La gran lecci¨®n
En un libro publicado hace alg¨²n tiempo en Francia, Les infortunes de la v¨¦rit¨¦, su autor, Serge Quadruppani, examinaba por extenso los errores, falsedades, tergiversaciones, silencios de los intelectuales de su pa¨ªs con respecto a la URSS y ¨¦l "modelo socialista" sovi¨¦tico: testimonio realmente abrumador sobre un incre¨ªble fen¨®meno de ofuscaci¨®n cuya triste rentabilidad explica en parte tanto su frecuencia como su prolongaci¨®n a causa de la resistencia de los propios afectados a abrir los ojos y enfrentarse a la dura lecci¨®n de los hechos.Como es de suponer, dicha ceguera no es ni ha sido patrimonio exclusivo de nuestros vecinos: cundi¨® tambi¨¦n, d¨¦cadas atr¨¢s, entre numerosos escritores norteamericanos y europeos cuya fe casi religiosa en el advenimiento del hombre nuevo les indujo a comulgar con ruedas de molino y considerar los cr¨ªmenes, tropel¨ªas y abusos del estalinismo como un instrumento doloroso, pero necesario, para la consecuci¨®n de sus sue?os. Mientras compa?eros de viaje bienintencionados e ingenuos como Bernard Shaw aseguraban con aplomo que la URSS era el pa¨ªs mejor alimentado del mundo en el mismo momento en que, como hoy sabemos, el dictador pon¨ªa en marcha su plan de someter por hambre a los kulaks y ocasionaba centenares de millares de v¨ªctimas, los escasos autores que se atrev¨ªan a desvelar la verdad -los Suvarin, V¨ªctor Serge, Istrati, Gide, etc¨¦tera- eran objeto de una campa?a de denigraci¨®n sistem¨¢tica y tropezaban incluso con dificultades de publicaci¨®n -como le ocurr¨ªa a Orwell despu¨¦s de su experiencia en Espa?a- con sus propios editores capitalistas.
Esta desdichada y lamentable experiencia hist¨®rica, en vez de fomentar la lucidez y reflexi¨®n saludables, parece haber ca¨ªdo en saco roto: si casi todos los progresistas europeos que creyeron por consigna han dejado de creer tambi¨¦n por consigna despu¨¦s de la revelaci¨®n del Gulag y el new look del eurocomunismo, en el mundo iberoamericano y amerindio en el que vive Paz la historia repite invariablemente sus ciclos. La misma mudez selectiva, el mismo daltonismo moral productos de un manique¨ªsmo tosco, no s¨¦ si de ra¨ªz tomista o zoroastriana, impulsan a muchos escritores de nuestra ¨¢rea idiom¨¢tica, algunos de ellos dignos y estimables, a satanizar la actuaci¨®n e intervenciones del imperialismo norteamericano y ocultar o minimizar como pecadillos o accidentes las del sovi¨¦tico. El sost¨¦n m¨¢s o menos abierto del hegemonismo estadounidense a las dictaduras militares y Gobiernos corrompidos al sur del r¨ªo Grande lo convierte, sin duda, en el adversario m¨¢s peligroso de la democracia y el progreso social en Iberoam¨¦rica; pero el peligro que acecha a aqu¨¦lla no proviene ¨²nicamente de Washington, y la monarqu¨ªa absoluta instaurada por Castro en Cuba y las tendencias pol-potianas de algunos grupos guerrilleros en Per¨² y El Salvador son un ejemplo tangible de la doble maniobra de cerco.
Ideolog¨ªa real
Contrastando con esa postura unilateral y acomodaticia -excusable en un campesino u obrero, pero no en quienes por principio deber¨ªan esforzarse en analizar, esclarecer y matizar-, Octavio Paz nos ofrece el mejor ejemplo del intelectual comprometido a fondo con la ¨¦tica y la realidad. Como recuerda en una de sus obras, "la palabra del escritor tiene fuerza porque brota de una situaci¨®n de no-fuerza. No habla desde el palacio nacional, la tribuna popular o las oficinas del comit¨¦ central: habla desde su cuarto". De El laberinto de la soledad al reciente Tiempo nublado, la voz n¨ªtida del poeta no ha cesado de predicar con el ejemplo la cr¨ªtica de los valores propios y el respeto a los ajenos, fustigar el etnocentrismo de Occidente y su impacto devastador sobre otras culturas, oponerse a las obtusas y b¨¢rbaras oligarqu¨ªas del mundo hisp¨¢nico "en busca siempre de un espad¨®n que garantice el orden", denunciar las ideocracias que funden el poder con la idea y truecan toda cr¨ªtica a ¨¦sta en conspiraci¨®n contra aqu¨¦l, ponernos en guardia contra las perversiones de un idealismo "para el que s¨®lo es real la ideolog¨ªa". La constante reflexi¨®n de Octavio Paz sobre el mundo contempor¨¢neo y los diversos modelos de desarrollo de nuestras sociedades deber¨ªan ser lectura obligada de cuantos -m¨¢s all¨¢ del mero af¨¢n de poder o las t¨¢cticas partidistas- se interesan en la res p¨²blica. El manido argumento de quienes descartan toda cr¨ªtica al socialismo real pretextando el apremio de la lucha contra el enemigo inmediato, esto es, el hegemonismo norteamericano -"ocup¨¦monos hoy de ¨¦ste y ya veremos luego"-, es a la vez nocivo y falso: ¨²nicamente la claridad y limpieza de las alternativas puede despejar el camino de las naciones, hisp¨¢nicas hacia el progreso y la libertad; sin este requisito previo, la presunta lucha liberadora corre el riesgo de reducirse a la sustituci¨®n de unas dictaduras brutales y sangrientas con otras de caracter¨ªsticas id¨¦nticas aunque de distinto signo. Asimilarse la experiencia del pasado es, as¨ª, la mejor manera de elaborar sobre bases firmes una estrategia v¨¢lida y aceptable de cara al futuro. Como dec¨ªa uno de los h¨¦roes de la Comuna de Par¨ªs, citado oportunamente por Paz, "el que cuenta al pueblo falsas leyendas revolucionarias es tan criminal como el que dibuja cartas de navegaci¨®n mentirosas".
?sta ha sido, es, ser¨¢ la valiosa lecci¨®n de.Octavio Paz a los pueblos de nuestra comunidad ling¨¹¨ªstica: la de una cr¨ªtica serena y exigente de la pol¨ªtica a partir de unos postulados simult¨¢neamente ¨¦ticos y pragm¨¢ticos. El gran escritor cuyo aniversario celebramos ha sabido aunar, en efecto, la creaci¨®n de una obra po¨¦tica excepcional con un rigorarial¨ªtico y pasi¨®n libertaria que le convierten en la conciencia viva de la civitas com¨²n, de sus ideales y sus esperanzas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.