Benny Lai: "Me gustar¨ªa leer los apuntes de Juan Pablo II tras su visita a Ali Agca"
Benny Lai est¨¢ considerado como uno de los periodistas que mejor conoce los recovecos del complejo y misterioso mundo de las finanzas vaticanas. Lleva m¨¢s de 30 a?os informando sobre el mundo vaticano en los diarios La Nazione, de Florencia, y en Il Resto del Carlino, de Bolonia, y se jacta de ser el ¨²nico vaticanista verdaderamente laico, es decir, que considera a la Santa Sede no desde un punto de vista religioso, sino simplemente como un fen¨®meno pol¨ªtico y social.EL PAIS lo ha entrevistado en Roma para hablar de su ¨²ltimo libro.
Pregunta. ?De verdad el libro revela aut¨¦nticos "secretos del Vaticano"?
Respuesta. Bueno, el t¨ªtulo es m¨¢s bien una provocaci¨®n editorial, un t¨ªtulo que evidentemente atrae y, por tanto, vende. Pero despu¨¦s de su publicaci¨®n me fui a ver en el diccionario la verdadera acepci¨®n de "secreto" y he descubierto con satisfacci¨®n que secreto no quiere decir s¨®lo 'oculto' sino tambi¨¦n 'cosas divulgadas entre pocas personas'. Y esto es lo que yo he publicado: toda una serie de hechos no conocidos hasta ahora por el gran p¨²blico y ni siquiera en el ¨¢mbito de los eclesi¨¢sticos. Se trata de confidencias de cardenales Vivos o difuntos que yo he ido recogiendo en estos a?os, y puedo asegurarle que por lo que respecta a las cosas que cuento de cardenales a¨²n en vida ninguno de ellos ha contestado o contradicho un solo rengl¨®n de lo que he escrito.
P. ?Por qu¨¦ a¨²n hoy, en el mundo moderno y secular¨ªzado, siguen siendo tan apetitosos los llamados secretos valicanos?
R. Porque, al rev¨¦s de los Estados modernos, el Vaticano sigue a¨²n alimentando un clima de misterio y de cosas ocultas. Baste pensar que los archivos vaticanos pueden consultarse por quienes estamos autorizados para ello por motivos de estudio s¨®lo hasta el a?o 1903. Despu¨¦s, nada. Todo est¨¢ bajo cuatro candados.
P. Pero el secreto en las cosas de la Iglesia y del Vaticano ?no hab¨ªa sido abolido por el concilio?
R. No. Existe una instrucci¨®n aprobada por el Papa el 4 de febrero de 1974, que sustituye a la del 24 de junio de 1968, en la cual la obligaci¨®n del secreto, bajo pecado mortal, se mantiene. Cambia s¨®lo el nombre y algunos pormenores. Se llama desde entonces secreto pontificio en vez de secreto del Santo Oficio, y el pecado contra el secreto papal no es ya reservado sino que puede perdonarlo cualquier confesor; por lo dem¨¢s, nada ha cambiado.
P. Pero ha cambiado por lo menos la mentalidad, hay m¨¢s manga ancha, se conocen m¨¢s cosas que antes de lo que ocurre detr¨¢s de la puerta de bronce.
R. S¨®lo formalmente. Se dan m¨¢s noticias, pero sin que se pueda nunca saber a fondo la verdad. Le pongo un ejemplo: el Vaticano ha pagado al Banco Ambrosiano 250 millones de d¨®lares por el asunto del IOR. Oficialmente se ha dicho que se ha tratado de una .contribuci¨®n voluntaria" para ayudar a resolver el problema. Pero no es cierto. La verdad es que el arzobispo norteamericano de origen lituano Paul Marcinkus. presidente del IOR, hab¨ªa cometido un error estrat¨¦gico al firmar las famosas cartas de patronage o liberatorias a Roberto Calvi. Marcinkus se hizo firmar a su vez unas contracartas que lo liberaban de su responsabilidad jur¨ªdica. Pero esto en todo el mundo es un delito tanto desde el punto de vista moral como jur¨ªdico. Por tanto, el Vaticano ha tenido que pagar no como el que hace un regalo, sino como el que ha transgredido y debe resarcir da?os.
P. ?Entonces el Vaticano miente?
R. Llevo m¨¢s de 30 a?os frecuentando a los personajes del Vaticano, aun a los m¨¢s altos, y siempre he pensado que estos cardenales u obispos, o simples monse?ores, no s¨®lo hablan en c¨®digo, sino que ellos mismos est¨¢n estructurados en c¨®digo. Para hablar con ellos, para entenderlos e interpretarlos, hay que ser muy experto, porque poseen una mentalidad Tuy distinta a la del resto de los simples mortales. El Vaticano no dice mentiras, pero evita siempre decir la verdad o toda la verdad. Yo he podido, por ejemplo, saber cu¨¢ntos votos obtuvo Juan Pablo II en el c¨®nclave no porque me lo haya dicho abiertamente ning¨²n cardenal, ya que ninguno ha querido pronunciar la cifra, pues incurrir¨ªa en pecado grave contra el secreto. Lo he sabido porque a un cardenal se le escap¨® involuntariamente comentando el c¨®nclave con el rey de Espa?a y delante estaba un eclesi¨¢stico que lo oy¨®.
P. Si se llega a muchas noticias hablando de la muerte de los ¨²ltimos cuatro papas usted pone siempre un punto interrogativo sobre si dichos papas se podr¨ªan o no haber salvado, desde P¨ªo, XII a Juan XXIII, a Pablo VI, a Juan Pablo I, e incluso critica la actitud que se tuvo con el papa Wojtyla en los momentos del atentado.
R. Es verdad. Pero yo no pienso que a estos papas modernos se los haya querido matar o envenenar o no curar. Digo sencillamente que frente a la muerte o a la enfermedad de un papa, el Vaticano a¨²n no se ha secularizado y mantiene una actitud sacral. Para el Vaticano la muerte de un papa es a¨²n un hecho privado. No es tanto el drama de una vida que hay que salvar como sea sino el modo como debe morir y c¨®mo debe aparecer dicha muerte.
P. Algo se ha cambiado ¨²ltimamente.
R. Antes los papas no iban al hospital. Era mejor que muriesen en su intimidad. Con Pablo VI el hospital se traslad¨® al Vaticano con quir¨®fano y todo para operar lo de pr¨®stata, con todos los riesgos del caso. A Juan Pablo II, herido gravemente en la plaza de San Pedro por las balas del turco Ali Agca, se le llev¨® al hospital. Sin embargo, ahora que por suerte todo ha resultado bien, lo podemos decir: estuvo a punto de morir porque en vez de llevarlo a un hospital que estaba s¨®lo a 700 metros de la plaza de San Pedro se le llev¨®, desangr¨¢ndose, a otro hospital que estaba a cinco kil¨®metros, en medio de un tr¨¢fico ca¨®tico, por el s¨®lo motivo de que aqu¨¦l era.un hospital cat¨®lico.
De Juan Pablo I no existe, por ejemplo, un certificado m¨¦dico que analice el motivo de su muerte. Cuando se pidi¨® la autopsia, los cardenales respondieron que las normas vigentes imped¨ªan que se pudiera intervenir sobre la muerte de un papa. El secretario de Estado, el difunto cardenal Villot, hab¨ªa pedido a los cardenales reunidos para el c¨®nclave que firmaran un documento en el que se dijera que hab¨ªa muerto de infarto. Pero se negaron: "No somos competentes", respondieron. Y en realidad no se excluye, por ejemplo, que haya muerto de hemorragia cerebral. La verdad nunca se sabr¨¢.
P. Durante la presentaci¨®n de su libro en Roma, el ministro de Asuntos Exteriores, Giulio Andreotti, otro apasionado de misterios vaticanos, afirm¨® que en realidad no los ha publicado en este libro y que usted se los reserva para cuando est¨¦ jubilado. ?Puede adelantar alguno para EL PAIS?
R. En realidad, m¨¢s que secretos lo que no he querido a¨²n publicar en mi libro son interrogantes que me planteo y que a¨²n no he madurado ni comprobado a fondo. Puedo enumerarle una: la conexi¨®n entre el atentado al Papa en la plaza de San Pedro y la desaparici¨®n de la joven ciudadana del Vaticano, Emmanuella Orlandi. Todos han pensado en un problema oscuro de sexo. Yo estoy seguro de que los tiros no van por ah¨ª. La soluci¨®n hay que buscarla en relaci¨®n con el atentado del Papa. M¨¢s no puedo decirle.
P. ?Y un secreto que a¨²n no sabe y que le gustar¨ªa saber?
R. Los apuntes que Juan Pablo II tom¨® para los archivos secretos del Vaticano a su vuelta de la c¨¢rcel de Rebbibia tras el di¨¢logo con Ali Agca. S¨¦ s¨®lo que esos apuntes existen. Y me gustar¨ªa leerlos.
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