El equipo espa?ol de baloncesto: 18 a?os de continua evoluci¨®n f¨ªsica y t¨¢ctica
ENVIADO ESPECIALUna de las claves de este ¨¦xito del baloncesto es, sin duda, la continuidad que ha tenido el entrenador de la selecci¨®n y la constante labor federativa en busca de valores a los que ha habido que proteger para que cuajaran en grandes jugadores. Un caso singular ha sido el de Fernando Romay, al que desde su etapa de juvenil D¨ªaz Miguel comenz¨® a cuidar y a llamar a la selecci¨®n, para que fuera habitu¨¢ndose a ella mucho antes de su integraci¨®n con pleno derecho. Lo mismo ha hecho con el barcelonista Tar¨ªn (2,17, con el que mantiene constantes contactos porque su talla deber¨ªa permitirle llegar al primer equipo nacional. Otro de los jugadores que ahora controla de cerca es el zaragocista Mart¨ªnez Sansegundo, que sin duda ser¨¢ uno de los pr¨®ximos relevos junto a Antonio Mart¨ªn.
D¨ªaz Miguel, que ha realizado constantes viajes a Estados Unidos con el fin de recibir ense?anzas de entrenadores como, su entra?able Lou Carneseca, Dean Smith e incluso el actual entrenador estadounidense Bobby Knight, ha tenido el gesto de reconocer en Los ?ngeles que parte de su formaci¨®n se la debe al baloncesto de Estados Unidos.
A Bobby Knight le conoci¨® cuando estaba en el West Point, un equipo de segunda fila, pero en el que ya se hab¨ªa ganado un prestigio. D¨ªaz Miguel ha procurado adoptar las innovaciones norteamericanas a la mentalidad espa?ola.
Con D¨ªaz Miguel se ha producido la renovaci¨®n del baloncesto espa?ol, para el que t¨¦cnicas como el tiro en suspensi¨®n tuvieron que llegar de la mano de jugadores puertorrique?os como Fredy Borr¨¢s y en el que no hace muchos a?os todav¨ªa el responsable m¨¢ximo de la Federaci¨®n Espa?ola, el general Querejeta, amenazaba con arrestar a quienes eran soldados porque desde su despacho no o¨ªa sonar los tableros.
Era el tiempo en que los jugadores espa?oles comenzaban a ensayar los lanzamientos directos al aro. El mismo responsable federativo, en la primera ocasi¨®n que se enfrentaron espa?oles y norteamericanos -en Bolonia, antes de los Juegos de Roma de 1960-, entr¨® en la caseta y dijo a nuestros jugadores, entre los que se encontraban los Emiliano, Buscat¨®, Alfonso Mart¨ªnez y el actual m¨¦dico del equipo, Jorge Gu¨ªll¨¦n: "Hab¨¦is visto a esos americanos tan altos. Pues no hay que asustarse. Se les juega raso, y en cuanto tengan que doblar el espinazo cuatro veces ser¨¢n vuestros". Naturalmente, los jugadores no osaron ni sonre¨ªr, sino disponerse a recibir una paliz¨®n frente a aquellos baloncestistas que sobrepasaban los dos metros y a los que ¨²nicamente se pod¨ªa enfrentar Alfonso Mart¨ªnez, que siendo el techo del equipo med¨ªa 1,96.
En aquellos tiempos todav¨ªa se consideraba que ganar era cosa de la raza. En el vestuario de la selecci¨®n espa?ola de f¨²tbol, en Suiza, entr¨® el general G¨®mez Zamalloa, y no tuvo otra ocurrencia que re comendar a los jugadores "cojones y espa?ola". Por cierto que fue el ¨²ltimo partido que jugo Pah¨ª?o, aunque marc¨® dos goles. Al parecer, fue el ¨²nico que esboz¨® una leve sonrisa. Y tambi¨¦n el ¨²nico que le¨ªa a Tolstoi y Dostoievski.
D¨ªaz Miguel tuvo la fortuna de poder contar para el equipo nacional con Luyk y Brabender, dos norteamericanos con los que se pudo comenzar a circular por el mundo con algunas garant¨ªas de ¨¦xito. Y con ¨¦l empezaron a llegar al equipo los j¨®venes Santillana y Estrada, que fueron los primeros relevos que encontr¨® el pivot Clifford Luyk.
El camino recorrido desde entonces ha supuesto desde un subcampeonato de Europa, logrado en Barcelona, hasta las primeras victorias sobre la URSS y Estados Unidos en competiciones oficiales. A los norteamericanos se les gan¨® en el pasado mundial de Cali, pero all¨ª se perdi¨® un partido clave con Yugoslavia con el mismo ¨¢rbitro Reinoso, que esta vez, en el Forum, result¨® complaciente con los espa?oles.
El estadounidense Reinoso debi¨® quedar desde entonces con ta mala conciencia que en los dos en cuentros que ha dirigido aqu¨ª a Espa?a ha tenido mucho cuidado en no equivocarse en contra ni una sola vez. Cuando lo ha hecho, ha sido a favor.
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