Max Cahner y los fantasmas
El s¨¢bado 21 de julio, y a cuenta de un presunto giro en la pol¨ªtica cultural del Gobierno de la Generalitat, EL PAIS, desde sus columnas editoriales, lanzaba un ataque feroz contra la gesti¨®n del anterior titular del Departamento de Cultura, Max Cahner.A uno, no ya respetuoso, sino entusiasta de que los medios de comunicaci¨®n social practiquen una cr¨ªtica rigurosa de los poderes p¨²blicos y de quienes los ejercen, pudo haberle desagradado el tono del art¨ªculo-editorial, su ensa?amiento con el pol¨ªtico criticado, pero ello no hubiese sido raz¨®n bastante para una r¨¦plica. Me parece, en cambio, que lo es, y sobrada, la abismal desproporci¨®n entre las descalificaciones globales que all¨ª se formulaban y la escasez o ausencia de argumentos concretos en que basarlas. Porque, para sentenciar el mandato de Cahner como "uno de los espect¨¢culos m¨¢s deplorables que nos ha proporcionado el Estado de las autonom¨ªas" (?m¨¢s que la LOAPA?, ?m¨¢s que las andanzas de Hern¨¢ndez Ros por Murcia?, ?m¨¢s que la defenestraci¨®n de Escuredo?), o se aportan a rengl¨®n seguido los datos s¨®lidos y precisos que apoyen tan severo aserto o, de lo contrario, se est¨¢ cayendo en la irresponsabilidad y en el amarillismo.
A falta de esos datos, el editorialista hace frases y maneja t¨®picos que se desmoronan ante la formulaci¨®n de las m¨¢s elementales preguntas. ?Cu¨¢l fue el destino, y cu¨¢l la cuant¨ªa, de los fondos p¨²blicos dilapidados en estos cuatro a?os? ?D¨®nde est¨¢ el elenco de intelectuales funcionarizados, de voces y conciencias compradas? ?No habr¨¢ sido justamente ¨¦ste -el no haber sabido comprar voces y plumas- uno de los m¨¢s graves errores del conseller destituido? Esa cultura oficial supuestamente entronizada por Cahner, ?en qu¨¦ consiste?, ?en Els Joglars o en Rusi?ol?, ?qui¨¦n y en qu¨¦ alta tribuna la ha definido?
Resulta cuando menos parad¨®jico que se tache ahora de dirigista, estatalizadora y totalizadora a una gesti¨®n que en su d¨ªa -y, si no recuerdo mal, desde estas mismas p¨¢ginas- fue acusada de todo lo contrario, es decir, de exceso de neutralismo, de dar un apoyo gen¨¦rico e indiscriminado a todo tipo de iniciativas, de limitarse a hacer cosas sin un plan, sin haber dise?ado previamente un gran proyecto cultural para Catalu?a. ?En qu¨¦ quedamos?
Lanzado ya por la pendiente de las imputaciones gratuitas e indocumentadas, el editorial de marras habla de sectores culturales marginados por razones pol¨ªtico-ideol¨®gicas, pero olvida poner siquiera un ejemplo. ?Tal vez Els Comediants, las pe?as flamencas ampliamente subvencionadas, o quiz¨¢ los municipios del cintur¨®n rojo, en los que el departamento -cumpliendo su obligaci¨®n, por supuesto- ha invertido cientos de millones en equipamientos culturales? Alude tambi¨¦n a la falta de pluralismo, de donde se deduce que personas como Fabi¨¤ Puigserver, Josep Maria, Forn, Francese Bellmunt, Jaume Sobrequ¨¦s u Oriol Martorell, miembros de las comisiones asesoras de diversos servicios del departamento (teatro, cine, archivos, m¨²sica ... ), deben ser convergentes empedernidos o poscarlistas camuflados.
E incluso se insin¨²a la existencia de ciertos "intelectuales org¨¢nicos" del poder auton¨®mico ... ; l¨¢stima que Cahner, demasiado ocupado imponiendo modelos culturales, no haya tenido tiempo de presentarlos en sociedad y, por ello, los currantes de la cultura nos hayamos quedado con las ganas de conocer a nuestros ma?tres ¨¤ penser. Otra vez ser¨¢...
?Y qu¨¦ decir de la singular idea seg¨²n la cual Joan Rigol ha asumido la cartera de Cultura para hacer la cr¨ªtica despiadada de los grandes t¨®picos del nacionalismo pujolista? ?Rigol, el topo? ?O es que en las ¨²ltimas elecciones catalanas cambi¨® la mayor¨ªa parlamentaria, fue sustituido el presidente de la Generalitat y todav¨ªa no nos hab¨ªamos enterado? Si nada de eso sucedi¨®, y sabiendo que Jordi Pujol no ha renunciado nunca a se?alar las grandes -a veces hasta las peque?as- l¨ªneas de la pol¨ªtica de su Gobierno en el terreno de la cultura, proclamar el fin de ese supuesto "pujolismo cultural" es una pura frivolidad.
Adem¨¢s, uno frecuenta poco los mentideros de la plaza de Sant Jaume, pero ten¨ªa o¨ªdo -y los datos disponibles as¨ª parecen corroborarlo- que el conseller Rigol. est¨¢ entre los ide¨®logos m¨¢s escuchados por el presidente Pujol o, por lo menos, tiene con ¨¦l muchas m¨¢s afinidades de pensamiento y talante que el francotirador Cahner.
Que la actuaci¨®n de ¨¦ste ha conllevado errores y presienta lagunas importantes no es ning¨²n descubrimiento; pero si hubiera sido tan nefasta y aberrante como pontifica EL PAIS, es de creer que: Pujol habr¨ªa destituido a su conseller de Cultura a lo largo de la anterior legislatura -lo hizo sin empacho en otros departamentos- o, en caso contrario, tal acumulaci¨®n de incompetencias y sectarismos hubiera repercutido electoralmente de forma negativa para Converg¨¨ncia i Uni¨®. No parece haber sido as¨ª, y entre el sinf¨ªn de manifestaciones que desde 1980 han desfilado ante la Generalitat en demanda o protesta de cualquier cosa, no tengo noticia de ninguna integrada por intelectuales atormentados por los fantasmas que, seg¨²n el editorial de EL PAIS, cre¨® Max Cahner. En el mundo de la cultura catalana y sus aleda?os hay, ciertamente, algunos fantasmas, pero no llegan a atormentar. Se limitan a desbarrar de cuando en cuando.
En fin, uno no puede por menos que dar la enhorabuena al conseller Rigol por haber sido capaz de suscitar, en tan breve mandato, tan felices augurios; pero se siente tambi¨¦n obligado a ponerle en guardia contra cierta clase de panegiristas ocasionales, cuya verdadera vocaci¨®n es la de le?adores: la de hacer le?a del ¨¢rbol ca¨ªdo, claro.
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