Berlinguer, un luchador por la democracia
La muerte de un justo. Con estas palabras evang¨¦licas calificaba el presidente de la Rep¨²blica italiana, Sandro Pertini, el fallecimiento del secretario general del Partido Comunista de Italia (PCI), Enrico Berlinguer.Arist¨®crata de alma, con nobleza de sangre -pues as¨ª lo atestigua el libro de oro de la nobleza italiana-, Enrico Berlinguer es, para muchos, un caso at¨ªpico en la historia por su origen noble. Los que esto afirman olvidan que fue el duque de Orleans, padre del que luego ser¨ªa rey Luis Felipe, uno de los que vot¨® en la Asamblea Nacional la muerte de Luis XVI, o quiz¨¢ desconozcan que el marqu¨¦s de Lafayette, Saint Cyr, Mirabeau y hasta el m¨ªsm¨ªsimo Robespierre eran asism¨ªsmo nobles.
En Rusia, el primer movimiebto serio contra el zarismo fue el de los decembristas, que estaba formado fundamentalmente por la nobleza. El pr¨ªncipe Bakunin es el padre del anarquismo, y la figura intelectual m¨¢s importante y precursora de la Revoluci¨®n es la del novelista conde Le¨®n Tolstoi.
En Italia, durante el risorgimento militaban, muchos nobles bajo la ¨¦gida de la dinast¨ªa progresista de los Saboya, reyes del Piamonte, que, mediado el siglo XVIII, ennoblecieron a los Berlinguer.
Enrico Berlinguer es, por consiguiente, un caso t¨ªpico en la historia. Quiz¨¢ ahora, cuando la nobleza ha dejado de ser clase dirigente, podamos considerarlo at¨ªpico.
Or¨ªgenes familiares
Los Berlinguer estaban asentados en Alguer, punto noroccidental de la isla de Cerdefia, repoblada por catalanes en 1372, cuando en 1542 fueron nombrados todos sus habitantes caballeros por el emperador Carlos V.
Mediado el siglo XVII -le gustaba recordar a Berlinguer-, su familia se instalaba en Sassari, donde, como magistrados, fueron, ya entonces, precursores de las ideas de la Ilustraci¨®n.
Los Berlinguer eran una famil¨ªa de intelectuales, abogados en su mayor¨ªa, radicales e ilustrados. Su padre, Mario Berlinguer, tambi¨¦n abogado y pol¨ªtico, antifascista del grupo Justicia y Libertad, sufri¨® persecuci¨®n y atropellos durante la dictadura de Mussolini, siendo al final de su vida senador por el partido socialista. Fue entonces cuando present¨® a su hijo Enrico al secretario general del PCI, Palmiro Togliatti.
Militancia en el PCI
En agosto de 1943, con s¨®lo 21 a?os, se afilia al PCI, formando parte de su organizaci¨®n juvenil en Cerde?a, y en julio de 1945 es ya dirigente nacional de las juventudes comunistas. Su encuentro con Togliatti en mayo de 1947 tiene enorme trascendencia en su carrera pol¨ªtica y sienta las bases para su actuaci¨®n posterior. El acuerdo entre el secretario general y el joven dirigente es total. Heredero directo de Gramsci, de un comunismo nacional y flexible a todo momento hist¨®rico, Berlinguer es el hombre de la negociaci¨®n y el compromiso, que, por medio de la organizaci¨®n del partido, busca unos fines hist¨®ricos espec¨ªficos.
Considerado delf¨ªn de Togliatti, no puede acceder a la secretar¨ªa general del partido, al fallecimiento de ¨¦ste, por su juventud, busc¨¢ndose entonces una soluci¨®n de compron¨ª?so en la elecci¨®n de Luigi Longo. Enrico Berlinguer, culto, refinado, t¨ªmido y herm ¨¦tico, casado con una cat¨®lica practicante, confesaba su ilusi¨®n por ser catedr¨¢tico, pero ya era imprescindible para el partido. Era el ide¨®logo y la eminencia gris. En 1972 es elegido secretario general. A¨²n no ha cumplido 50 a?os.
Eurocomunismo
La situaci¨®n de Italia en 1972 es bastante compleja. Hay tres poderes f¨¢cticos: la Iglesia, la Democracia Cristiana (su brazo pol¨ªtico) y la Mafia. Y en la oposici¨®n, desde el advenimiento de la guerra fr¨ªa, el partido comunista m¨¢s fuerte de la Europa occidental.
Enrico Berfinguer, tras un an¨¢lisis de la problem¨¢tica italiana, llega a la conclusi¨®n de que, debido al desarrollo econ¨®mico e industrial de una gran parte del pa¨ªs, en una Italia que vive a¨²n a?os de euforia econ¨®mica, la revoluci¨®n y la dictadura del proletariado son impensables. Un socialismo nacional y democr¨¢tico, al que se debe acceder a trav¨¦s de las urnas, moderado en sus planteamientos y reivindicaciones, es la ¨²nica soluci¨®n para un pa¨ªs donde el partido socialista es insignificante. A esta idea del comunismo se adhieren el Partido Comunista de Espa?a (PCE) -con la aureola que le confiere su protagonismo en la lucha contra la dictadura en un pa¨ªs donde la fuerza de los socialistas es a¨²n desconocida- y el Partido Comunista de Francia (PCF), que quiere frenar al socialismo franc¨¦s entonces en ascensi¨®n.
Indro Montanelli hall¨® la frase feliz al bautizar como "eurocomunismo" a esta tercera v¨ªa hacia un nuevo humanismo radical, tal como se llam¨® a este comunismo europeo, mediterr¨¢neo, que neutraliza la pol¨ªtica de bloques.
El compromiso hist¨®rico
En 1973, despu¨¦s del fracaso del Frente Popular en Chile y el asesinato de Salvador Allende, Berlinguer, en una serie de art¨ªculos aparecidos en Rinascit¨¤, expone como mejor soluci¨®n para su pa¨ªs la afianza de su partido con la Democracia Cristiana, ya que para llevar a cabo el cambio en Italia de una forma democr¨¢tica hace falta el consenso de la mayor¨ªa del pa¨ªs. Ha nacido el compromiso hist¨®rico.
Las conversaciones de Berlinguer con Aldo Moro, l¨ªder de la Democracia Cristiana, van por buen camino: su rigor y honestidad impresionan al pol¨ªtico democristiano, pero sobre todo las grandes posibilidades de esta ter*cera v¨ªa europea de verdadera democracia en libertad.
En las elecciones italianas de 1976 el PCI roza el 34% de los votos y est¨¢ a punto de conseguir el poder. Son los a?os en que el oscuro y grandilocuente profesor Negri, nost¨¢lgico d'anunziano, ide¨®logo de las Brigadas Rojas, con sus textos y acciones terronstas, intenta, juntamente con las tramas negras fascistas, desestabilizar la democracia en Italia. El secuestro y posterior asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas en 1978 da el golpe de gracia al proyecto de compromiso hist¨®rico en el que gran parte de la juventud de Europa hab¨ªa puesto sus esperanzas.
Para muchos comentaristas pol¨ªticos hoy, es innegable las relaciones de la CIA y de la KGB con el terrorismo italiano de entonces, pues ambas organizacioInes estaban interesadas, obviamente, en hacer abortar este proyecto pol¨ªtico que se estaba gestando.
La aparici¨®n de la crisis econ¨®mica en el mundo origina, como era de prever, un giro a la derecha en la mayor¨ªa de pa¨ªses occidentales.
La situaci¨®n hist¨®rica ha cambiado. El PCI retorna al gueto a que le ha sometido el resto de los partidos pol¨ªticos. Enrico Berlinguer, despu¨¦s del fracaso de las negociaciones con el partido socialista de Crax¨ª, que prefiere hacer de testaferro en un Gobierno manipulado por la Democracia Cristiana, lucha con esfuerzo sobrehumano para erigirse en la primera fuerza pol¨ªtica del pa¨ªs, o, lo que es lo mismo, superar en n¨²mero de votos a la Democracia Cristiana: conseguir el sorpasso. A esta tarea estaba dedicado Berlinguer cuando, haciendo campa?a para las elecciones al Parlamento Europeo -elecciones que los propios partidos pol¨ªticos hab¨ªan querido dar valor de elecciones nacionales en sus pa¨ªses respectivos-, le sobrevino la muerte en Padua.
El PCI consigue, por primera vez desde la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica, superar en n¨²mero de votos a la Democracia Cristiana. El sorpasso es un hecho. El tniunfo del PCI es un acontecin-¨²ento hist¨®rico, ya que por vez primera un partido comunista consigue el liderazgo en unas elecciones democr¨¢ticas.
Las consecuencias pol¨ªticas para Italia tendr¨ªan que ser importantes. La crisis pol¨ªtica es ¨¦ticamente inevitable.
El triunfo eurocomunista es motivo suficiente para que la Democracia Cristiana y el PCI vuelvan a contemplar el compromiso hist¨®rico. Enrico Berlinguer, person aje m¨ªtico, ha entrado en la historia y gana despu¨¦s de muerto su ¨²ltima batalla.
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