Zumos
Cualquier hortera con peluqu¨ªn, camisa abierta, oro en el estern¨®n, perneras de campana y zapatos de tac¨®n cubano sabe m¨¢s acerca de la felicidad que Lao-Tse. Cualquier moderno vestido de blanco y con el pelo pegado est¨¢ mejor informado sobre las ansias del coraz¨®n que todos los sabios antiguos. Afortunadamente nos ha tocado vivir un tiempo sin maestros en que el dios de los ej¨¦rcitos se ha deshecho en recetas de cocina, cremas de belleza y consejos pr¨¢cticos para conseguir un magn¨ªfico orgasmo.Ahora los moralistas escriben en las revistas de peluquer¨ªa, y al final del segundo milenio judeocristiano la dicha se vende en farmacias. Por otra parte, la filosof¨ªa ha quedado reducida a esta peque?a aspiraci¨®n: un cielo azul, una sand¨ªa, un buen coito a la semana y a vivir, que son dos d¨ªas. Hoy le puede tomar a Dios en zumo o a Satan¨¢s en un latigazo de alcohol, pero el hombre a¨²n se siente incapaz de vivir sin amenazas. Despu¨¦s de convertir a Dios en un refresco, ha engendrado la bomba at¨®mica en su lugar.
En este momento desde mar abierta, bajo una corona de gaviotas, con las velas hinchadas de silencio por el viento bonancible, se ve una danza de cuerpos fren¨¦ticos en la playa. Sobre el filo del litoral pasa un aeroplano con un rabo de cometa que arrastra el anuncio de un bronceador, de un t¨¦ adelgazante o de un aperitivo. M¨¢s arriba, de modo invisible, a veces el trueno de unos cazabombarderos divide el firmamento.
Son tres estratos de la nueva cultura a ras del suelo bailan los adoradores del sol, a media altura planean todas las ofertas de felicidad y en la cumbre se halla encaramado, con la tripa llena de regalos, un orangut¨¢n at¨®mico.
Nada se ha movido desde la ¨¦poca en que Arist¨®teles iba arrastrando la s¨¢bana. S¨®lo que ahora los horteras con peluca, camisa abierta y Cristo de Dal¨ª en el estern¨®n, las amas de casa y los maravillosos seres vestidos de blanco con el pelo pegado juegan con los corolarios de aquella filosof¨ªa transformada en crema de belleza sobre la cual vuela el mismo Dios, hoy radiactivo. Pero la bomba at¨®mica no es m¨¢s que un capricho.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.