Sobre crisis y t¨¦cnicas
Durante 40 a?os, el general Franco Bahamonde cambi¨® no pocas veces de ministros; seg¨²n cuentas del pr¨®jimo, 119 ind¨ªgenas fueron honrados por el general con la dignidad de ministro, y cada vez que el susodicho m¨ªlite tiraba de la p¨¦?ola en los nombramientos, los espa?oles nos acerc¨¢bamos a la radio -y despu¨¦s tambi¨¦n a la televisi¨®n- para tratar de adivinar cu¨¢les eran las claves de la crisis. Un cambio ministerial en las ya remotas calendas del general Franco Bahamonde proporcionaba al paisanaje las ¨²nicas evidencias de las que dispon¨ªa para seguir el pulso de la situaci¨®n pol¨ªtica, eufemismo -esto de la situaci¨®n pol¨ªtica- tras el que se ocultaba, con harta frecuencia, la propia supervivencia personal. Falangistas, carlistas, conversos, tecn¨®cratas, miembros de la Acci¨®n Cat¨®lica y del Opus Dei, funcionarios civiles, eclesi¨¢sticos y militares y t¨ªmidos liberales mansos aleteaban en torno a cada crisis formando un ajedrez en el que se ensayaban las diferentes reglas del juego con las que se pretend¨ªa adivinar las claves del endurecimiento, del mantenimiento y la paciencia, o de la relativa apertura. Una crisis era por entonces algo muy serio y los espa?oles sol¨ªamos quedarnos absortos ante el arcano.La primera crisis del Gobierno socialista, la que podr¨ªa pasar a la historia como la crisis que nunca existi¨® al tiempo esperado, ha venido siendo machaconamente comparada con las crisis urdidas y resueltas por el general Franco Bahamonde en su disfraz demi¨²rgico. El acoso al Gobierno no es ninguna novedad y obedece a causas tan transparentes que ser¨ªa ofensivo para el lector el mero hecho de record¨¢rselas. Quiz¨¢ las frases m¨¢s crispadas de este poco sereno acos¨® se hayan dicho, o se hayan escrito, con ocasi¨®n de esta crisis o, mejor dicho, de esta falta de crisis al tiempo que se esperaba y al final de todo. Quienes m¨¢s hubieron de insistir en la inminencia del cambio de ministros -y quienes mejor y con m¨¢s arte y habilidad hab¨ªan ridiculizado las advertencias de algunos de esos ministros sobre lo infundado del rumor a corto plazo- son los que lanzaron luego los mayores gritos a las alturas invocando los mecanismos dictatoriales con los que el presidente mueve los hilos y maneja los asuntos de su Gabinete. El hierro ardiente m¨¢s a mano proporcion¨® una versi¨®n maquiav¨¦lica, seg¨²n la cual los rumores habr¨ªan sido lanzados por algunos ministros deseosos de precipitar los acontecimientos y acelerar los cambios que se dec¨ªan previstos. En cualquier caso, ¨¦sa hubiera sido no m¨¢s que una torpe maniobra si se tratase de los esquemas v¨¢lidos en ¨¦pocas pret¨¦ritas, ya que entonces bastaba con hablar del seguro cese de quien fuere para que autom¨¢ticamente quedase confirmado en su cargo. El general Franco Bahamonde s¨®lo cesaba a sus ministros amparado en la nocturnidad y la alevos¨ªa y con la complicidad del motorista.
Supongamos por un momento que los intencionados rumores hayan sido algo m¨¢s que meras sondas e imaginemos que la crisis, en realidad de verdad, s¨ª ha tenido un subterr¨¢neo lugar para ser luego abortada. Quiz¨¢ sea mucho suponer,, pero podemos admitirlo en t¨¦rminos acad¨¦micos como fuente de especulaciones. ?Cu¨¢l es la relaci¨®n con el modus faciendi del fallecido general? Ortega advirti¨® hace ya mucho tiempo de los abusos de invocar la democracia para menesteres que son muy ajenos al voto popular, y no parece que la remodelaci¨®n del Gobierno deba hacerse mediante refer¨¦ndum entre los votantes ni tampoco bajo consulta a una autodenominada elite de opini¨®n (intelectual, pol¨ªtica, period¨ªstica o f¨¢ctica). El jefe del Ejecutivo cuenta por ley con una prerrogativa tan l¨®gica como necesaria a la hora de modelar o remodelar o reajustar su n¨®mina de gobernantes, aun cuando su voluntad no coincida con la de alg¨²n que otro comentarista o espectador. ?No ser¨¢ entonces la forma, el talante de la no crisis, lo que acerca el tema a los modos y usos del general Franco Bahamonde? Quienes eso afirman recuerdan bien poco, e incluso olvidan del todo, lo que era la tensi¨®n de los Gobiernos de entonces, ya que la sola presencia del Parlamento como ¨®rgano tutelar convierte en muy dif¨ªcil -y aun en imposible- esa suerte de comparaciones.
La cr¨ªtica al asunto de la crisis que no fue, pero que alg¨²n d¨ªa ser¨¢ o podr¨¢ ser, ocupan una parcela tan marginal como digna en una democracia: la del derecho al pataleo. Quienes oficiaron el papel de augures e interpretaron muy serios enfrentamientos y tensiones gubernamentales- no pudieron luego dar la vuelta para proclamar y pregonar que ellos ya lo hab¨ªan dicho y, en consecuencia, protestan. Como contribuyente me gustar¨ªa saber hasta qu¨¦ punto quienes cuentan con responsabilidades p¨²blicas en Espa?a, desde los ministros del Gobierno hasta los articulistas de la Prensa, pueden seguir jugando impunemente a aprendices de brujo.
Espa?a est¨¢ viviendo momentos muy dif¨ªciles, para los que nuestro Rey ha pedido, repetidas veces y con meridiana claridad, comprensi¨®n entre unos y otros y solidaridad entre todos. El Gobierno ha cometido, sin duda alguna, errores de bulto, que quiz¨¢ sean inevitables en una gesti¨®n que nadie hubiera sido capaz de augurar en 1978, puesto que no hay precedentes hist¨®ricos sobre esas formas de ejercer el pragmatismo pol¨ªtico. Con frecuencia se quejan los miembros del Ejecutivo del clamor popular en torno exclusivamente de sus fallos y no de sus aciertos. Supongo que eso es. algo inevitable, porque a nadie -desde la otra acera- le interesa preocuparse por lo que est¨¢ bien y en funcionamiento, pero ser¨ªa cosa de meditar un poco acerca de lo oportuno o inoportuno de un boicoteo continuado. Sin duda la arrogancia amparada en los 10 millones de votos se ha manifestado con mayor frecuencia de lo deseable, y existe hoy la seguridad de que tal condici¨®n no va a volver a presentarse en alg¨²n tiempo, porque resulta dif¨ªcil suponer, a corto y aun a medio plazo, un semejante ¨¦xito de voto popular a favor de ning¨²n partido. Pero mientras un Gobierno fuerte y. amparado en una mayor¨ªa parlamentaria c¨®moda pueda coger los Problemas por los mism¨ªsimos ¨¢speros cuernos no tiene demasiado sentido el organizar a su alrededor tan oscuras campa?as de hostigamiento. La crisis, cuando venga, ser¨¢ un episodio menor en la dificil singladura en la que, quer¨¢moslo o sin quererlo, estamos todos metidos de hoz y coz.
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