La dif¨ªcil sucesi¨®n del patriarca Burguiba
La sustituci¨®n del l¨ªder tunecino, complicada por la crisis econ¨®mica y la situaci¨®n en el Magreb
Habib Burguiba, el l¨ªder de la independencia de Tunicia y presidente vitalicio de la peque?a Rep¨²blica norteafricana, cumpli¨® el pasado 3 de -agosto 81 a?os. Los mecanismos constitucionales dejan abierta una sucesi¨®n, por la que ya est¨¢n compitiendo tres pol¨ªticos liberales -el actual primer ministro Mohamed Mzali, su ministro de Exteriores Beji Caid Essebsi y el l¨ªder socialdem¨®crata Ahmed Mestiri- junto a Mohamed Sayagh, un hist¨®rico del Partido Desturiano enemigo del pluripartidismo y proclive a la pol¨ªtica de
Siete meses despu¨¦s de los sangrientos sucesos de enero pasado, que costaron la vida a 94 personas, seg¨²n: la Liga tunecina de los Derechos del Hombre, T¨²nez no se ha restablecido a¨²n del tremendo sobresalto que supusieron las revueltas del pan. Los juicios contra los detenidos a ra¨ªz de los disturbios citados, y las fuertes penas impuestas en la mayor¨ªa de los easos -"m¨¢s con argumentos pol¨ªticos que sobre la base de pruebas jur¨ªdicas", seg¨²n la Asociaci¨®n de Mujeres Democr¨¢iicas- parecen confirmar el deseo del Gobierno de proporcionar un castigo ejemplar, destinado sobre todo atranquilizar a la alarmada alta burgues¨ªa del pa¨ªs.Tras las condenas de 5 a 3.0 a?os de trabajos forzados dictadas contra los 125 j¨®venes juzgados la semana pasad¨¢, 248 personas han sido condenadas a 2.100 a?os de prisi¨®n o trabajos forzados. Diez de ellas fueron condenadas a la pena de muerte, pero el presidente Burguiba conmut¨® ocho de esas penas por la de prisi¨®n a perpetuidad, y las dos restantes fueron conmutadas en juicio de casaci¨®n.
El ex ministro del Interior Dris Guiga fue condenado en rebeld¨ªa a 10 a?os de reclusi¨®n, y s¨®lo la intervenci¨®n del presidente Burguiba, que modific¨® la calificaci¨®n del delito que se le imputaba, logr¨® salvarle tambi¨¦n de una condena a muerte. Ello no obsta para que nuevamente, y hace pocos d¨ªas, el presidente Burguiba repitiera, cuando recibi¨® a una delegaci¨®n de la Liga tunecina de los Derechos del Hombre, que "si los sucesos de enero se produjeron es porque el poder pol¨ªtico no cumpli¨® su misi¨®n y los responsables de la seguridad -Driss Guiga- no cumplieron su deber".
La crisis econ¨®mica -la m¨¢s importante desde la independencia en 1956-, el auge del integris m¨® y las dificultades financieras de un, Gobierno que no logra estabilizar su presupuesto, son factores de inquietud, para el futuro. A ellos, se unen las incertidumbres que plantea la sucesi¨®n de Burguiba y la transici¨®n democr¨¢tica que debe seguir despu¨¦s de 3,6 a?os. de monopolio absoluto del poder por el combatiente supremo y su Partido Socialista Desturiano.
Carrera abierta
Hablar de sucesi¨®n de Burguiba a sus 81 a?os para algunos son dos o tres a?¨®s- m¨¢s- resulta inex cusable. Las ?das y venidas de los pol¨ªticos al palacio presidencial, y el fuerte patronazgo que sobre su e.ntomo ejerce su mujer, Wassilla Burguiba -que en las circunstancias presentes se convierte casi en ¨¢rbitro de la - sucesi¨®n- demues tran que la carrera por la presidencia est¨¢ abierta, y al mismo tiempo que Burguiba, a pesar de sus enfermedades y limitaciones, sigue siendo el verdadero poder.La consecuencia m¨¢s evidente de las revueltas del pan de enero es que la sucesi¨®n tranquila que se promet¨ªa el primer ministro, Mohamed Mzali, ya no es pos¨ªble. Le han surgido, al amparo de sus errores, por lo menos tres competidores cualificados. Peor a¨²n, sus actuaciones, desde las revueltas del pan hasta el presente, han logrado que los tunecinos se refieran con frecuencia al principio de Peter, seg¨²n el cual, "todo hombre llega en la vida hasta el l¨ªmite de su capacidad". Para muchos de ellos, Mohamed Mzali sobrepas¨® sus l¨ªmites intelectuales cuando fue ascendido al puesto de primer ministro.
Se le achacan como errores el aumento de golpe y en un ciento por ciento del precio del pan -cuando su propio ministro de Econom¨ªa preconizaba un aumento gradual, y dimiti¨® al no lograr convencerle-; su insistencia en creer que los sucesos de enero fueron un compl¨® perpetrado contra su persona por el ministro del Interior, Driss Guiga, y no el resultado de un estallido popular espont¨¢neo; se le achaca, finalmente, su obsesi¨®n por dar a los revoltosos un escarmiento tranquilizador, que buena parte de los tunecinos consideran desproporcionado. La Liga tunecina delos Derechos del Hombre y la Asociaci¨®n de Mujeres Democr¨¢ticas ya han solicitado del presidente Burguiba una amnist¨ªa general y la abolici¨®n de la pena de muerte en T¨²nez.
Posibles sucesores
Aparte del propio Mohamed Mzali, que siendo originario de Monastir, la ciudad natal y querida del presidente Burguiba, ten¨ªa a los ojos de ¨¦ste todas las ventajas para sucederle, el actual ministro de Asuntos Exteriores, Beji Caid Essebsi, un hombre eficaz, inteligente y liberal, Mohamed Sayagh, otrora poderoso responsable del Partido Desturiano y creador de una pol¨ªtica partidaria paralela, y Ahmed Mestiri, jefe del Movimiento de los Dem¨®cratas Socialistas Tunecinos, compiten ya abiertamente por la sucesi¨®n.Mzali, Esseb si y Mestiri parecen contar con el ni?sino bagaje intelectual y human¨ªstico, y la T¨²nez del futuro, bajo cualquiera de ellos, no diferir¨ªa sensiblemente. Liberales y progresistas, tienden a coincidir en la necesidad de reducir progresivamente la figura de Burguiba, tras la muerte.del actual presidente, a sus justas proporciones hist¨®ricas, como ocurri¨® -se nos cita- en China con el caso de Mao Tse Tung.
La ¨²nica figura que desentona entre los postulantes a la sucesi¨®n es la de Mohamed Sayagh. Desde que Mohamed Mzali fue nombrado primer ministro en 1980, se esforz¨® por apartarle del poder, hasta que logr¨® que fuese enviado como embajador a Roma. Ahora el presidente Burguiba le ha hecho regresar y se rumorea que puede encomendarle el Ministerio de Interior, que acumula Mzali, y convertirlo en una suerte de superministro intermediario entre el presidente y el Gobierno.
Aunque Mohamed Sayagh no es de Monastir, es sin embargo el historiador del presidente y del movimiento nacional tunecino, el glorificador del combatiente supremo y de Burguiba, hombre providencial. Es partidario de la mano dura en la conducci¨®n de los asuntos del Estado, y tenazmente opuesto al pluripartidismo y al plurisindicalismo que se abren lentamente camino.
Su ventaja frente a los otros dos candidatos, a los ojos de Burguiba, es que piensa exactamente igual que el presidente. Su verdadero inconveniente es que el 90%. de los tunecinos parece detestarle muy cordialmente.
De acuerdo con la Constituci¨®n vigente, a. la muerte de Burguiba, Mohamed Mzali asumir¨ªa autom¨¢ticamente la presidencia hasta el t¨¦rmino de la presente legislatura, en noviembre de 1986. Sin embargo, est¨¢n surgiendo nuevas propuestas, promovidas por la oposici¨®n, a. las que la poderosa se?ora Wassila Burguiba parece dar su acuerdo, de que Mzali suceda a Burguiba, pero pra que convoque elecciones generales y presidenciales en los 40 d¨ªas siguientes al fallecimiento del presidente.
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