y realizado.
El comunista italiano Lombardo Radice -que gustaba de presentarse como "el hermano ateo gemelo de Com¨ªn"- esperaba de los cristianos "que introdujeran la categor¨ªa de piedad en pol¨ªtica". Habr¨ªa que o¨ªr los comentarios de cualquier ministro socialista de Hacienda sobre el particular.
Pero tirando de ese hilo de la piedad aparecer¨ªa todo un fresco de conceptos solidarios con los marginados que cuestionan inexorablemente un tipo de pol¨ªtica darwinista donde los perdedores no merecen m¨¢s que una demag¨®gica compasi¨®n. Nada tan extra?o a la sociedad burguesa como la piedad, la solidaridad y cualquier otra forma de memoria de los vencidos.
La burgues¨ªa ha sabido colocar esas aspiraciones en el limbo de sus campa?as de caridad. Lograr que los derechos del pobre se eleven a inapelable principio pol¨ªtico s¨®lo ser¨¢ posible si la sociedad lo hace suyo. ?sa es la tarea de la cultura pol¨ªtica.
Pese a que la democracia ha abierto, cantidad de espacios institucionales al di¨¢logo pol¨ªtico y cultural, no resulta obsoleta una iniciativa como la de la Fundaci¨®n Alfonso Com¨ªn, que ofrece un marco de confrontaci¨®n a dos de las tradiciones m¨¢s relevantes de nuestra sociedad: el socialismo y el cristianismo.
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