El rev¨¦s de Mitterrand en el Senado
EL SENADO franc¨¦s ha rechazado la propuesta del presidente Mitterrand de consultar al pa¨ªs, mediante refer¨¦ndum, un proyecto de reforma de la Constituci¨®n por el que se ampliar¨ªan los temas susceptibles de ser sometidos a refer¨¦ndum, cuya utilizaci¨®n se limita actualmente a cuestiones referentes a los poderes del Estado o a ciertos tratados internacionales. La propuesta de Mitterrand extiende tal posibilidad a temas relacionados con las libertades p¨²blicas y ten¨ªa por objeto inmediato facilitar la convocatoria de un refer¨¦ndum sobre la nueva ley de la escuela en una maniobra pol¨ªtica destinada a salvar la oposici¨®n de la derecha, que hace unas semanas, en la mayor demostraci¨®n de fuerza nunca habida contra el Gobierno socialista, sac¨® a m¨¢s de un mill¨®n de personas a la calle en manifestaci¨®n de rechazo contra dicha ley.El Senado tiene hoy en Francia escasos poderes. Pero en el caso que nos ocupa puede bloquear la iniciativa presidencia?, ya que para que una reforma constitucional puede ser sometida a refer¨¦ndum tiene que ser aprobada previamente, y en t¨¦rminos id¨¦nticos, por la Asamblea Nacional y por el Senado. El rechazo de ¨¦ste, en el que tienen mayor¨ªa los partidos de centro-derecha, responde a la estrategia decidida por la oposici¨®n neogaullista y giscardiana despu¨¦s de su victoria en las elecciones europeas. La tesis de la oposici¨®n es que Mitterrand debe disolver la Asamblea, ya que su composici¨®n no refleja hoy la opini¨®n del pa¨ªs. Es una estrategia maximalista, de acoso y derribo, mediante la presi¨®n y movilizaci¨®n, sobre todo, de la opini¨®n p¨²blica, ya que en los ¨®rganos constitucionales decisivos los socialistas disponen de amplia mayor¨ªa. La Asamblea tiene a¨²n dos a?os de vida legal, y el mandato de Mitterrand en el El¨ªseo no caduca hasta 1988.
No es seguro que el voto negativo del Senado haya sorprendido al presidente de la Rep¨²blica; probable mente contaba con ello. La evoluci¨®n del Gobierno socialista -sobre todo desde marzo de 1983- se ha operado hacia el centro abandono de la pol¨ªtica econ¨®mica reformista, neokeynesiana, tendente a elevar la demanda, y atlantismo en pol¨ªtica exterior. Tal tendencia se ha acentuado con el reciente cambio de Gobierno, que puso fin a la presencia de los comunistas en el Gabinete y una de cuyas primeras medidas fue la retirada moment¨¢nea de la ley escolar, lo que ha significado un retroceso ,sin disimulo ante la presi¨®n en la calle de la Iglesia y de la derecha. Como acaban de confirmarlo con el voto del Senado, el centro y la derecha no han tenido en cuenta esta evoluci¨®n de Mitterrand y han reforzado su oposici¨®n cerrada contra ¨¦l. Hasta el punto -con el no del Senado- de rechazar ahora algo que precisamente ellos han estado pidiendo desde hace bastante tiempo. Ante el electorado centrista -y no hay que olvidar que su estrategia tiende a ganar, o recuperar, votos precisa mente en ese espacio- Mitterrand dispone ahora de un argumento fuerte para denunciar la inconsecuencia de unos senadores que impiden con su voto precisamente el tipo de refer¨¦ndum que han estado reclamando desde hace meses, incluso a?os. Por otro lado, esta batalla no ha hecho sino comenzar: la Asamblea Nacional, con su mayor¨ªa socialista, aprobar¨¢ sin duda en fecha muy pr¨®xima el proyecto de reforma constitucional e introducir¨¢ incluso algunas enmiendas, preparadas por los propios socialistas, para demostrar con m¨¢s evidencia el renuncio de la derecha. Y el proyecto volver¨¢ al Senado. Una segunda negativa de ¨¦ste presentar¨ªa ante el pa¨ªs la contradicci¨®n entre un Mitterrand deseoso de ampliar las consultas directas al electorado y un centro-derecha resuelto a bloquear esa posibilidad. Los actuales sondeos indican que en esta guerra del refer¨¦ndum, que en cierto modo ha desplazado a la guerra de la escuela, el presidente Mitterrand est¨¢ obteniendo una situaci¨®n ventajosa: parece como si los franceses quisieran poder votar m¨¢s, incluso para hacerlo contra el Gobierno. En un discurso pronunciado para abrir el debate del Senado, el ministro de Justicia, Robert Badinter, se ha referido a un fen¨®meno que desborda las fronteras de Francia: ante la creciente voluntad de participaci¨®n de la ciudadan¨ªa y la crisis evidente de los partidos pol¨ªticos, el refer¨¦ndum puede adquirir un nuevo significado hist¨®rico. La tradici¨®n democr¨¢tica m¨¢s pura fue reacia ante el refer¨¦ndum, preconizado m¨¢s bien por reg¨ªmenes autoritarios. Pero hoy esa tradici¨®n se reconcilia con el refer¨¦ndum; lo necesita en cierto modo para elevar los niveles de participaci¨®n de los electores ante opciones decisivas para el pa¨ªs.
Ser¨ªa, no obstante, profundamente err¨®neo considerar la situaci¨®n de Francia ¨²nicamente, desde la perspectiva del problema jur¨ªdico-constitucional de la ampliaci¨®n de las zonas del refer¨¦ndum. Es un tema que preocupa sobre todo al mundo pol¨ªtico, pero mucho menos al hombre de la calle. Ha permitido, en estas semanas tan vac¨ªas del mes de agosto, otorgar al Senado un protagonismo que no ha tenido desde hace muchos a?os. Quiz¨¢ se facilite con ello cierto tiempo al nuevo Gobier no para preparar sus planes de cara a los problemas fundamentales que van a determinar la suerte de la izquierda y, en cierto modo, de Francia. El nuevo jefe del Gobierno, Laurent Fabius, ha declarado que est¨¢ decidido a explicar todo a los franceses; es una buena receta, sobre todo ante una etapa de inevitables sacrificios econ¨®micos. Pero la recuperaci¨®n del prestigio de la izquierda no es una tarea f¨¢cil. Al lado de los angustiosos problemas de la crisis y del paro est¨¢ el deterioro de una serie de valores ideol¨®gicos y morales, que la izquierda ha sabido encarnar en otras etapas de la vida francesa. Si no se inicia un cambio de tendencia en la opini¨®n del pa¨ªs, en lo pol¨ªtico e incluso lo cultural, las eventuales ganancias pol¨ªticas de la guerra del refer¨¦ndum no podr¨¢n ser muy relevantes.
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